Ciudadano News
Es historia

De Tucumán a Buenos Aires, el traslado que salvó la causa patriota

La necesidad de mantener el Congreso lejos del alcance de las tropas de Fernando VII influyó en la decisión de cambiar de lugar su sede.

Carlos Campana

Por Carlos Campana

30 Agosto de 2024 - 14:29

De Tucumán a Buenos Aires, el traslado que salvó la causa patriota

Apenas disipado el eco de los festejos por la Declaración de la Independencia, los cielos de Tucumán se tiñeron de incertidumbre. El ambiente en la ciudad, que desde el mes de marzo de ese año, había sido el corazón de la gesta emancipadora, comenzaba a pesar como un yugo sobre los congresales. 

Agosto y septiembre de 1816 se desplegaron como un telón ominoso, marcando el inicio de un periodo de decisiones cruciales para las incipientes Provincias Unidas del Sud.

Antigua casona donde se juró la Independencia. (Foto: web)
La antigua casona donde se juró la Independencia. (Foto: web)

 

La Asamblea General Constituyente debía decidir su destino ante el creciente peligro que acechaba desde los confines del territorio. Su traslado se convirtió en el tema candente, encendiendo pasiones y temores por igual.

El Redactor, testigo y cómplice

En aquellos días, El Redactor, el periódico del gobierno encargado de narrar las sesiones del Congreso, fue testigo y cómplice de las inquietudes que dominaban a los legisladores. 

El Redactor, órgano de información del Congreso de Tucumán. (Foto: archivo web)
El Redactor, órgano de información del Congreso de Tucumán. (Foto: archivo web)

Las hojas impresas, hoy amarillentas por el tiempo, aún conservan el fervor de los debates, las esperanzas y las dudas que plagaban a quienes tenían en sus manos el destino de las Provincias Unidas. 

Sin embargo, la última semana de septiembre marcó el clima de esta tensión, cuando el presidente del Congreso, Pedro Carrasco, se levantó en la sesión del 23 para pronunciar palabras que resonaron con la gravedad de un presagio.

"Invito al Cuerpo Soberano a tratar de poner en seguridad su existencia, como la única capaz de salvar al presente las Provincias en medio de los peligros que las amenazan", dijo Carrasco, con voz firme pero cargada de preocupación.

La seguridad del Congreso estaba en juego, y con ella, la esperanza de una nación aún en gestación. La causa de esta alarma era un informe urgente que había llegado desde Salta, enviado por el gobernador Martín Miguel de Güemes. 

El documento describía el avance implacable de tropas realistas, una fuerza de mil infantes y quinientos caballos que amenazaba con desbordar las defensas patriotas. Ante esta amenaza inminente, la opción de trasladar el Congreso se impuso con fuerza, aunque sin un destino claro en mente.

Ese mismo día, en una atmósfera cargada de nerviosismo, se tomó la resolución de trasladar la sede del Congreso, aunque sin especificar aún el lugar. El debate se intensificó, y los argumentos se desplegaron con entusiasmo y convicción. 

La geografía, la política y la estrategia militar se entrelazaban en cada intervención, mientras los representantes intentaban dilucidar cuál sería el sitio más seguro para continuar la obra magna de la independencia y proseguir con el segundo objetivo de esta Asamblea que era promover la constitución.

El principal argumento esgrimido fue la necesidad de que el cuerpo representativo residiera junto al poder ejecutivo, para sostener con mayor fuerza la figura del director Supremo. 

La decisión de trasladar el Congreso

No obstante, otras razones más complejas y delicadas también pesaban en la balanza. Pedro Medrano, uno de los congresales más influyentes, aportó en una sesión secreta un factor determinante: las complicadas negociaciones diplomáticas con el Imperio de Portugal. 

Pedro Medrano
Pedro Medrano advirtió el peligro que se cernía sobre la sede del Congreso debido al avance de las tropas realistas. (Imagen: web)

"La indubitable dificultad de poder resolver sin perjuicio del estado (...) en las negociaciones pendientes con la Corte de Brasil, a tanta distancia de la capital, en medios de la demora a que esta obliga, y riesgo a que están expuestas las comunicaciones", advirtió Medrano, subrayando la importancia de que el Congreso estuviera más cerca de Buenos Aires, donde se centralizaban las operaciones diplomáticas.

Sin embargo, no todos compartían este punto de vista. Desde el sur del territorio, los diputados que representaban a las provincias andinas, apoyados por Güemes y Belgrano, abogaban por permanecer en Tucumán. El temor al avance realista y el deseo de mantener una base de operaciones lejos del alcance de las tropas del rey Fernando VII sustentaban su postura. 

La posibilidad de trasladarse a Córdoba también se discutió, e incluso en un primer momento fue defendida por el propio mandatario Juan Martín de Pueyrredón, aunque esta opción fue perdiendo apoyo con el paso de los días. Buenos Aires, por su parte, emergía como una posibilidad tentadora pero divisiva, con la diputación salteña enfrentándose abiertamente al centralismo porteño que comenzaba a vislumbrarse en el horizonte.

El punto álgido de la tensión

El 25 de septiembre la tensión alcanzó su punto álgido. Los congresales se reunieron nuevamente, conscientes de que el tiempo apremiaba y que cada día de indecisión podía significar un paso más hacia la derrota. 

El debate fue acalorado, con voces que se alzaban en defensa de Tucumán, otras que clamaban por Córdoba y algunas que, con resignación, aceptaban la inevitabilidad de trasladarse a Buenos Aires. 

Sesión del Congreso de Tucumán donde se declaró la Independencia argentina. (Imagen: archivo web)
Sesión del Congreso de Tucumán donde se declaró la Independencia argentina. (Imagen: archivo web)

Finalmente, después de intensas deliberaciones, la balanza se inclinó en favor de la capital. Veintiocho votos decidieron que el Congreso debía trasladarse provisionalmente a Buenos Aires, mientras que cuatro valientes diputados -Boedo, Pacheco de Melo, Pérez Bulnes y Salguero- se opusieron firmemente a esta medida.

El impacto de esta decisión no podía subestimarse. Trasladar la Asamblea a Buenos Aires era una medida de gran envergadura, que traía consigo la promesa de un mayor control y seguridad, pero también el riesgo de distanciarse de las provincias que habían dado vida a la independencia. 

Consciente de la gravedad del momento, se encargó al diputado Iriarte la redacción de un manifiesto que explicara las razones del traslado. El documento, conocido como el 'Manifiesto del Traslado', fue distribuido por todo el territorio rioplatense, en un intento por calmar los ánimos y disipar los temores que la medida había generado. 

mvjrcmldn_1300x655__1
Sala de la casona donde se realizó la jura de la Independencia. (foto: web)

Este documento contenía una frase que resonó en todos los rincones de las Provincias Unidas: "Nos mudamos de asiento cuando no de intención". Estas palabras estaban dirigidas especialmente a los ciudadanos de Tucumán y a los pueblos altoperuanos, que temían ser relegados al olvido tras la partida del Congreso. 

Pero en el escrito se aseguraba que, aunque el Congreso se mudara a Buenos Aires, la causa de la Independencia continuaría siendo el Norte, y que la lucha por la libertad no se detendría ni un instante.

Las últimas sesiones

Así, después de diez intensos meses de sesiones en Tucumán, el Congreso comenzó a cerrar sus páginas en la ciudad que había visto nacer la Independencia. El 17 de enero de 1817, las últimas sesiones se llevaron a cabo en medio de un ambiente de nostalgia y expectativa. 

Con un orden de prioridad cuidadosamente establecido, se dispuso que el 15 de marzo se inaugurarían las sesiones en Buenos Aires. El edificio elegido para albergar las reuniones fue el Consulado, un lugar emblemático que en esos momentos ocupaba la casa de los herederos de Francisco Ignacio de Ugarte, situada en la calle Reconquista.

El Consulado de Buenos Aires, lugar en donde se concentró la Asamblea General Constituyente en 1817. (Imagen: archivo web)
En el Consulado de Buenos Aires se concentró la Asamblea General Constituyente en 1817. (Imagen: archivo web)

La jornada final en Tucumán fue un reflejo del espíritu que había prevalecido durante todo ese tiempo. El salón donde los congresales habían debatido, luchado y, finalmente, declarado la Independencia, se veía ahora desprovisto de la intensidad que lo había caracterizado. 

Los pasillos que habían resonado con las pisadas apresuradas de los representantes ahora guardaban un silencio casi solemne. Las últimas sesiones estuvieron marcadas por una mezcla de resignación y determinación, con los congresales conscientes de que su misión debía continuar, aunque el escenario cambiara radicalmente.

Dificultades y desafíos

Pero el traslado no fue solo un cambio físico. Fue también una transición simbólica, un reconocimiento de que el foco de la política de esta primitiva nación debía adaptarse a las realidades cambiantes de la guerra y la diplomacia. 

Buenos Aires, con su puerto y su proximidad a los principales teatros de operaciones, ofrecía una ubicación estratégica que Tucumán, a pesar de su importancia histórica, ya no podía proporcionar.

El viaje a Buenos Aires no fue fácil. Las dificultades logísticas, agravadas por la precariedad de las infraestructuras y el estado convulso de las comunicaciones, hicieron del traslado un verdadero desafío.

Las comitivas de los congresales, que incluían no solo a los diputados sino también algunas de sus familias y asistentes, emprendieron la travesía con un ánimo mezclado de esperanza y preocupación. 

Cada etapa del camino estaba cargada de incertidumbre, pues la ruta era constantemente amenazada por las incursiones de todo tipo, y además, los conflictos internos asolaban a varias provincias.

El Congreso, radicado en Buenos Aires

Una vez en Buenos Aires, la instalación del Congreso en el Consulado marcó el inicio de una nueva etapa en la historia de las Provincias Unidas. El edificio, que había sido testigo de tantas decisiones comerciales y diplomáticas en años anteriores, se convirtió en el epicentro de la política nacional.

Las sesiones inaugurales estuvieron cargadas de un simbolismo profundo, con la presencia de las principales autoridades de la ciudad y una atmósfera que mezclaba la formalidad con una palpable expectativa.

Sin embargo, la mudanza no logró disipar completamente las tensiones que habían aflorado en Tucumán. Un grupo de asambleístas provenientes de las provincias del interior sentían que Buenos Aires, a pesar de su importancia estratégica, representaba una inclinación hacia el centralismo que tanto temían. 

Los debates en la nueva sede del Congreso continuaron siendo intensos, reflejando las diferencias regionales y los intereses en juego. La cuestión de cómo mantener un equilibrio entre las diversas regiones del país, garantizando al mismo tiempo la seguridad y la continuidad del proyecto independentista, siguió siendo un tema central.

En este contexto, el Congreso enfrentó nuevos desafíos. La guerra contra los realistas no había terminado, y la diplomacia con las potencias extranjeras, en especial con Brasil y Gran Bretaña, requería de una atención constante. 

Las sesiones en Buenos Aires estuvieron marcadas por un sentido de urgencia, pues los congresales sabían que el tiempo para consolidar la emancipación era limitado. 

A pesar de las divisiones internas, había un reconocimiento compartido de que la supervivencia del proyecto que se había gestado y dependía de la capacidad del Congreso para actuar con decisión y unidad.

Una nueva etapa en Buenos Aires

El traslado a Buenos Aires también trajo consigo un cambio en la dinámica política. La cercanía con el poder ejecutivo y con los principales actores económicos y sociales de la capital influyó en las decisiones del Congreso, que ahora debía lidiar no solo con las amenazas externas, sino también con las crecientes presiones internas. 

La ciudad, con su compleja vida política y sus intrincadas redes de influencia, ofrecía un entorno muy distinto al de Tucumán, donde la lejanía había permitido un cierto grado de independencia en las deliberaciones.

Pero más allá de los desafíos inmediatos, el traslado del Congreso dejó una huella profunda en la memoria colectiva de la nación. Fue un momento de transición, un acto que simbolizó la capacidad de adaptación de un cuerpo político que, a pesar de las dificultades, supo mantenerse fiel a sus principios fundacionales. 

La frase "Nos mudamos de asiento cuando no de intención" se convirtió en un mantra que resonó en las generaciones posteriores, recordando que, aunque las circunstancias puedan cambiar, la esencia de un proyecto nacional debe permanecer inalterable.

Símbolo de tenacidad popular

Hoy, al mirar atrás, podemos ver en este episodio no solo una decisión política, sino también una muestra del coraje y la resiliencia de un grupo de hombres que, a pesar de las diferencias y las adversidades, supieron mantenerse firmes en su propósito. 

El Congreso errante, que partió de Tucumán para asentarse en Buenos Aires, sigue siendo un símbolo de la tenacidad de un pueblo que, contra todo pronóstico, logró forjar su propio destino.

Las Provincias Unidas, nacidas de la voluntad y el sacrificio, encontraron en este episodio una lección perdurable: la unidad y la determinación son esenciales para la supervivencia y el éxito de una nación en formación.

El traslado a Buenos Aires, aunque necesario, marcó el inicio de un nuevo capítulo que posteriormente se vio empañado por las luchas intestinas que dieron origen a una contienda de pensamiento entre federales y unitarios que se prolongó por más de tres décadas.

Las decisiones tomadas en la capital influirían profundamente en el destino del país, y las lecciones aprendidas durante ese difícil proceso seguirían resonando en las décadas posteriores.

El Congreso, que se había establecido en la pequeña ciudad del Norte, se enfrentaba ahora al desafío de mantener su integridad y su visión en un entorno mucho más complejo y cambiante. 

Finalmente fue disuelto en 1820.