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La chispa de la Revolución: Primera Junta de Gobierno en Montevideo

La verdad histórica sobre la Revolución de Mayo es mucho más compleja que la que nos enseñaron, y eso nos lleva a repensar la comprensión sobre ella

13 Mayo de 2024 - 10:20

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El 25 de mayo de 1810 marca un hito en nuestra historia: la creación de la Junta de Gobierno. Aunque esta fecha ha sido ampliamente difundida como el inicio de nuestra emancipación de España, la verdad histórica es mucho más compleja.

La idea de que la Primera Junta de Gobierno se estableció en Buenos Aires es incorrecta. De hecho, fueron los uruguayos, a través del Cabildo de Montevideo, quienes formaron la Primera Junta en apoyo al monarca Fernando VII el 21 de septiembre de 1808, con Francisco Javier de Elío como presidente.

Esta revelación arroja una nueva luz sobre nuestro pasado y nos lleva a repensar nuestra comprensión de la historia.

La invasión napoleónica a España

En el telar de la historia, el año 1807 fue marcado por la invasión napoleónica en la península ibérica. Cada hebra de este tejido histórico estaba imbuida de diplomacia y guerra.

La expansión del bloqueo continental, diseñado por Napoleón para asfixiar económicamente al Reino Unido, desencadenó la invasión de Portugal. El príncipe regente portugués, Juan, se mostró renuente a ceder ante las demandas francesas, desatando así el avance de las fuerzas de Bonaparte.

Con astucia militar, Napoleón movió sus fichas con precisión. El ejército francés, bajo el liderazgo del general Junot, atravesó la frontera española el 18 de octubre, avanzando decididamente hacia Portugal.

El Tratado de Fontainebleau, firmado poco después, selló el destino de Portugal al ser dividido entre Francia y España, mostrando la habilidosa manipulación política del líder francés.

A medida que las tropas franco-españolas avanzaban sin apenas resistencia, las Juntas locales surgieron como bastiones de la resistencia. Desde el Norte montañoso hasta las regiones más meridionales, el espíritu de resistencia se encendió, desafiando con valentía la ocupación extranjera en cada rincón del territorio.

Al mismo tiempo, en los círculos políticos y palaciegos, la intriga alcanzó su punto máximo.

La llegada de Murat a Madrid marcó el comienzo de una nueva fase en el conflicto, donde las alianzas cambiantes y las traiciones se convirtieron en moneda corriente.

Mientras tanto, la familia real española, presa de la incertidumbre y el temor, tomó la decisión desesperada de emprender un viaje hacia América en un intento por asegurar su corona.

En medio de este torbellino político y militar, Fernando VII emergió como un símbolo de resistencia al negarse a abdicar en favor de Napoleón. Mientras tanto, en Bayona, las negociaciones políticas se sucedían con una rapidez vertiginosa, marcando el destino incierto de España y sus territorios de ultramar. Aunque la guerra aún estaba lejos de terminar, el curso de la historia ya había sido alterado irrevocablemente por la valentía y determinación del pueblo ibérico.

Todos contra el invasor francés

En medio del caos provocado por la fragmentación del gobierno, surgieron las Juntas locales como símbolos de resistencia. El histórico Bando de los alcaldes de Móstoles, liderado por Andrés Torrejón y Simón Hernández, desafió la autoridad de la Junta Suprema de Gobierno, marcando el inicio de la rebelión.

El 9 de junio de 1808 nació la Junta General del Principado en Asturias, desafiando las presiones del gobierno central y encendiendo la chispa de la resistencia en la región.

Desde Valencia hasta Zaragoza, la insurrección se propagó rápidamente, liderada por figuras como José de Palafox y Melci. En Murcia y Sevilla, nuevas Juntas se formaron, declarando la guerra contra los franceses.

Estos actos de valentía marcaron el comienzo de una lucha que cambiaría el destino de España para siempre.

Nacen las Juntas en América

Mientras tanto, en los territorios de América del Sur las Juntas surgieron como respuesta a la crisis política y la incertidumbre generada por los acontecimientos peninsulares. Ante la invasión napoleónica y la abdicación forzada de Fernando VII, estos territorios se enfrentaron a un dilema: ¿cómo debían organizarse y gobernarse en ausencia de un poder central efectivo?

En este contexto surgieron dos posturas claramente diferenciadas.

Por un lado, los sectores más conservadores, compuestos principalmente por altos funcionarios del gobierno y la Iglesia, abogaban por mantener la estructura de poder existente. Consideraban que la continuidad en los cargos de virreyes, gobernadores y otras autoridades era esencial para preservar la estabilidad.

Por otro lado, se planteaba conservar cierta autonomía hasta finalizar el conflicto, estableciendo sus propias instituciones de gobierno en ausencia del monarca. Esta postura estaba respaldada por argumentos legales, filosóficos e históricos.

La divergencia de opiniones se tradujo en la formación de Juntas de gobierno locales en varios territorios americanos. A través de los cabildos y otras estructuras municipales, los criollos expresaron su lealtad a Fernando VII y establecieron órganos de gobierno que actuaban en su nombre.

Estas Juntas asumieron diversas funciones, desde la administración local hasta la defensa militar, y se convirtieron en el principal canal de expresión política y social en las colonias.

Las Juntas, sin embargo, no estaban exentas de tensiones internas y contradicciones. Algunas surgieron de manera espontánea y efímera, mientras que otras perduraron en el tiempo y ejercieron un poder significativo sobre sus territorios.

Un enviado por Napoleón

En agosto de 1808, Buenos Aires se vio envuelta en un tenso enfrentamiento cuando el enviado de Napoleón, el marqués Claude-Henry-Étienne Bernard de Sassenay, llegó con la misión de obtener juramentos de lealtad al nuevo monarca, José I.

La situación se volvió hostil cuando los representantes locales rechazaron firmemente reconocer al nuevo rey e incluso intentaron atentar contra la vida del comisionado galo. Ante la gravedad del conflicto, el virrey Liniers buscó calmar la situación y garantizar la seguridad del enviado francés, quien finalmente fue repatriado a Europa tras ser arrestado en Montevideo.

El gran dilema de Liniers

En medio de la invasión napoleónica la posición de Santiago de Liniers como virrey interino de las Provincias del Río de la Plata se vio comprometida por su origen francés, y su reunión con el enviado de Napoleón avivó las dudas sobre su lealtad.

Al emitir una proclama el 15 de agosto sin referirse directamente a Fernando VII, generó malestar y especulaciones sobre sus verdaderas intenciones. Algunos lo tildaron de oportunista, mientras otros lo acusaron de simpatizar con los franceses.

La actitud de Liniers en este contexto fue interpretada de diversas maneras. Ante esto, el Cabildo de Buenos Aires reaccionó con firmeza y el 21 de agosto proclamó y juró a Fernando VII como soberano español, dejando claro su rechazo a cualquier otra autoridad. Además, se le conminó a Liniers a mantener la lealtad al monarca legítimo.

Mientras tanto, el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío, acusó a Liniers de traición y deslealtad, a lo que éste último nombró al capitán de navío Juan Ángel Michelena para liderar Montevideo y arrestar al gobernador Elío y llevarlo preso hacia Buenos Aires.

Nace la Primera Junta de Gobierno

La llegada de Michelena el 20 de setiembre de 1808, en la otra orilla del Río de la Plata trajo la reacción del cabildo de Montevideo y el apoyo a Elío. En un giro histórico, la voz del pueblo se alzó el 20 de septiembre de 1808 en un clamoroso pedido de cabildo abierto, una demanda que resonaría en las altas esferas del poder colonial.

Con asombro y quizás cierto temor ante la magnitud del reclamo popular, el cabildo y el gobernador accedieron a la solicitud, convocando a un encuentro sin precedentes para el día siguiente.

El ambiente estaba cargado de expectativas cuando 19 personas, elegidas por aclamación del pueblo, se unieron a la asamblea de 55 personas. Encabezada por Elío, la asamblea incluía a representantes de todos los ámbitos de la sociedad, desde líderes religiosos hasta funcionarios civiles y militares.

Utilizando una fórmula legal de "obedecer, pero no cumplir", basada en el Derecho de Indias, la asamblea desafió las órdenes de Liniers argumentando que no podían relevar a Elío mientras Michelena estuviera ausente.

En un movimiento audaz, la asamblea decidió constituirse en Junta de Gobierno, siguiendo el ejemplo de las Juntas creadas en España en nombre de Fernando VII.

Se nombraron asesores y un secretario, estableciendo su autoridad sobre las decisiones militares y civiles en la región. A pesar de la desaprobación de la Real Audiencia de Buenos Aires, la Junta se instaló en el Fuerte, desafiando la autoridad del virrey interino.

La tensión creció cuando la Audiencia pidió la disolución de la Junta y la destrucción de sus actas, una orden que Elío rechazó. Liniers, en respuesta, cortó toda comunicación con Montevideo y detuvo a los oficiales basados en la ciudad que se encontraban en Buenos Aires. Sin embargo, la Junta resistió, enviando un mensaje claro de desafío al poder central.

El conflicto se intensificó cuando el Cabildo de Montevideo instó a Buenos Aires a deponer a Liniers, marcando el inicio de una lucha política que dividiría la lealtad de la región.

A pesar de los intentos de una expedición militar para suprimir la Junta, encabezada por Bernardo de Velasco, esta no llegó a concretarse.

Finalmente, la llegada de un nuevo representante del rey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, el 30 de junio de 1809 puso fin a la Junta de Montevideo, aunque su legado como la primera Junta en Hispanoamérica quedará grabado en la historia.