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“Traiciones”, vendettas y vuelta a foja cero

La vuelta de la Ley Ómnibus a comisiones en Diputados pone entre signos de pregunta cómo podrá avanzar el Gobierno para lograr su objetivo de déficit cero

07 de febrero, 2024 - 12:30

Apremiado por las circunstancias, el presidente Javier Milei ordenó este martes retirar el proyecto de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados cuando se trataba punto por punto la norma que había sido aprobada en general la semana pasada.

Lo hizo desde Israel cuando empezó a ver que la resistencia de la oposición era de mayor magnitud que lo que imaginó en un principio, demostrada con la falta de votos en artículos clave referidos a las reformas del Estado, sobre todo en el capítulo vinculado a las privatizaciones.

Con el retiro del paquete de propuestas, Milei vuelve a la misma situación con la que llegó al Gobierno el 10 de diciembre pasado, es decir con un grupito escaso de legisladores pero con el importante apoyo del 56% de los votos, aunque sabe que el respaldo electoral puede no ser eterno y tener plazo de vencimiento según el humor de la sociedad.

Con ese capital sigue siendo un Gobierno débil frente a un Parlamento hostil a todas luces, en el que deberá empezar de cero a trenzar acuerdos –nunca tan bien aplicado el verbo “trenzar”– para subir otra vez, como el mítico Sísifo, cuesta arriba con una pesada carga en sus espaldas.

Así las cosas, y teniendo en cuenta los tiempos de discusión tanto en Diputados como en Senadores, algunos han dicho que más o menos en Navidad podría brindar por la aprobación de la abultada ley, si es que, por el contrario, no festeja antes la oposición en caso de que se caiga definitivamente.

Milei –una rara avis antipolítica que detesta a los políticos, pero necesita de ellos– tiene la necesidad de contar con una ley a la medida de sus pretensiones, pero choca de frente con otros intereses, como los de algunos gobernadores que siempre piden que les den más a cambio de prestar su apoyo, y patalean cuando les quitan recursos en una emergencia porque no aprendieron a administrar una provincia sin tirar manteca al techo.

En ese escenario, el Presidente los trata de “traidores” y “extorsionadores” y los amenaza con que “pagarán caro” su osadía de no ceder a sus pretensiones. ¿Será quizás mediante el recorte de fondos a las provincias? La justificación puede ser, entonces, que “no hay plata” porque no hay ley.

Es una pelea de la que no se conoce su resultado, pero en la que el desaparecido gobernador de Córdoba Eduardo Angeloz siempre daba como ganador al Gobierno central. Habrá que ver si esa idea se sigue dando ahora en la lucha de la antipolítica contra la política.

Por ahora, y hasta que Milei pueda poner en discusión otra vez –no se sabe cuándo ni con qué resultado– la Ley Ómnibus, deberá refugiarse en la baja de la inflación para mostrarla, si continúa en ese camino descendiente o en el peor de los casos en un nivel más o menos estable, como un logro de su gestión frente al desastre en que estaba sumido el país cuando llegó al poder. Un objetivo nada despreciable, por cierto.

También lo ayudan a construir su relato, hechos como los aplausos de la oposición dura en el recinto al retirar el proyecto, los dichos de Moyano hijo amenazando al ministro Caputo con tirarlo al río o las manifestaciones violentas frente al Congreso, que provocan el rechazo de casi toda la sociedad y podría darle más apoyo.

Mientras, amenaza con plebiscitar sus propuestas o gobernar con decretos de emergencia, algo que no puede hacer quien se precie de democrático, pese a que así lo hicieron durante muchos años los que ahora se rasgan las vestiduras proclamando que “la Patria no se vende”.

Lo que no se le puede achacar a Milei es que esté haciendo lo contrario de lo que prometió en la campaña y con eso atrajo a los votantes. Una especie de “honestidad intelectual” que no mostró Carlos Menem, quien llegó a reconocer que si decía lo que pensaba hacer no hubiera ganado la Presidencia.

El Presidente se metió en un laberinto que no se puede analizar desde la lógica política porque aprieta el acelerador, apurando los tiempos y forzando situaciones, enfrentado a “la casta” y a veces hasta a sus colaboradores más cercanos, buscando así recostarse en el apoyo de los votos conseguidos en la elección del año pasado.

Esto puede ser un peligro, o, por el contrario, la única posibilidad de llegar rápido a la salida y cumplir su promesa de construir una “Argentina distinta”.