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La tolerancia del mal humor y el aburrimiento

Sentir una mezcla desmesurada de emociones es absolutamente lógico en este período. Lo que podemos hacer son actividades que reduzcan –no que anulen– la intensidad de sus niveles

Por Redacción

20 de abril, 2020 - 08:33

La cuarentena es un permanente exhibidor, algo así como un escaparate de supermercado en el que se muestran con claridad las características de cada uno de nosotros.

Por una parte, esto se debe a que la mayoría de nosotros compartimos 24 horas con otras personas y nuestra observación se focaliza en un gran número de detalles que en la cotidianidad normal –ajetreada de trabajo– se pierden.

Pero además, convivir y estar adentro potencian reacciones, interacciones, forma de pensar y emocionar, por lo tanto, nuestras características aparecen amplificadas, es decir, son cuestiones de cantidad e intensidad. Profundicemos.

La triada emocional del confinamiento

Sea como sea, tras esta pandemia y la consecuente cuarentena se oculta una serie de emociones y sentimientos que se basan en una triada compuesta por el miedo, la ansiedad y la angustia.

Después existen diferentes potenciadores de estas emociones, por ejemplo, sentir miedo al contagio y a morir y si esto sucede provoca altos niveles de angustia y ansiedad. Además, la incertidumbre que genera el hecho de no saber cuándo se acaba este período también puede producir ansiedad y angustia y potenciar el miedo.

También la sobreinformación –infotóxica– y las fake news son potenciadoras de la incertidumbre, lo que abre de nuevo el círculo de esta triada emocional nociva y perjudicial.

Ahora bien, debemos aclarar que la ansiedad, el miedo y la angustia son emociones absolutamente lógicas en este período y lo que podemos hacer son actividades que reduzcan –no que anulen– la intensidad de estos niveles emocionales.

Si echamos la vista atrás, en los inicios de la cuarentena nos llenamos de actividades recomendadas por diversos especialistas, psicólogos principalmente, que nos llenaron de tips y claves para llevar un buen confinamiento.

Sin embargo, todos esos consejos apuntaron a reducir la incertidumbre y la ansiedad y aplacar el miedo, pero además operaron como factores distractores que desviaron el foco. Así, las primeras semanas podríamos decir que fueron algo así como vacaciones en casa: lectura, gimnasia, comida rica, películas, juegos y comunicación con amigos.

Después de semanas, ¿mal humor y aburrimiento?

Hoy, lo que fue sorpresa y todo un proyecto para pasar el tiempo, en familia y sin trabajo, se transformó o se está transformando en tedio reorganizativo, a lo que hay que sumar que el peso de lo económico se está haciendo sentir.

Los que viven en familia y tienen hijos que deben cursar las clases del colegio de manera online inician un periplo de complicaciones de plataformas e-lerning, programas diferentes y nuevos y la ignorancia de todos a esta modalidad.

Las empresas que empiezan a buscar resultados en el teletrabajo, las clases de gym que agotan, los libros que se acaban, las series ya vistas… En síntesis, se terminan los recursos innovadores y distractivos.

Entonces surge el mal humor, el fastidio, el hastío y el hartazgo.

¿Qué podemos hacer?

El tema es, ¿qué hacemos frente a la inexorabilidad de estas sensaciones? En principio, entender que es un proceso natural que estamos viviendo y comprender tanto a los demás como a nosotros mismos.

Saber que esto puede sucedernos, implica entender que es tranquilizador sentirse normal. Aceptar el aburrimiento puede ser una base para no dejar entrar el mal humor.

También es importante hablar descarnadamente de la angustia que nos genera este proceso. El miedo y la ansiedad son emociones esperables y es importante buscar a una persona con la que confesarse y explayarse. Eso sí, no necesariamente tiene que ser la pareja, también puede ser un amigo o alguien con quien tengamos un vínculo profundo y sepamos que nos va a cuidar.

Por último, recordemos que este es un momento para aprender y para eso hay que comunicar, decir, expresar. La comunicación es un recurso valioso que está a nuestro alcance.

¿Qué tal si convertimos el aburrimiento en ocio? Si lo disfrutamos y aprovechamos para filosofar sobre cómo queremos vivir nuestra vida, qué es lo que deseamos cambiar, con quiénes deseamos compartir nuestro tiempo y finalmente darnos cuenta de que todo está en nuestra manos.