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Memoria activa

Carlos Luffi, el peluquero más longevo de Mendoza: 91 años de pasión y arte

Conocé la historia de un ícono de Villa Hipódromo con su célebre peluquería. Desde su pasión innata por la navaja y la tijera hasta los clientes afamados.

Por Fernando Montaña

10 Agosto de 2025 - 19:00

Carlos Héctor Luffi, el peluquero de Villa Hipódromo
Carlos Héctor Luffi, el peluquero de Villa Hipódromo /Mariana Canessa

Seguramente la primera vez que Diego (Maradona) pateó una pelota, lo hizo con una inédita sabiduría ancestral, aun sin tener conocimiento de partidos, torneos o qué significaba ser un jugador de fútbol. Y Luis Alberto Spinetta, aunque no supiera lo que era un FA, RE o Sol sostenido, se dejó llevar por la musicalidad de las cuerdas cuando agarró una guitarra. Quizás Mercedes Sosa asimilaba el canto de una abuela desde su cuna, intuyendo lo que sería una canción y una manera de expresarlo.

Algo así sucedió con Carlos Héctor Luffi, quien a los 12 años entendió la pasión al levantar por primera vez una tijera y una navaja. Después de esto vendría la etapa de disciplinar la intuición en el célebre instituto L'Oréal, donde se formó para hacer del corte de pelo un verdadero arte.

El crédito de Villa Hipódromo

En un rincón de Villa Hipódromo, en la intersección de Pellegrini y Alvear de Godoy Cruz, Mendoza, se encuentra un salón que es mucho más que una simple peluquería. Es el santuario de Carlos Luffi, un hombre de 91 años cuya vida es un testimonio de pasión, dedicación y arte. Muchos lo reconocen como el peluquero más antiguo de Mendoza, y su historia es tan fascinante como los cortes que ha perfeccionado durante décadas.

El cartel de entrada al templo de don Carlos Luffi
El cartel de entrada al templo de don Carlos Luffi /Foto Mariana Canessa

La vocación de Carlos no fue una decisión, sino un llamado del destino que sintió a los 12 años. En esa finca de parras de su primer hogar en San Carlos, era el auténtico joven manos de tijeras. "Mi mamá me contaba que me encontraba las tijeras debajo de la almohada; yo tenía 5 años", relata risueño.

De la Finca y las peñas, a los Salones de L'Oréal 

Carlos siguió su intuición. A los 14 años, se mudó a la ciudad de Mendoza y comenzó su formación profesional, culminando sus estudios en el prestigioso instituto L'Oréal. Fue allí donde su talento innato se combinó con una técnica impecable, transformándolo de un simple "cortapelo" a un artista del cabello.

Uno de los tantos concursos ganados por don Luffi
Uno de los tantos concursos ganados por don Luffi /Foto Mariana Canessa

Pero hubo otro recorrido en su vida: el de la música. Junto al consagrado Jorge Viñas, recorrían peñas y patios con sus tonadas a dúo. "Jorge Viñas vivía en ese tiempo en Tunuyán, en Las Rosas. Nos íbamos al Valle de Uco a cantar tonada. Ahí se le daba mucho al churco y al vino. Yo no, gracias a Dios, porque mi viejo me había puesto orden en todo". 

"'Vos vas a salir a donde quieras, lo único que te voy a pedir es que me digas dónde estás. Nada más. No tocar lo que no es tuyo, no pelearte'", recuerda Carlos sobre ese mandato paterno. Y agrega que su papá para corroborar que se cumpliera con su premisa, olfateaba a su hijo al llegar para detectar si había bebido o no.

Esa conexión con lo artístico se trasladó a su oficio de coiffeur. El propio representante de L'Oréal en Argentina le entregaba los premios por su destreza con la navaja y la tijera. Su fama trascendió fronteras: muchísimos artistas consagrados se apersonaban en el umbral de su salón para retocarse el pelo o la barba para alguna actuación.

Las fotos de don Luffi con algunos de las personalidades que visitaron su salón
Las fotos de don Luffi con algunos de las personalidades que visitaron su salón /Foto Mariana Canessa

Desde artistas locales hasta figuras nacionales como el recordado cantor de tangos Argentino Ledesma y el humorista Luis Landriscina, que se convirtieron en clientes habituales cada vez que visitaban Mendoza. Sobre Argentino Ledesma, recuerda: "Como yo tocaba la guitarra, le gustaba que yo cantara algunas cosas cuyanas; tonadas, cueca y gatos. Y ahí, adonde están esas plantas (señala hacia el cantero de la vereda) se ponía él y cantaba Cuartito Azul (tango de Mariano Mores)".

Más tarde, los artistas le enviaban un auto para que, junto a su esposa Julia, fueran a disfrutar del espectáculo en la antigua confitería del Casino de Mendoza o en alguno de los teatros céntricos de antaño.

La pasión intacta

A sus 91 años, Carlos Luffi sigue atendiendo a sus clientes con la misma destreza y alegría que lo caracterizaron toda su vida. Trabaja de lunes a sábado, y su herramienta favorita sigue siendo la navaja, con la que crea cortes precisos y elegantes.

Cuando le preguntan por el secreto de su éxito, Carlos responde con humildad: "Acá se trabaja al gusto del cliente, no al gusto del peluquero". Esta filosofía, junto con la pasión que lo llevó a estudiar a los 12 años y su constante adaptación a los estilos modernos, lo han mantenido vigente a través de las generaciones.

Don Luffi preparándose para otra jornada laboral, como desde sus 12 años
Don Luffi preparándose para otra jornada laboral, como desde sus 12 años /Foto Mariana Canessa

Su historia, llena de recuerdos de su familia libanesa, su amor por la guitarra y las tonadas, y la tristeza de perder a Julia, es un reflejo de una vida plena y dedicada a lo que más le gusta. Para Carlos Luffi, la peluquería no es solo un trabajo; es su vida, su mayor alegría y una forma de poner en valor su arte con sus insustituibles tijeras y navajas.

"Chau, Carlitos", le dicen los vecinos a este personaje inconfundible al pasar por su local. Son casi las 5 de la tarde y algún abuelo, al que atendió de niño, espera para retocarse el pelo o la barba. En ese lapso llegarán sus nietos Natalia, Matías y Daniel, su nuera Mónica para compartir una media tarde con él. Es decir, lo que se dice un Luffi auténtico, una marca registrada.