"El clima político en Chile ha experimentado un cambio radical en los últimos cuatro años. Mientras la elección del presidente Gabriel Boric se dio en un ambiente ligado al estallido social, donde se cuestionaban las reglas del juego, incluida la legitimidad de origen de la Constitución de 1980, la situación actual es de hastío y cansancio ciudadano", así describió a Círculo Político la analista política chilena María José Noudon.
La sociedad chilena ha girado hacia la demanda de autoridad, orden y seguridad. Estos valores, históricamente asociados a la derecha, son la base de la actual situación electoral. Las encuestas sugieren que cerca del 60% de los chilenos votaría por un candidato de derecha, en una elección que presenta a tres contendientes de ese sector altamente competitivos. Se presume que el candidato de derecha que acceda a la segunda vuelta tendrá las mayores posibilidades de ser el próximo presidente de Chile.
Promesas Incumplidas
El gobierno de Gabriel Boric llegó al poder con la promesa de atender las insatisfacciones sociales que desencadenaron el estallido social, enfocadas en prestaciones de salud, educación y pensiones. Su mandato se inició con el objetivo de hacer de Chile la "tumba del neoliberalismo". Sin embargo, la promesa se vio frustrada, inicialmente con la derrota del primer proceso de reforma constitucional el 4 de septiembre.
Existe una enorme frustración ciudadana debido a la sensación de un gobierno con serios problemas de gestión, que no ha logrado materializar efectos en la educación. Además, se percibe que este gobierno, que llegó con una supuesta legitimidad moral y tomando las calles, no la ha sostenido.
Seguridad y crisis migratoria
La calidad de la vida pública, especialmente en Santiago, se ha deteriorado significativamente. Si bien en los barrios turísticos la inseguridad puede no percibirse, la situación es muy distinta en otros sectores de la capital y a lo largo de Chile.
El pueblo chileno experimenta la sensación de haber perdido su baluarte de orden y seguridad. La preocupación se ha agudizado debido a una migración masiva no regulada ni programada adecuadamente. Aunque Chile ha tenido olas migratorias de haitianos, colombianos y peruanos, la que está más en cuestión se relaciona con la crisis de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Esta migración es fuerte en volumen y ha generado dificultades de gestión y regulación.
Aunque hay muchos venezolanos que han entrado legítimamente y aportan al país, la percepción ciudadana relaciona el aumento de la delincuencia e inseguridad con el incremento de los inmigrantes ilegales, de los cuales no existe registro ni facilidad para la persecución penal.
Tal es el peso de esta nueva realidad política que todos los candidatos, incluso aquellos de izquierda que hace cuatro años defendían la migración como un derecho, han modificado sus propuestas y han incorporado el orden y la seguridad como ejes centrales de sus programas. La recuperación de la seguridad perdida es un deseo clave para los chilenos y es lo que, en gran medida, está en juego en la próxima elección.

