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De las crisis a la policrisis

La crisis de Medio Oriente, como otras tantas, es una muestra de la falla de las relaciones internacionales, cuyos resultados podrían llegar a ser catastróficos

09 de febrero, 2024 - 09:12

La palabra crisis proviene del griego y deriva de un concepto médico establecido por Hipócrates, que significa un cambio en la condición que sufre un paciente.

Era usada en las tragedias griegas para mostrar la importancia de un evento en la trama, ya sea que afectara al pasado o al futuro de la misma.

Con el tiempo, la noción de crisis se transformó en un concepto aplicado a varias ciencias, especialmente, en los siglos XVII y XVIII.

Como vemos, la noción de crisis ha sufrido un largo proceso que ha expandido el concepto. Edgar Morin, sociólogo y filósofo francés, fue uno de los responsables de introducir el concepto de “crisis” en los 70. Hoy con sus lúcidos 102 años, vuelve a innovar con el de “policrisis”.

Pero antes de llegar al mismo, son necesarias algunas precisiones previas.

Para empezar, y continuando con la analogía médica del comienzo, nos preguntamos si cuando se presenta una crisis sus síntomas son visibles y pueden ser diagnosticados.

En relación a esta idea, René Thom agrega dos puntos interesantes: el primero es que las manifestaciones externas de una crisis pueden no ser siempre notorias y que pueden muy bien no manifestarse.

Por lo que explica que, en ese caso, esas crisis sin síntomas son particularmente peligrosas y, también, pueden dar lugar a un evento catastrófico sin aviso alguno.

Democracias en crisis

Por su parte, otro gran científico, el premio Nobel de Química Ilya Prigigine, sostiene que la inestabilidad es algo característico en las crisis en las cuales tienen lugar los denominados "cambios de fase", tal como le ocurre al agua cuando se acerca a su punto de hervor, que pone en evidencia su inestabilidad, primero, a nivel microscópico con pequeñas burbujas que suben a la superficie del líquido, para luego alcanzar un punto crítico, el que a su vez da lugar a otros fenómenos macroscópicos mucho más visibles y turbulentos.

Durante este proceso la noción de punto crítico es muy importante, porque es la que determina el cambio de fase que transfigura a todo un sistema dado en el momento en que se cruza una barrera y determina el estado final de ese sistema.

En el caso del agua, el cambio de fase del estado líquido al gaseoso se materializa cuando se atraviesa el punto crítico del hervor, generalmente a unos 100º C.

Para continuar, vemos que los descubrimientos científicos a los que venimos haciendo referencia muestran que las crisis ocurren sólo en los organismos complejos, en los cuales un orden interior las pueda percibir. Por el contrario, los sistemas simples pueden sufrir fallas pero no crisis. Tampoco un evento catastrófico puede ser una crisis, ya que es siempre necesario que el sujeto que sufre una crisis tenga tiempo para percibirla.

Hemos afirmado que las crisis son propias de los organismos complejos, con un cierto nivel de conciencia que les permita anoticiarse de que están sufriendo un desorden interior que puede amenazar su integridad.

Si vemos que complejidad, crisis y nivel de información marchan paralelos, comprenderemos el rol vital que juega la información en toda crisis.

Estudios sobre los fenómenos irreversibles muestran que los organismos complejos están destinados a perecer (principio de la entropía), a menos que sean capaces de auto-organizarse y defenderse.

Es imperioso que el organismo funcione en forma organizada y que pueda asimilar toda la información disponible. Parte de esta información le será provista por su propia estructura interna y otra provendrá del exterior en forma de estímulos, tanto positivos como negativos, del ambiente.

Y es aquí donde vuelve a aparecer el longevo Morín, quien afirma que el concepto de crisis está evolucionado al de policrisis. A la que define que “una policrisis se presenta cuando surge una hegemonía del beneficio incontrolado".

La define de la siguiente manera: “Las crisis se alimentan mutuamente en una especie de policrisis ecológica, económica, política, social y civilizacional que no deja de crecer. La degradación ecológica afecta a las sociedades humanas a través de la contaminación urbana y rural, agravada por la agricultura industrial.

"La hegemonía del beneficio incontrolado (una de las principales causas de la crisis ecológica) está aumentando las desigualdades en todas las naciones y en todo el planeta. (…) Las cualidades de nuestra civilización se han deteriorado y sus carencias han aumentado, sobre todo en el desarrollo del egoísmo y la desaparición de la solidaridad tradicional.

La democracia está en crisis en todos los continentes: es sustituida cada vez más por regímenes autoritarios que, al disponer de medios de control informático sobre las poblaciones y los individuos, tienden a formar sociedades sumisas que podrían calificarse de neototalitarias. La globalización no ha creado solidaridad y las Naciones Unidas están cada vez más desunidas".

Enfáticamente, argumenta que "esta situación paradójica forma parte de una paradoja global propia de la humanidad. El progreso científico y técnico, que se desarrolla prodigiosamente en todos los campos, es la causa de los peores retrocesos de nuestro siglo.

“Es este progreso el que permitió la organización científica del campo de exterminio de Auschwitz; es este progreso el que permitió el diseño y la fabricación de las armas más destructivas, hasta la primera bomba atómica; es este progreso el que hace que las guerras sean cada vez más mortíferas; es este progreso el que, impulsado por la sed de beneficios, ha creado la crisis ecológica del planeta.

“Es difícil imaginar que el progreso del conocimiento, al multiplicarlo y separarlo por barreras disciplinarias, haya provocado una regresión del pensamiento, que se ha vuelto ciego".

Falta una visión holística

Finalmente, y para terminar, tenemos que ver cómo todas estas nociones teóricas se aplican a nuestra dura y cruda realidad, tanto nacional como global.

Así vemos que si bien antes se hablaba de crisis localizadas, tales como la crisis de Medio Oriente, la crisis del petróleo o la crisis de la pandemia, sólo por mencionar a las más nombradas, hoy es necesaria una visión holística, ya que todo indica que ellas han dejado de ser meros hechos independientes para pasar a interactuar entre sí, adquiriendo una fuerza sinérgica notable.

Por ejemplo, como sabemos, la pandemia trajo aparejada una serie de consecuencias de todo tipo, desde sanitarias hasta económicas.

Lo mismo estamos viendo que está ocurriendo con las intervenciones militares en Medio Oriente, cada vez más numerosas y frecuentes. Lo que nos habla de un creciente grado de inestabilidad del sistema de las relaciones internacionales.

Llegado a este punto, la conclusión no puede ser otra que los resultados bien podrían llegar a ser catastróficos, ya que la policrisis que vivimos en todo el planeta es una crisis profunda: es la crisis del hombre incapaz de actuar como un ser racional. Pues, como afirma el propio Morin: “Hubo un tiempo –no hace tanto– en que pudimos prever un cambio de rumbo. Ahora parece demasiado tarde".