Tatuajes: cómo afectan a la salud las tintas y pigmentos

El tatuaje es un hábito milenario, habiéndose encontrado rastros de ellos en cuerpos de hasta 5300 años de antigüedad, que ha tenido a lo largo de la historia diferentes significados, desde estéticos hasta rituales, y en muchos casos como identificación de pertenencia. En nuestros días, y particularmente en los últimos años han proliferado y tatuarse forma parte de un hábito absolutamente normalizado.

Pero siempre está la pregunta de cuán inofensivos resultan para nuestra anatomía, teniendo en cuenta que son para toda la vida, porque aunque hay técnicas que permiten removerlos, ello es lento, costoso y sin garantías de que no queden huellas. 

Según científicos alemanes y franceses, autores de un trabajo que ha sido citado por la Asociación Toxicológica Argentina, "las sustancias de los tatuajes viajan por el cuerpo hasta los ganglios linfáticos".

En sí, el tatuaje introduce diferentes tintas y pigmentos en parte superior de la dermis. Cada imagen son miles de heridas mediante las cuales la aguja introduce la diminuta mancha de color, a modo de píxeles, que terminarán formando la imagen. “La piel es la primera barrera del sistema inmunitario y está repleta de células defensivas de acción rápida que pueden entrar en acción cuando se viola” explicó médica viróloga de la Universidad de California, Juliet Morrison, y “la directiva principal de esas células es detectar cualquier cosa extraña y destruirla para que pueda comenzar el proceso de curación”.

La piel hace eso todo el tiempo, con cada herida, cicatriz, quemadura, pero parece que cuando se trata de tatuajes las partículas de los pigmentos son voluminosas y difíciles de degradar para las enzimas de las células inmunitarias.

Cuando las tintas son “tragadas” por células inmunes como los macrófagos que viven en la piel, que devoran patógenos y desechos celulares las partículas de pigmento se alojan en las entrañas de los macrófagos y “se niegan” a descomponerse. Cuando la tinta es visible en la superficie del cuerpo, no solo está entrelazada entre las células de la piel, sino que deja en evidencia que los macrófagos no pueden digerirla.

Pero parece que este trabajo permanente de las células inmunitarias podría disminuir la respuesta inmune frente a futuras infecciones, bacterias o virus. Las agujas de tatuar producen heridas, y la respuesta del sistema inmunitario se orienta principalmente hacia la denominada inmunidad tipo 2, que posee un componente reparador asociado muy importante.

Este tipo de reacción está especializado en defendernos frente a gusanos (helmintos) y en eliminar y neutralizar agentes tóxicos como los venenos de picaduras de avispas o serpientes. Es la inmunidad que, cuando se desregula, origina las alergias comunes.

Cuando el tatuaje se ha fijado definitivamente se hace una barrera de contención y cesa ahí la reacción inflamatoria, pero si la persona se sigue haciendo tatuajes esa estimulación permanente activa podría tener algún efecto a largo plazo.

En 2022, investigadores de la Universidad de Grenoble Alpes y el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, estudiaron el efecto sobre los macrófagos de pigmentos de cobalto y zinc utilizados para tatuajes, y probaron que los pigmentos parecen tener un efecto proinflamatorio intrínseco moderado.

Este efecto, sin embargo, puede persistir en el tiempo. Los macrófagos que han internalizado los pigmentos a base de cobalto o zinc tienen una menor capacidad de respuesta a una infección bacteriana y su capacidad para responder a estímulos inflamatorios disminuyen, y este efecto es persistente.

Los resultados de este estudio, consideraron los autores, aporta una explicación “sobre las alteraciones de ciertos mecanismos moleculares y celulares asociados con la aparición de enfermedades cutáneas crónicas en pacientes tatuados”.