Jóvenes atrapados en el círculo vicioso de la salud mental

La sombra de la ansiedad y la depresión se cierne sobre la juventud. Una reciente investigación, impulsada por la Generalitat, ha revelado una realidad alarmante: los problemas de salud mental entre los jóvenes no sólo están aumentando, sino que se están cronificando. Tres de cada diez jóvenes confiesan tener un bajo nivel de bienestar emocional, lo que los pone en riesgo de desarrollar trastornos más severos.

Desigualdades: la raíz del malestar

Las cifras son claras: las jóvenes de bajos recursos y con menor nivel educativo son las que más sufren por problemas de salud mental. La desigualdad social se refleja directamente en nuestro bienestar emocional, dejando a los más vulnerables expuestos a un mayor riesgo de ansiedad y depresión.

Mujeres jóvenes, las más afectadas por la crisis mental. A pesar de los avances sociales, ellas siguen cargando con una mayor carga de estrés y ansiedad. Incluso aquellas con trabajos estables y sin problemas económicos reportan niveles de malestar casi el doble que los hombres en la misma situación.

La pandemia: un acelerador, no una causa

Si bien la pandemia de COVID-19 ha agravado la situación, no es la única culpable. Los problemas de salud mental entre los jóvenes venían gestándose desde mucho antes. La pandemia simplemente ha actuado como un acelerador, exacerbando las desigualdades preexistentes y poniendo de manifiesto la fragilidad de nuestro sistema de bienestar.

Factores sociales y salud mental

Casa, trabajo y salud mental: la ecuación perfecta (o no). Tener una vivienda estable y un empleo seguro se asocia con un mejor bienestar emocional. Sin embargo, muchos jóvenes se enfrentan a dificultades para acceder a estas condiciones básicas, lo que aumenta su vulnerabilidad.

La pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades laborales son factores clave que contribuyen al deterioro de la salud mental. Al no poder cubrir sus necesidades básicas, los jóvenes experimentan un mayor nivel de estrés y ansiedad, lo que a largo plazo puede desencadenar trastornos más graves.

Más allá de las terapias: la necesidad de un cambio social

Para abordar esta crisis, es necesario ir más allá de las intervenciones individuales. Si bien la terapia y los tratamientos farmacológicos son importantes, no son suficientes. Es fundamental actuar sobre las causas estructurales del problema, como las desigualdades sociales y económicas.

Necesitamos políticas públicas que promuevan la equidad, garanticen el acceso a vivienda y empleo de calidad, y fortalezcan los sistemas de apoyo social. Además, es imprescindible desestigmatizar la salud mental y fomentar una cultura de cuidado y prevención.

La salud mental de nuestros jóvenes es un problema complejo que requiere soluciones integrales. Sólo trabajando juntos podemos construir un futuro más saludable y equitativo para todos.