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Traiciones y conspiraciones para impedir la Asamblea del Año XIII

Esta parte poco conocida de la historia tuvo como protagonistas a personajes con destacada participación en los hechos que dieron lugar a la independencia del reino de España

22 de enero, 2024 - 09:23

Desde los primeros días de nuestra educación escolar, nos contaron una historia épica de libertad y valentía: el 25 de mayo de 1810, quebramos los vínculos con el gobierno español, y el 9 de julio de 1816, nos emancipamos por completo.

Sin embargo, la trama real de aquellos años va más allá de la narrativa simplificada. Tras la creación de la Primera Junta Gubernativa Provisional y el nombre de Fernando VII, se sucedieron la Junta Grande, el Triunvirato y el Directorio, desencadenando luchas internas, asonadas, golpes de estado y conspiraciones lideradas por figuras destacadas de la época.

En medio de la agitación que marcaba las incipientes Provincias Unidas del Río de la Plata, y tras el golpe de estado contra el primer Triunvirato el 8 de octubre de 1812 –con la participación destacada de José de San Martín, el mayor Carlos M. de Alvear, Manuel Pinto y Ortiz de Ocampo– se propuso la convocatoria de una Asamblea General Constituyente.

Este llamado buscaba cambiar el rumbo establecido, cuestionando el statu quo y clamando por la restauración del régimen monárquico bajo el reinado de Fernando VII, aún prisionero en ese momento.

En este escenario caótico, algunos líderes aprovecharon la anarquía para consolidar su propio poder político.

Fue en este contexto de incertidumbre y reconfiguración política que un grupo liderado por los hermanos Passo, los Sosa y otros conspiradores se unieron en las sombras para tramar el desbaratamiento de la recién creada Asamblea. Su objetivo: impedir la formación de un órgano que amenazaba con cambiar el curso de la historia reciente.

Sombras de una traición

En la calurosa tarde del 17 de enero de 1813, en una quinta de uno de los complotados, la sombra de la traición se extendía sobre la ciudad de Buenos Aires. Aquel domingo marcó el inicio de una conspiración que, en las oscuras callejuelas de la historia, se convirtió en un momento intrigante y decisivo. Juan José Passo, el alma de la trama, junto a  su hermano Francisco y varios de sus seguidores, entre los que se contaban el doctor José Sosa y sus hermanos Hilario y Diego además de Juan Marcos Dongo, urdieron un plan que estremecería los cimientos de la incipiente nación.

Juan José Passo fue el alma de la trama secreta.

El epicentro de la confabulación se encontraba en la calle de las Tunas, hoy conocida como la Avenida Callao, allí albergaban un secreto que resonaría en los anales de la historia. En el cruce entre las del Temple y Santiago —actual Tucumán— se erguía la casa quinta de Francisco Passo. Este rincón, aparentemente tranquilo, se convertía en el epicentro de una trama que cambiaría los destinos de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

En los oscuros pasillos de la casa quinta, la conspiración tomaba forma. Los hermanos Passo, los principales conspiradores de esta trama oculta, dirigían los destinos desde la penumbra. El objetivo, era obtener el respaldo del Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del teniente coronel José de San Martín quien era una de la pieza clave en este juego de poder. La conexión con los hermanos Sosa, proveedores de pasturas para la noble caballada, añadía la complicidad que facilitaba la entrada de los conspiradores a este mundo de intrigas militares.

El juego se complicaba al abrir la conspiración a miembros de la Logia de Buenos Aires, como lo era San Martín y otros, un sector minoritario pero muy influyente en lo político y militar. Mientras tanto, José Sosa se aventuró a reunirse con figuras prominentes como comandante de Granaderos a Caballo, Ortiz de Ocampo y Zapiola. Aunque no se comprometieron, tampoco delataron la trama en gestación.

Se desata la conjuración

El 19 de enero, el doctor Juan Marcos Dongo, de origen peruano quien había estado en una revuelta en ese reino en 1805, se adentró en el cuartel de granaderos a caballo que se ubicaba en la zona del Retiro, incitando a la oficialidad media a rebelarse contra la elección de los diputados porteños. Su retórica apocalíptica resonaba: "era necesaria una guillotina en la plaza para los malos paisanos". Francisco, por su parte, movilizó a su gente, liderada por el enérgico Antonio Toledo.

Los argumentos esgrimidos apuntaban a la supuesta malevolencia de los diputados electos, acusándolos de intrigantes y disolutos. La fama de Bernardo de Monteagudo y los negocios turbios de Larrea eran la carnada para la desconfianza. La propuesta era disolver la convocatoria y establecer un nuevo Triunvirato, encabezado por el virtuoso Juan José Passo, convocando a una nueva Asamblea en abril.

La felonía revelada

Sin embargo, la confabulación comenzó a desmoronarse hasta el 21 de enero.

Ante esta posible asonada, el teniente coronel José de San Martín, Francisco Ortiz de Ocampo y Manuel Pinto, conscientes del peligro inminente, denunciaron la conspiración al gobierno.

El general San Martín se enteró del plan y lo denunció ante el gobierno.

Al conocerse la denuncia, Francisco Passo y los hermanos Sosa fueron buscado por un pelotón militar a sus casas e inmediatamente fueron apresados y desterrados, pero la intriga estaba lejos de su fin.

En la Guardia de Luján, en Buenos Aires, Francisco, Ildefonso Passo, Pedro Pablo Torres, Diego, Hilario y José Sosa enfrentaron varios interrogatorios. Las acusaciones, formuladas por Ortiz de Ocampo, San Martín y Pinto, dieron como resultad o que los conspiradores confesaron que estaban organizando un plan para evitar la reunión de la Asamblea, reemplazar el Triunvirato y mantener a Juan José Passo en su cargo.

El juicio

El proceso se convirtió en un extenso sumario, revelando conexiones entre sectores sociales diversos. La clase baja, por su parte, estaba representada por peones de aduana y habitantes de las quintas, se fusionaba con sectores intermedios como los Sosa. Los testimonios iluminaban las motivaciones de la conspiración.

La trama judicial, orquestada por Rodríguez Peña y Álvarez Jonte, se enfrentó a cuestionamientos. La defensa de los hermanos Sosa planteó la distinción entre cuestionar a los gobernantes y derrocar el gobierno, buscando atenuar la gravedad de sus acciones.

Silencios y estrategias

Curiosamente, Juan José Passo, hermano del principal sospechoso, evitó ser formalmente acusado. La Logia de Buenos Aires, silenció las divisiones internas del Triunvirato para evitar complicaciones en un momento crucial para el gobierno. La remoción de Juan José Passo, pese a su implicación, se materializó después de la instalación de la Asamblea.

Así concluyó este capítulo de conspiraciones en la joven Buenos Aires. La ciudad respiró aliviada, pero las sombras de la traición aún danzan en los recovecos de la memoria.