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‘Napoléon’, de Ridley Scott, una mala película... de amor

La película Napoleón, de Ridley Scott, no cubre –de ninguna manera– las expectativas que había despertado, pero nos sirve para confrontar la campaña del gran corso con la épica libertadora del General San Martín y poner de relieve las cualidades éticas y humanas de nuestro héroe nacional

01 de diciembre, 2023 - 08:38

Los tráileres, como se les dice ahora, o las colillas, como se las denominaba antes, eran muy prometedoras. Se lo veía al actor Joaquín Phoenix cargando con su sable en alguna de las tantas batallas libradas por Napoleón, el emperador de los franceses.

Por otro lado, la película venía respaldada por el prestigio de un director de culto, Ridley Scott, responsable de numerosos éxitos de la pantalla grande como Gladiador, Alien y Los duelistas, sólo por recordar a los más conocidos entre ellos.

Tanto fue así que nos tentamos y escribimos sobre ella antes de verla (ver: Napoleón lo hizo de nuevo, https://ciudadano.news/otro-punto- de-vista/napoleon-lo-hizo-denuevo).

Pero, luego de asistir a su presentación en Cinemax de su versión de 157 minutos, pues hay otra que no hemos visto que tiene una duración de cuatro horas, la decepción fue grande.

No estamos solos en esta frustración, ya que el autor del best sellers Arturo Pérez-Reverte, por ejemplo, nos cuenta: “Ayer vi la película. Para quien sepa poco sobre el personaje, puede resultar interesante. A quien lo conozca, la asombrosa ausencia de rigor histórico, político y militar puede parecerle, como a mí, un disparate indigno del hombre que dirigió la obra maestra Los duelistas.

Entonces, ¿Napoleón, de Ridley Scott, es una mala película? Vamos a ello:

1º) Los personajes son tratados bajo los estereotipos cuasi xenófobos de la furia gala y de la flema anglosajona. En ese sentido, los franceses son presentados como pasionales, estúpidos y atolondrados. Por su parte, los ingleses salen bastante mejor parados, pues hacen siempre gala (al menos) de su fría educación y contención emotiva. Además, grandes personajes del periodo no aparecen o solo tienen apariciones fugaces.

2º) Muchos dicen que la película está recortada, con la secreta esperanza de que la versión más larga la mejorará. Personalmente, lo dudo. Aprecio que solo se agregarán más escenas para explicar lo mismo que se ha sintetizado en la versión corta para los cines. Y lo que hay ya no es bueno, más bien lo contrario, por lo que no cabe esperar un gran cambio.

3º) A los que nos dicen que no es un documental, sino una película de entretenimiento, les respondemos que tampoco es una que entretenga, más allá de sus evidentes fallos históricos. Es solo una sucesión de escenas bien filmadas, eso sí, que pretenden ser épicas, pero que logran exactamente lo contrario.

4º) Los personajes principales, vale decir, el propio Napoleón y su amor, Josefina, carecen de personalidad y de carisma. Más bien, parecen dos adolescentes nerviosos incursionando en las artes del amor.

5º) Obviamente, está soberbiamente filmada. Se destacan, además, la fotografía, el vestuario y la ambientación de época. Tal vez, por eso mismo los tráileres fueron tan atractivos como engañosos.

6º) Las batallas, uno de sus puntos fuertes, no logran transmitir al espectador su drama humano, como se logró, por ejemplo, con las batallas ficticias de Gladiador, del mismo director. La Campaña de Rusia, uno de los enfrentamientos bélicos más grandes de la historia universal, sólo merece unas pocas escenas deshilvanadas. A la fatal batalla de Borodino, se la sintetiza en 30 segundos de imágenes superpuestas sin ningún hilo conductor narrativo. De Waterloo, la batalla final, se pueden rescatar las cargas de las respectivas caballerías, los duelos de artillería y los cuadrados defensivos de la infantería inglesa. Pero no alcanzan para borrar la mala impresión.

Más allá de lo expresado, su pecado mortal es no haber podido capturar, al menos desde lo cinematográfico, a esa gran figura que fue Napoleón, sobre el que no podemos tener dudas sobre su significancia histórica. Baste decir cómo su figura se une a nuestra historia a través de nuestra principal figura, la del general San Martín, quien tiene sus puntos en común con el Emperador a la par que grandes diferencias vitales.

Valga recordar que el joven San Martín, por esos momentos un oficial de los Ejércitos del Rey de España fue condecorado por su heroica participación en la primera gran derrota de las tropas napoleónicas en España, la batalla de Bailén.

Tampoco podemos obviar las similitudes de nuestro héroe nacional con el galo. Desde su sable corvo hasta sus legendarios granaderos a caballo, ambos inspirados en las gestas del Emperador.

Pero, la principal diferencia que los separa está en el plano de lo ético. Como muy bien se encarga la referida película de remarcar en los títulos finales, las victorias y derrotas del Gran Corso que asolaron Europa por 15 años, produjeron la friolera de 3 millones de muertos.

Por el contrario, las campañas libertadoras contribuyeron a la independencia de varios países sudamericanos. Y cuando San Martín se dio cuenta de lo inconducente de su presencia por la falta de apoyo –entre otros, del gobierno de Buenos Aires–, optó por su exilio.

Esto, sin mencionar que nunca ciñó sobre su cabeza los laureles de un dictador, pese a que les fueron ofrecidos más de una vez. Con suprema sabiduría de vida eligió el tiempo al derramamiento de sangre.

 

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.