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De un laberinto se sale por arriba

30 Abril de 2018 - 17:28

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Las sucesivas medidas gubernamentales relacionadas con el necesario ajuste de las tarifas de los servicios públicos van configurando un laberinto de difícil resolución. Pero, vayamos por partes, tal como nos aconseja la lógica cartesiana que es la regula los procesos analíticos.

Para empezar, hay que reconocer que durante la mal llamada 'década ganada' se optó por la política de subvencionar al consumo como una necesidad para motorizar el crecimiento de la economía. En ese marco conceptual se produjeron graves distorsiones. Especialmente en los cuadros tarifarios de los servicios públicos y del transporte.

Pero, para seguir con nuestro análisis es menester meternos con la cuestión de cómo se produce la energía en nuestro país. En principio, hay que reconocer que el rol del gas es fundamental, tanto por sí mismo como combustible como ingrediente fundamental de nuestra matriz energética, ya que nuestra electricidad se produce, mayormente, con gas.

La del gas es una historia larga que la podemos hacer breve si historiamos, por ejemplo, el derrotero de nuestra principal empresa energética que supo obtenerlo, es decir nuestra querida YPF.

La misma fue creada el 19 de octubre de 1922, pocos días después de asumir la presidencia de la Nación Argentina Marcelo Torcuato de Alvear. El Coronel Enrique Mosconi fue nombrado su Director, puesto en el que permanecería por ocho años. Transformando a YPF en la mayor empresa de Argentina y en la tercera petrolera de Sudamérica. Y convirtiéndola en la primera gran petrolera verticalmente integrada del mundo.

En la década del 90 YPF fue privatizado, como muchas otras empresas estatales, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem. Para ello, pasó de ser una Sociedad del Estado para convertirse en una Sociedad Anónima.

Concretamente, en 1993 el Estado mantenía el 20 % de las acciones y la acción de oro, mientras que un 12 % quedaba en manos de los Estados provinciales productores de petróleo y gas. El sector privado era propietario del 46 % del paquete accionario compuesto el mismo por bancos y fondos de inversión de diversos países. En 1998, el sector privado ya poseía casi el 75 % de las acciones, aunque el Estado mantenía la acción de oro.

En diciembre de 2007, el Grupo Petersen, al mando de Enrique Eskenazi, compró el 14,9 % de las acciones de YPF. En el 2011 aumentó su participación accionaria a un 25%. Con lo que el paquete accionario de la empresa se completaba con la compañía española Repsol con un 57,43 %, un 17,09 % en manos de inversores privados, flotando en la bolsa, y con un 0,02 % en poder del Estado argentino, que conservaba la acción de oro.

En 2012 Repsol, dada la situación causada por la crisis económica de 2008, se desprendió del 14,4 % de las acciones en favor del grupo Petersen. Ese mismo año, YPF controlaba sólo el 32 % de la producción de hidrocarburos y el 23 % de la de gas. Ya que el resto estaba en manos de compañías privadas, tanto nacionales como extranjeras.

En 2012 se descubrió un yacimiento de gas no-convencional o shale-gas en Vaca Muerta situado en la Cuenca Neuquina, con una estimación de volumen potencial que la colocaba como la segunda reserva mundial de ese combustible fósil.

El 16 de abril de 2012, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el proyecto de ley para la estatización de YPF. Según se argumentó, en ese momento, fue la disminución de las reservas de petróleo durante la gestión de Repsol en YPF el principal motivo de la expropiación. Ya que desde la adquisición de YPF por parte Repsol esa caída fue del 54 % en petróleo y del 97 % en gas.

Como consecuencia de esta clara falta de inversión se produjo una reducción en la producción lo que llevó a la Argentina, en 2011, por primera vez en más de medio siglo, a tener que importar gas y petróleo, en grandes cantidades, para satisfacer su demanda interna. Lo hizo principalmente de Bolivia a un valor razonable, pero a uno mucho mayor desde el reino de Qatar a un costo mucho mayor bajo la forma de GNC.

Más recientemente, vemos que esa tendencia iniciada en el 2011 no solo se ha consolidado, se ha incrementado, ya que fue el actual ministro de Energía, Juan José Aranguren, quien lo confirmó cuando el periodista Gustavo Grabia le planteó la cuestión al decirle: "Señor ministro, las estadísticas del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas desmienten parcialmente lo que usted dice. Las exportaciones de petróleo bajaron un 30 por ciento en el año 2017 contra 2016. Las importaciones subieron un 33 por ciento. La producción de petróleo bajó un 6,12. Todos los números dan mal".

A lo que el ministro respondió: "Perdón, Gustavo, pero no me desmienten. Yo confirmo esas cifras". Y agregó lo siguiente para justificarlas: "La Argentina, cuando nosotros llegamos, estaba desconectada con el mundo. En 2014 el precio del petróleo llegó a 100 dólares el barril. A fines de ese año estaba en 60 y, cuando nosotros llegamos, estaba a 30 dólares. Esa caída en el precio del petróleo provocó un colapso en el mundo que hizo que la producción cayera. Cuando un precio cae, eso hace que la producción caiga porque no es rentable, hasta que la producción sea escasa y el precio vuelva a subir. El proceso en el cual la Argentina bajó su precio provocó una caída en la producción local. Y como el crudo estaba más barato, aumentó su importación. Ahora, como estamos conectados con el mundo, esa curva se va a revertir. Y lo va a ver a fin de año".

Llegado a este punto vemos claramente las paredes de nuestro laberinto energético. Para salir de entre ellas, el gobierno viene ajustando las respectivas tarifas de los servicios públicos a grandes zancadas y muy por arriba de la elevada inflación.

No en vano nuestro Gobernador ha elevado y –aparentemente– obtenido una morigeración a esos aumentos, mediante el expediente de que puedan ser pagados en cuotas.

Seguramente, todas ellas serán medidas conducentes a un sinceramiento y a un mejor funcionamiento del sistema. Pero, que según vemos no se tratará de medidas de fondo que permitan solucionar las causas reales del problema. Cual es que no extraemos el suficiente gas que nos permita generar la energía barata que necesitamos para nuestros hogares y, especialmente, para alimentar a nuestro crecimiento.

Creemos que ha llegado el momento de recordar lo decíamos cuando decíamos y hacíamos cosas importantes. Tal cual lo hemos contado, hemos visto cómo YPF supo ser pionera en su campo y con el tiempo lograr el necesario autoabastecimiento.

Probablemente, las formas exactas diseñadas por el Coronel Mosconi no sean, hoy, las estrictamente necesarias para competir en el mundo globalizado de hoy. Pero no estaría mal reconsiderar sus ideas en una época en la cual los nacionalismos parecen venir al galope.

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.

YPF