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La Antártida: ¿la última frontera por la cual pelear? (II)

La Argentina y Chile continúan con sus esfuerzos orientados a la defensa de sus intereses en ese territorio basados en su resolución y en sus privilegiadas posiciones geográficas, aunque no es una tarea fácil.

Emilio Luis Magnaghi

Por Emilio Luis Magnaghi

31 Mayo de 2024 - 09:43

Base Esperanza
Base Esperanza

Cuando estábamos escribiendo la primera parte de La Antártida: ¿la última frontera por la cual pelear? anunciamos que en la India había comenzado en Cochin, estado de Kerala, la 46ª Reunión Consultiva del Tratado Antártico (ATCM 46, por su sigla en inglés) y la 26ª del Comité de Protección Ambiental (CEP, por su sigla en inglés).  Y también anticipamos que habría novedades. Vamos a ellas.

Hoy sabemos que durante las sesiones, que se extendieron hasta el 30 de mayo, se produjo una dura confrontación entre el mayoritario bloque occidental, por un lado, y Rusia, Sudáfrica, Brasil y China, por el otro. Especialmente, la Gran Bretaña y los EE.UU. lanzaron argumentos ecologistas para que el organismo de aplicación del Tratado Antártico pase de adoptar sus decisiones por consenso total a hacerlo por mayoría.

Como anticipábamos en nuestro artículo anterior, esta postura  está lejos de beneficiarnos. Veamos por qué:

1º) El ya explicado descubrimiento ruso se ha producido en el Mar de Weddell en un sector pretendido por Gran Bretaña, por Chile y por nosotros. 

2º) Un rápido análisis de países con derecho a voto en el marco del Tratado Antártico, que son Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelandia, Noruega, Sudáfrica, Rusia, Gran Bretaña y los EE.UU., podemos deducir que apoyarán a Gran Bretaña, simplemente, porque son parte del Commonwealth británico y el Rey Carlos III es la cabeza de su Estado. 

Nos referimos a Australia, Nueva Zelandia y  Sudáfrica. A lo que habría que sumar al de su aliado más cercano y que son los EE.UU. Las simples matemáticas nos dan cinco votos sobre un total de doce. Muy cerca de una mayoría si adicionamos a otros países occidentales, tales como Francia, Japón, Bélgica y Noruega. Esto lleva la cuenta a nueve votos a favor y con los países sudamericanos como Argentina y Chile en minoría.

¿Qué hacer?

Como lo repetimos siempre, la historia es la mejor profecía, porque de algún modo la misma tiende a repetirse. Tal como lo veremos a continuación con dos agresivas operaciones lanzadas por la Gran Bretaña y los EE.UU. sobre la Antártida en su momento. 

Los primeros lo hicieron con la denominada y poco convencional 'Operación Tabarín' (así nombrada en honor al bar parisino donde fue planificada). La misma consistió  en el establecimiento de cuatro bases permanentes británicas, supuestamente, para evitar el uso de la Antártida por parte de los buques alemanes de abastecimiento a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Pero su verdadero objetivo, como quedó develado años después por el propio Foreign Office, no fue una reacción a las actividades navales del IIIer Reich sobre todo el continente blanco, sino en contra de las actividades desarrolladas por esos días y por esas aguas tanto por la Argentina como por Chile. [1] 

El profesor David Walton, en su libro Discovering the Unknown Continent,  coincide con esta interpretación y agrega que en realidad la fachada británica de la amenaza nazi estaba, en realidad, destinada al gobierno de los EE.UU., ya que nunca éste hubiera consentido una acción directa, tanto contra la Argentina como contra Chile. 

Los segundos lanzaron la muy promocionada y que aún sigue dando qué hablar a diversas teorías conspiranoicas. La famosa 'Operación Highjump' (1946-1947), que consistió en un grupo de maniobras militares que tenían por objeto probar equipos militares y tropas en condiciones antárticas, a la par de una demostración de fuerza y de su autoproclamación como supremos árbitros del nuevo continente.

La misma llamó la atención mundial por la magnitud de los medios militares desplegados: dos portaaviones, dos destructores, un submarino, cuatro buques logísticos y un rompehielos. 

Por su parte, tanto la República Argentina como la de Chile continuaron, contra viento y marea, con sus esfuerzos orientados a la defensa de sus intereses, aún frente al agresivo despliegue de medios más poderosos, pero basados en su resolución y en sus privilegiadas posiciones geográficas de partida.

Cabe remarcar que en esta despareja lucha no estuvieron ausentes los incidentes de fuerza por parte de Gran Bretaña contra las señales, las instalaciones y hasta contra el personal desplegado es esa inmensidad por ambos países. Si la sangre no llegó nunca al río, fue porque el espíritu de camaradería y de celo científico se impuso a la dura puja de los Estados en pugna. 

Saliendo de la descripción de los problemas y acercándonos a la propuesta de las soluciones, creemos que ha llegado el momento de retomar la política de Estado inaugurada por nuestro prócer máximo, el general don José de San Martín, que no es otra que la del 'Abrazo de Maipú', que tuvo lugar en 1818 entre él y el general chileno don Bernardo O´Higgins cuando se encontraron tras la victoria de la batalla de Maipú, en el marco de nuestras luchas por la Independencia americana.

Obviamente, no será una tarea fácil, pues como sabemos desde hace algunos años, la voluntad de varios gobiernos chilenos, especialmente a partir de la movilización de 1982 y de la Guerra de Malvinas, ha sido cooptada por la diplomacia británica. Sin embargo, hay que retomar la senda sanmartiniana.

No en vano un refugio antártico instalado en 1967 y reconstruido en el 2003 recibe ese nombre y es, actualmente, administrado por el Ejército Argentino y el de Chile. El mismo  está ubicado en el Cerro Dos Gemelos de la Península Antártica. 

[1] Al respecto se puede consultar: Sue Robertson, Operation Tabarine. Cambridge, British Antarctic Survey, 1993.

 

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El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.