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El doble crimen en Mendoza que estremeció al país

Casimiro Iturralde y su esposa Francisca fueron asesinados con el objetivo de robarle 500 pesos

Por Redacción

29 de enero, 2024 - 09:25

En setiembre de 1899, en una de las calles del departamento Guaymallén, provincia de Mendoza, ocurrió una tragedia que conmovió al país.

Casimiro Iturralde –un respetado agricultor y vitivinicultor–, y su esposa, Francisca Cárdenas, fueron víctimas de un crimen brutal. Este oscuro episodio, que desencadenó un peligro latente para la seguridad pública, reveló en aquel momento un lado siniestro que amenazaba la paz en la tranquila comunidad.

Casimiro Iturralde había vendido vino producido en su pequeña bodega y fue asesinado junto a su esposa para robarle el dinero.

Fue tal la conmoción que provocó en la comunidad, que todos los diarios del país reflejaron el triste acontecimiento.

El enigma de los Iturralde

Desde las primeras horas de aquella fría mañana de septiembre, el rumor se esparció como un lamento en Guaymallén. Iturralde, un hombre trabajador y ejemplar, había sido asesinado junto a su esposa en su vivienda ubicada en la calle Las Cañas, muy cerca del actual Shopping Alto Dorrego.

El matrimonio, lejos de cualquier sospecha, fue sorprendido por la violencia despiadada de unos desconocidos. La ciudad, antes ajena a tales horrores, se enfrentó a la realidad cruda de un crimen planeado con precisión.

El escenario del asesinato, la casa y bodega de los Iturralde, se convirtió en el foco de la investigación por parte de la Policía. Detalles desgarradores emergían mientras se exploraban las habitaciones saqueadas, los armarios vaciados y la realidad inmisericorde de los cuerpos sin vida.

El misterio se profundizó aún más al no encontrarse rastro alguno de los garrotes empleados por los asesinos, quienes se llevaron consigo cualquier pista que pudiera develar a su identidad.

El crimen sacó a la luz una nueva y aterradora realidad: una banda organizada que eligió la muerte como medio para cometer un robo. El modus operandi, despiadado y coordinado, señaló un peligro latente que acechaba en las sombras, poniendo en jaque la seguridad de toda la comunidad debido a la escasa vigilancia, que aumentaba aún más el peligro.

Los pesquisas comenzaron a reconstruir cómo habían sido los hechos para poder aclarar el perverso crimen.

Tragedia en la bodega                                                                    

Las víctimas fueron identificadas como Casimiro Iturralde, de 69 años, un inmigrante español que había llegado a Mendoza en 1889, y su esposa, la mendocina Francisca Cárdenas, de 42 años, quienes vivían junto sus cuatro hijos. Casimiro y Francisca se llevaban muy bien y eran, según sus vecinos, dos personas muy emprendedoras: sus vidas estaban dedicadas solamente al trabajo.

La bodega de los Iturralde era pequeña, pero en los últimos años, Casimiro había realizado importantes ventas de vino en la ciudad de Buenos Aires. Se comentaba que las “cosas le iban bien” al español.

Un mes antes, el bodeguero había partido hacia Buenos Aires para cobrar una importante suma de dinero de las ventas. Al regresar a Mendoza, Iturralde fue recibido por sus empleados, quienes lo saludaron cordialmente.

Don Casimiro dejó su equipaje en un costado de la habitación y sacó del bolsillo de su billetera unos 500 pesos moneda nacional –una suma importante para aquel momento– que había decidido depositar en el banco. Sin sospechar demasiado, guardó los billetes en una lata de té que ubicó en un lugar secreto.

El fatal desenlace

Unos días después, don Casimiro les encargó a sus peones que prepararan las bordelesas que enviaría a Buenos Aires. Uno de los trabajadores, llamado Pedro Tapia, preparaba en su mente un plan siniestro.

Al caer la tarde, el bodeguero les pagó a sus trabajadores y éstos se marcharon. Por la noche, el hermano de Francisca, Félix, llegó a la casa a buscar al hijo mayor de la familia Iturralde, también llamado Casimiro.

Después de cenar, Félix y el niño partieron hacia la ciudad. Tras la despedida –que sería la última– el matrimonio Iturralde se preparó para el descanso reparador.

Eran las diez de la noche. Dos horas después, cuatro desconocidos entraron en la finca, se introdujeron en la casa y abrieron la puerta principal.

Los ladrones sabían que en algún lugar de la vivienda estaban escondidos los 500 pesos cobrados por el dueño de casa, pero antes de buscarlos debían eliminar a los moradores.

Se movieron sigilosos hacia el dormitorio y, aprovechando la oscuridad, dos de los cuatro bandidos, armados con unos garrotes, se ubicaron a ambos lados de la cama y golpearon salvajemente al indefenso matrimonio. Aunque Francisca, en un intento de defenderse atinó a parar el golpe del garrote con la mano, le fue dado otro en la cabeza produciéndole una muerte instantánea.

Eliminados Francisca y Casimiro, los malvivientes comenzaron a buscar desesperadamente el dinero que poseía Iturralde; abrieron roperos, alacenas y baúles y registraron por todos lados, pero no lo encontraron.

Lo único que se llevaron fueron algunas pertenencias de poco valor y los cuatro se fugaron sin el codiciado botín. Por la mañana, un fletero llamado Aguilar llegó a la finca para recoger las bordelesas y vio que nadie salía de la casa.

Esto le llamó la atención y entró a la habitación en donde con espanto vio a los Iturralde que yacían en la cama con sus cráneos destrozados. También la pared estaba salpicada de sangre.

Aguilar salió corriendo y dio aviso a la Policía y al padre de Francisca, José Guzmán. Todos se preguntaban quiénes fueron los asesinos.

Había pocas pistas, pero un hecho casual descubriría a los homicidas.

Se esclarece el caso

La comunidad mendocina se conmocionó con el horrendo asesinato y la Policía comenzó con las indagaciones. Días después, el comisario de la seccional de Guaymallén se acordó que Iturralde había hecho una denuncia por el robo de un caballo de su propiedad.

Al recordar esto, apuntó como sospechoso a uno de los peones, de apellido Tapia y de origen chileno.

La Policía se dirigió hacia la casa de Tapia, ubicada en la calle Godoy Cruz, de Ciudad, y allí encontraron un pañuelo ensangrentado con el monograma 'Francisca Cárdenas'.

Esto comprometió al sospechoso y luego de un interrogatorio “cantó” que había participado del hecho, pero que no había sido él quien los mató sino un tal Ortiz.

Una partida policial llegó a la vivienda del otro asesino, ubicada en una zona llamada del cariño botao, en el departamento Godoy Cruz.

Al llegar los policías, el malviviente trató de escapar, pero fue atrapado. En su casa encontraron un chaleco gris salpicado con sangre. Otra evidencia implicó a Tapia y Ortiz, y finalmente fueron acusados como autores de la muerte del matrimonio Iturralde y condenados a cadena perpetua.

Los otros dos involucrados purgaron una pena de 15 años de presidio. Por su parte, los infortunados cuatro hijos de la familia Iturralde fueron cuidados por su abuelo José Guzmán.

Tiempo después, el mayor (que salvó su vida esa noche) tomó los hábitos de sacerdote; sus dos hermanas siguieron sus pasos y se hicieron monjas, mientras el mayor, llamado Blas, se radicó en Santa Fe.