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Enrico Caruso, el ídolo que conquistó Argentina

El famoso cantante de ópera italiano actuó en nuestro país varias veces, la primera de ellas en 1889.

Carlos Campana

Por Carlos Campana

10 Junio de 2024 - 11:15

Enrico Caruso
Enrico Caruso web

Argentina tuvo el honor de ser el primer país de América en escuchar la voz prodigiosa de Enrico Caruso. 

En 1899, el Teatro de la Ópera de Buenos Aires se llenó de magia con su actuación. Desde entonces, volvió una y otra vez: en 1900, 1901, 1903, 1915 y 1917, completando 135 representaciones líricas y 18 conciertos, en los que deslumbró al público con su talento.

El tenor italiano no solo actuó en Buenos Aires, ya que en 1915 realizó una breve pero intensa gira que abarcó Rosario, Córdoba y Tucumán, mientras que en Mendoza la actuación se canceló por no llegar a un acuerdo con los empresarios locales.

Durante sus estadías, presentó un repertorio impresionante de 22 óperas -lo que subraya la profunda conexión del tenor con el público argentino-, incluyendo estrenos para el público porteño, como FedoraSaffoIrisLa Reina de SabaYupanquiGermaniaAdriana Lecouvreur y Lodoletta.

El Gran Caruso
El Gran Caruso

En total, Caruso pasó 546 días en la Argentina, consolidando así su relación especial con el país, ya que en el escenario global se destacó por ser el tercer país con más presentaciones del artista, después de Norteamérica e Italia.

En cuanto a recitales y conciertos, ocupó el segundo lugar con 18, solo superado por Estados Unidos. 

Consagración en Buenos Aires

Caruso reconoció el impacto de su carrera en Buenos Aires. En una entrevista en 1915, expresó: "Buenos Aires me consagró. Siento una inmensa satisfacción en ofrecer a la bella ciudad del Plata todo lo que creo tener de bueno". Su gratitud hacia la ciudad era palpable, y se esforzó por dar lo mejor de sí en cada actuación.

El 7 de julio de 1899, después de interpretar La Reina de Saba, el prestigioso diario La Nación profetizó: "Caruso, el tenor de la voz preciosa, el gran Caruso, como tal vez se dirá algún día, cantó deliciosamente su romanza del segundo acto, y también hubo de repetirla".

Estas palabras resonaron en el corazón del público, consolidando a Caruso como un ícono en la escena lírica de Buenos Aires.

Inmortalizada en sus grabaciones, su voz fue descrita como purísima y brillante en sus primeros años, evolucionando hacia una robustez y timbre dorado, con una profundidad y volumen excepcionales. 

Su contribución a la tradicional ópera italiana fue inmensa, devolviéndole la expresión, recortando desbordes y desplantes excesivos en aquella escuela cuyo realismo amenazaba, a la larga, con desacreditarla. 

Entre la amistad y los paseos

En Buenos Aires, Caruso se alojó en distintos hoteles a lo largo de los años. En 1899 y 1900 se hospedó en el Splendid Hotel, ubicado en Avenida de Mayo y Lima, mientras que durante sus estancias en 1915 y 1917, prefirió la suite del lujoso Plaza Hotel, donde disfrutaba de agradables caminatas por la calle Florida. 

Su relación con la ciudad se profundizó a través de visitas frecuentes a la casa de su tío Liberto Baldini, donde se encariñó con su sobrino Roque, hijo de su prima hermana Sara, de quien fue padrino de confirmación.

Caruso no solo brillaba en los escenarios; también disfrutaba de la vida social y cultural de Buenos Aires. Se le veía a menudo paseando en carruaje por la ciudad, y entabló amistades sinceras con personalidades como Vicente di Nápoli Vita, Arturo Berruti, Enrique Larreta, Carlos Morra, Susana Torres de Castex y Pedro Barrera, entre otros. Además, su pasión por la pintura lo llevó a recibir clases del destacado paisajista y retratista Felipe Galante, y bajo la supervisión de Angiolo Tommasi, pintó un óleo del atractivo lago de Palermo.

El legado inmortal

Caruso no solo fue un virtuoso; su genialidad lo elevó al estatus de mito en vida. Conocía su valor y supo mantener la distancia entre él y el mito. Su autocaricaturización es prueba de ello, mostrando un sentido del humor y humildad que lo hacían aún más grande. 

Para él, la creación artística no era cuestión de orgullo o vanidad, sino de amor y humildad, como lo expresó el filósofo Michele Sciacca: "Yo quisiera que mi vida fuese un canto y no un discurso".

Su voz incomparable resonó en varios países latinoamericanos: Argentina, Uruguay, Brasil, México y Cuba. Sin embargo, debido a diversos inconvenientes, no pudo presentarse en otros países hermanos como Chile, Puerto Rico, Venezuela y Perú. 

Enrico Caruso
Enrico Caruso

En una carta a su esposa Dorothy, fechada el 19 de mayo de 1920 en La Habana, Caruso expresó su temor de perder mucho tiempo debido a las propuestas de gira del empresario Bracale, mencionando Perú, Venezuela y Puerto Rico.

La fatiga y las terribles cefalalgias impidieron la gira en 1920. En 1899, los viajes a Chile eran extremadamente difíciles y, lamentablemente, estas giras no se realizaron, privando a otros países de disfrutar de su gran talento.

La humanidad de un genio

A pesar de su estatus de superestrella, Caruso era conocido por su carácter accesible y su cercanía con la gente común, disfrutando de los momentos sencillos y encontrando placer en la vida cotidiana. Era un amante del buen humor y a menudo se autocaricaturizaba, mostrando una humildad que contrastaba con su inmensa fama. 

Su vida en Buenos Aires estuvo marcada por una serie de anécdotas y encuentros que reflejaban su personalidad carismática y su capacidad para conectar con las personas.

Durante sus visitas a la Argentina, el cantante forjó amistades con figuras destacadas del ámbito cultural y social. Su amistad con Enrique Larreta, escritor y diplomático, y con Vicente di Nápoli Vita, crítico de arte, fueron particularmente significativas. 

Caruso con amigos
Caruso con amigos

Estos vínculos no solo enriquecieron su vida personal, sino que también influyeron en su percepción del arte y la cultura argentina, disfrutando de largas conversaciones sobre literatura, música y pintura que contribuyeron a su desarrollo como artista.

Un epílogo de pasión y dedicación

La vida y la carrera de Enrico Caruso están llenas de pasión, dedicación y un profundo amor por el arte. Su influencia perdura hasta hoy, no solo por sus grabaciones y actuaciones, sino también por el legado de humildad y humanidad que dejó. 

En cada nota y en cada actuación, puso su alma, ofreciendo al mundo una muestra de su genialidad y su amor por la música. Dejó una huella imborrable en la historia de la ópera y en el corazón del público argentino, que siempre recordará con cariño al tenor de la voz preciosa, el Gran Caruso. Su paso por Argentina no solo marcó un hito en su carrera, sino que también dejó un legado duradero en la cultura del país. 

Caruso vivió y cantó con una pasión que trascendió fronteras, y su voz seguirá resonando a través de los años, inmortal en la memoria de todos los que tuvieron el privilegio de escucharla.