Carlos Vargas
8 Agosto de 2024 - 21:34
Era el año 1973, octubre. Mi cabeza estaba llena de cosas no muy claras. El colegio San Buenaventura, Perón presidente, Aprendizaje de Sui Generis, Libre de Nino Bravo, Huracán de Parque Patricios campeón, Cafiero interventor, el autocine de El Challao, Monzón campeón del Mundo, San Martin campeón de la Liga Mendocina, Titanes en el ring y Peucelle campeón Nacional.
¡Cuántas cosas! Pero nada, nada más fantástico que el Víctor Legrotaglie jugando en la Lepra. Sí el Víctor, el Darío Felman, El Negro Guayama, el Documento Ibáñez y el Negro Méndez más los nuestros, el Patuleco Cabaleiro, el Cura Vergara, El Gringo Mémoli, el Chirola Ibáñez.
¿Qué me van a hablar de equipo? Era lo máximo que había en Mendoza y se venía el Nacional. No había nada más importante para mí que ver a la Lepra codo a con los grandes del fútbol argentino.
El domingo 28 de octubre fue diferente, no llegaba nunca, dormí poco, estaba nervioso. Madrugué, me puse la azul de piqué que mi viejo me había comprado en casa Bermúdez con el 4 de cuerina en la espalda. Cada minuto era una hora, no veía el momento que el viejo me dijera: "vamos".
Almorzamos temprano en lo de la abuela, nos subimos al 3cv y partimos. ¿Adónde?
Y sí. Jugaba Boca, sí Boca. Era la época de Sánchez, Mouzo, Tarantini, Pernía, Rogel, Benítez, Potente, Curioni, Guerini entre otros, el Boca de los pantalones bicolor contra la Lepra, en el Gargantini, con el Gringo, el Víctor, el Cura, el Tucho, el Darío, el Chirola.
Dejamos el auto en la Arístides cerca de Tiburcio Benegas, una Arístides, tranquila, pasmódica, solo se alteraba los domingos con el ir y venir de los hinchas azules.
De la mano del viejo orgulloso, inquieto, saltando y cantando: "arriba la leee, arriba la leee". El trole explotaba de gente, hacía calor, mi camiseta de piqué ya estaba sudada desde la mañana, ¡qué locura, qué sensación, qué sentimiento!
Entramos a la cancha, explotaba de gente, siempre íbamos a la norte, era la tribuna de socios. Nos acomodamos atrás del arco, de 'dorapa', no había lugar.
En el primer tiempo tenía a Rubén Omar Sánchez, vestido de amarillo adelante mío. Partido trabado sin mayores consecuencias. Los caudillos alentando, yo viendo el partido colgado de la tela, asombrado con los huevos de Mémoli, la calidad de Vergara y el toque de Legrotaglie.
El patuleco Cabaleiro, la figura de la tarde, sacaba pelotas de todos lados. Se fue el primer tiempo, arrancó el segundo: Cabaleiro al arco norte, vestido todo de blanco. Yo le gritaba enloquecido: ¡¡¡Patuleco, Patuleco!!!
Siguió atajando de manera increíble, la Lepra se afirmó y empezó a dominar y a dominar. iban algo como 38 minutos del segundo tiempo creo. Se escapó el Chirola Ibáñez por la derecha hacia el arco de la sur, la jugó al medio; el Víctor la dejó pasar y el Documento Ibáñez le pegó como vino: ¡¡¡Goooooooooooooooooooool!!!
Síiii, gol de la Lepra. Nunca fui tan trapecista como en ese momento, grité el gol como pocas veces en mi vida, trepé al alambrado hasta lo más alto y de ahí me tiré a los brazos de mi viejo.
Me abrazó, nos abrazamos. Uuuuuuy, todavía siento su abrazo, no nos podíamos soltar. Gritábamos enloquecidos, él me besaba la cabeza. Cuando dejé de gritar lo ví, estaba con lágrimas el viejo y yo también. La gente se abrazaba y cantaba: '¡¡¡arriba la leeee, arriba la leee!!!'
Y en unos minutos el final...
Locura total, descontrol. Volví a treparme a la tela y salté a la cancha. Desafié todas las leyes de gravedad y medidas de seguridad, corrí y lo alcancé en la medialuna del área a Cabaleiro. Lo abracé con emoción y pasión. Él también me abrazo y corrí a la popular sur, ya habían saltado a la cancha muchos pibes, era una locura, le ganamos a Boca. ¡¡¡Sí señor, a Boca!!!!!!!
No sé cómo. De verdad que nunca pude recordar bien cómo, pero me reencontré con mi padre y volvimos abrazados por la Arístides hasta dónde estaba el 3cv. Enrollamos la capota y yo con medio cuerpo afuera partimos hasta Emilio Civit y fuimos al centro en caravana. Quizás sea uno de los momentos más hermosos de mi vida.
Hace 51 años me desperté con esa misma emoción. El próximo sábado, la Lepra y Boca volverán a verse las caras en Primera. El viejo ya no está, el 3cv tampoco, quizás ya no tenga la agilidad del 73. La pasión si está, con un par de guerras encima, pero pasión al fin.
Volveré a la cancha con mis hijos, con mi pareja, quizás si alguien me ve con alguna lágrima en los ojos, es porque aún recuerdo el octubre del 73, con el Gringo y el Víctor vestido de azul, ganándole a Boca.
Viva el fútbol, viva la pasión. Sólo la emoción nos mantiene vivos.
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