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Relaciones sin título: cómo funcionan los "casi algo"

Los "casi algo" se volvieron habituales en una época que evita las etiquetas y busca libertad total. Sin embargo, estos vínculos generan un impacto emocional inesperado.

Fernando García

Por Fernando García

17 Noviembre de 2025 - 15:35

Casi algo: el vínculo moderno que promete libertad, pero deja heridas profundas.
Casi algo: el vínculo moderno que promete libertad, pero deja heridas profundas. -

En tiempos donde las relaciones se viven entre la inmediatez, la libertad extrema y el miedo a perder algo, los llamados "casi algo" se volvieron protagonistas de las consultas psicológicas. Vínculos sin nombre, sin definición y sin compromiso formal, que aun así generan un nivel de dolor inesperado cuando terminan. ¿Por qué sucede? ¿Por qué pueden doler incluso más que una ruptura amorosa tradicional?

Para la psicóloga Jacqueline Orellana Rosenberg, la clave está en la fantasía, la proyección y la imposibilidad de construir algo real, según lo que reveló en diálogo con El Interactivo.

Qué es un "casi algo" y por qué se multiplican

"Casi algo es el título que le pusimos para analizarlo; no creo que alguien presente a una persona como un casi algo", explica Orellana Rosenberg. Más que un concepto formal, es una dinámica que se volvió frecuente: vínculos que funcionan como una pareja, pero donde nadie se anima a ponerle nombre.

"Pareciera que son novios, pero alguno de los dos no cede el título y gana el derecho de restringir ciertas áreas. No te presenta a la familia, no proyecta nada, nos vinculamos solo cuando alguno tiene ganas", detalla la especialista.

Estas relaciones, dice, se ven tanto en adultos que vienen de separaciones como en jóvenes de 20 años que buscan evitar compromisos "demasiado serios".

Cuando la fantasía pesa más que la realidad

Uno de los puntos centrales es que el dolor no surge por lo que se vivió, sino por lo que no llegó a ser.

"El dolor no está ligado a lo que se eligió, sino a lo que se desea y no llega a ser. La falta de definición deja al sujeto suspendido en la fantasía de lo que podríamos haber sido", señala la psicóloga.

Al no haber una estructura real, las proyecciones se vuelven aún más grandes. El otro mantiene siempre "la puerta abierta", y eso alimenta un ideal que crece sin límites. Por eso, al terminar, la herida emocional se queda abierta, muchas veces durante largo tiempo.

Enamoramiento constante, pero sin construcción

Orellana Rosenberg explica que en estos vínculos hay un enamoramiento permanente, sostenido por intermitencias y señales contradictorias. "El otro no se me hace nunca real como me gustaría. De golpe desaparece y de golpe pasa todo el fin de semana conmigo. Entonces la proyección del ideal se vuelve constante", afirma.

El problema es que ese enamoramiento no logra evolucionar hacia una construcción sólida. Por eso estos vínculos suelen terminar antes de convertirse en algo estable, dejando la sensación de una "historia inconclusa".

El amor real es para valientes

Para la psicóloga, el "casi algo" nunca llega al amor, porque amar —de verdad— exige valentía.

"El amor es para los que se bancan el defecto, para los que toleran que el otro diga 'esto no me gusta', para los dispuestos a comprometerse y perder algo", sostiene.

El problema, según explica, es que vivimos en una época profundamente individualista, donde la idea de que amar implica perder genera rechazo. Queremos todo sin dejar nada atrás. "Se capitaliza el amor, como si fuera un objeto perfecto del que esperamos devolución constante de alegría", reflexiona.

Una búsqueda narcisista que no coincide con lo real

La especialista señala que hoy buscamos relaciones perfectas, casi de catálogo: elegimos por ideología, religión, gustos o características superficiales, como si estuviéramos seleccionando un producto. "No queremos perder nada; somos los peores empresarios del planeta", ironiza.

Pero el enamoramiento no funciona así: no es una decisión consciente. "Es algo que nos hace sentir en casa. Muchas veces nos enamoramos incluso del rasgo negativo del otro", afirma.

¿Se puede salir del ciclo del "casi algo"?

La psicóloga asegura que sí, pero requiere trabajo personal. Entender de dónde vienen nuestras elecciones afectivas, explorar nuestras heridas y aceptar que el amor implica riesgos.

Porque, aunque hoy se hable de "deconstrucción del amor romántico", lo que se ve en la práctica es lo contrario: "Cada vez somos más Disney y más enojados", señala.

La salida, dice, no está en esperar que el otro sea perfecto, sino en animarse a perder ciertas comodidades para construir algo real. "Vincularnos en el amor nos va a prohibir muchas cosas. Elegir es perder. Pero también es lo que nos permite construir vida y equilibrio", concluye.