Cuando en casa toca hacer limpieza profunda, grandes son las sorpresas: que 'Mirá dónde estaba mi muñeca', que '¿Para qué quieren estas carteras viejas?', que 'Acá estaban los libros que se habían, perdido', o el consabido '¿De cuándo son estas boletas?'. A este último caso nos referimos en esta nota: derribar el mito de que hay que guardar boletas durante diez años.
Junto con las de la electricidad, alumbrado - barrido - limpieza, gas o internet, es probable que los papeles comiencen a juntarse, y hay quienes aseguran que guardar las facturas con los comprobantes de pago nos respalda ante cualquier desarreglo monetario o confusión. Cualquier papel se convierte en un dato, y una factura perdida puede ser un dolor de cabeza con anticipación.
Hay gente que, incluso, adhirió al pago electrónico (homebanking, Pago Mis Cuentas, MercadoPago), por lo que el comprobante llega a la bandeja de entrada de algún mail, y lo que queda en papel es una factura suelta.
La realidad es que ya no es necesario acumular papeles. El pago electrónico se suma al envío de comprobante a través de un mail, acción por la que queda registrado el pago o cancelación del servicio.
La factura que llega al domicilio tiene especificado si el usuario tiene o no deuda. Aparece en uno de los rincones del papel, y allí está el dato certero de la situación en que se encuentra la persona a cuyo nombre llega la boleta.
Además, un dato interesante: si uno descubre que el monto a pagar supera en un 75% el consumo habitual del servicio, podemos tranquilamente hacer un reclamo para el que no hará falta llevar papeles: todo está en el sistema interno, o servidor.
En este último caso hay que tener cuidado, ya que este aumento del 75% desmedido puede confundirse con los aumentos de tarifas anunciados por el Gobierno nacional.