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Al pan pan y al vino vino

Rótulos mal colocados

El uso impreciso o malintencionado de los términos ideológicos es motivo de confusión en el pensamiento político.

Enrique Villalobo

Por Enrique Villalobo

15 Septiembre de 2024 - 08:00

Liderazgo de las ideas liberales
Liderazgo de las ideas liberales Foto Archivo

Generalmente se usan como insulto o como formas de desprestigiar al oponente, pero nunca de discutir o confrontar las ideas. Hoy el mote de zurdo, comunista o de facho es el recurso habitual para desprestigiar, pero detrás de ello está la falta de conocimiento acerca de qué hay detrás de esos términos.

No pueden ser zurdos despreciables todos aquellos que no apoyan expresamente al presidente Javier Milei, ni fachos gorilas los que no aplauden con fervor los discursos de Cristina Kirchner. 

Como tampoco se entiende el liberalismo de los que condenan el divorcio o desprecian la libertad de prensa, o descreen de la discusión y los acuerdos políticos.

Por eso es que nos hemos acostumbrado a simplificar con motes a los que no nos caen bien en materia política o ideológica como también de culparlos de lo que frenó a la Argentina en el camino hacia un pretendido progreso.

El peronismo en la vida pública
El peronismo en la vida pública.

Si ponemos en una suerte de línea histórico-ideológica lo que creemos conocer como izquierda empezaría en ideas liberales de izquierda como las aplicadas en Europa después de la Segunda Guerra definidas como socialdemocracia, el extremo de la línea con las deformaciones sufridas terminaría siendo algo así como el régimen de Stalin en Rusia o el estado-prisión de Corea del Norte.

Ningún proceso donde las ideas socialistas permanezcan apegadas a la democracia habrían de terminar en esos regímenes opresores. En América latina las izquierdas terminaron en el extremismo foquista, como las vanguardias guerrilleras violentas o en nacionalismos populistas autoritarios como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La izquierda trotzkista contribuye también al desprestigio atascada en un mundo de 50 años atrás y con la ilusión de que a sus berrinches las masas iban a machar detrás en post de un supuesto nuevo rojo amanecer.

Versión argentina de la izquierda
Versión argentina de la izquierda.

Esta pretensiosa síntesis busca aclarar que el concepto de izquierda es una estructura del pensamiento y la aplicación práctica muy compleja a la que no se puede calificar solo por los resultados históricas, porque en ningún caso se trata de algo químicamente puro.

Los partidos de origen movimientista como el radicalismo primero y el peronismo después albergan en su estructura componentes de izquierda -democrática o no- y elementos de derecha muchas veces ultraconservadora.

Otro tanto ocurre cundo alguien quiere denostar a la vereda de enfrente, la derecha. Acá también campea una variedad de pelajes que siempre lleva a confusión. Decir derecha no es referirse a un espacio antidemocrático per se.

Quizá el vicio interpretativo surge de que en nuestro país la derecha conservadora y tradicional perdió predicamento en la segunda mitad del siglo XX y el nacionalismo populista empezó a ocupar gran parte de la actividad política.

Y el camino que encontraron las distintas versiones derechistas para recobrar el poder fueron las Fuerzas Armadas, y al no alcanzar un caudal electoral los partidos conservadores se fueron arrinconando en algunas provincias.

Así se transformó en una derecha de clases acomodadas, no supo conectarse con ese nacionalismo peronista que se fue afianzando recostado en las clases media baja y baja. No leyó que los pobres y la clase obrera en la Argentina no es de izquierda.

En 1955, 1962, 1966 y 1976 el pensamiento y las políticas de derecha solo llegaron al poder a través de golpes militares.

Versión fascista de la ultraderecha
Versión fascista de la ultraderecha.

Aparte de esos hechos nefastos, los mismos partidarios prefirieron autodenominarse como de centro y después tímidamente como centroderecha y recién con el advenimiento del mileísmo y el freno al kirchnerismo el concepto quedó definitivamente admitido y aceptado.

No se cuestionan las convicciones de cada uno y de cada sector político e ideológico, se trata de que si vamos a poner rótulos sepamos, en el contexto de las buenas intenciones por supuesto, hagámoslo con la definición adecuada.

El caso de liberalismo es especial, desde el populismo poco afecto a la democracia, se utiliza el término para aludir a una práctica de algo así como élites de la burguesía que estarían 'lejos de los intereses del pueblo'.

Entonces para ponerle más énfasis a la idea que el liberalismo es reaccionario se empezó a decir neoliberalismo, porque así se salvaba el prestigio de algunos pensadores, próceres y dirigentes que sí efectivamente habían contribuido al desarrollo y al progreso.

En estos últimos tiempos se habla de liberalismo sin poner nada de énfasis en el sentido profundo de la palabra, es decir, la libertad como esencia del contrato social, pero para todos sin excepción. Con lo cual para ordenar el sistema es necesario reconocer el límite que es la libertad de los otros.

Jorge Altamira, Partido Obrero
Jorge Altamira, Partido Obrero

Nada más simple que reconocer y respetar la libertad ajena. Algo que si no se logra en forma espontánea hay que recurrir a una entidad que nació con la civilización: el Estado.