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Impresiones sobre Latinoamérica tras la Cumbre de Alcaldes C40

Las grandes ciudades del subcontinente deben lograr la sostenibilidad ambiental frente a los desafíos de movilidad saludable, seguridad pública y paz social

24 de octubre, 2022 - 09:04

En la última columna les transmití mis perspectivas sobre las posibilidades, desafíos e incertidumbres que apareja la cuestión medioambiental para las urbes de Argentina. Las intenciones rubricadas por los jefes comunales en la “Declaración de Ciudades”, documento aglutinador del Foro Urbano Federal, fue la contribución formal a la lucha por la sustentabilidad y también una suerte de “testigo” a futuro de lo que se cumpla fácticamente y de lo que se pierda en el recuerdo de los compromisos incumplidos.

No quiero cerrar mi experiencia cubriendo la Cumbre Mundial de Alcaldes C40, sin traerles mis sensaciones respecto a las problemáticas centrales y expectativas que manifestaron las polis latinas, de Norteamérica, las representantes europeas y asiáticas, atendiendo a que cada foco geográfico enfrenta una visión cargada de similitudes y diferencias.

Megalópolis latinoamericanas

Escuchando los testimonios del Gobernador de la Región Metropolitana de Santiago, Alcaldes de importantes ciudades de Brasil como São Paulo o Río de Janeiro, de Medellín en Colombia, la ecuatoriana Quito, entre otras, evidencié una relación directa entre sostenibilidad ambiental y temas como seguridad pública, paz social, movilidad saludable y económicamente dinámica. Si bien, no voy a ampliar sobre “Baires” porque dije que en estas líneas iba a referirme al contexto foráneo, la megalópolis argentina es la tercera más grande del ranking latino y la 17 del mundo; o sea, no está exenta de lo que opino en los párrafos siguientes.

 

La urbe paulista, la carioca más la capital chilena están entre los aglomerados de población más grandes del mundo, ocupando los puestos 7, 29 y 57 respectivamente. El titular de la metrópolis trasandina sostiene que una ágil interconexión, ciudad de 15 minutos le llamó, es una gran preocupación de su plan de gestión. Con aire de sintonía reflexionaron los jefes comunales brasileros, por lo tanto, quiero ahondar en esta sinergia entre la movilidad y lo económico-saludable.

El dilema de la movilidad

La congestión en el tránsito a causa de parques automotores que crecen descontroladamente en complicidad con insuficientes accesos y salidas rápidas como circunvalaciones o viaductos, está ocasionando un doble perjuicio. Por un lado, los embotellamientos masivos forman concentraciones de gases contaminantes a escasa altura, favorecido por un conglomerado de construcciones edilicias muy elevadas que dificultan su disipación, creando verdaderos cúmulos de “smog”, con el consecuente impacto en la salud. Las arcas de los gobiernos citadinos también sufren este embate tóxico ya que gran parte de sus recursos en materia de salubridad deben orientarse al tratamiento de enfermedades respiratorias.

 

Por otro lado, estos atolladeros en la movilidad dañan la eficiencia logística y la productividad laboral. La entrega de alimentos, bienes de consumo, instalación y actualización de servicios esenciales como es electricidad e internet, arreglo rápido de calles sin repercusión en la circulación, recepción y salida de transportes de carga pesada, etc., se vuelve un acto azaroso con impacto directo en el aumento de costos y un detrimento de las ganancias, desalentando al consumidor e inversores privados, creando una catarata de disconformismo ciudadano.

No quiero olvidar al “laburante”, residente de las zonas periféricas por elección propia o coaccionado por la inaccesibilidad habitacional, que sufre diariamente la pesadilla de tener que entrar y salir durante el famoso “horario pico” de los núcleos de las megaciudades, (ni hablar si tienen que trasladarse durante su jornada de trabajo), afectando su rendimiento y productividad en su respectivo rubro, creciendo exponencialmente los casos de estrés ante las aseguradoras de empleo, ocasionando pérdidas millonarias a las empresas. Ergo, una movilidad ineficiente le cuesta muy caro, tanto al sector público como al privado.

Movilidad en acción 

Las administraciones de las polis no pueden posponer más la dinamización del transporte y sus medios, lo saben y fue palpable en la C40. Se requiere una inversión y planificación profunda para mejorar y ampliar la red ferroviaria subterránea, también de andenes elevados. Ofreciendo un servicio de calidad, que seduzca y motive al posible usuario a dejar su vehículo en casa.

 

El ómnibus de pasajeros debe ser otra arista de envergadura que no debe solo circunscribirse a propulsión sustentable. Se debe adquirir unidades con sistemas de mapeo y conexión en tiempo real, que les permita coordinar horarios, paradas, ascenso-descenso de personas con los otros medios como el subte, estaciones de bicicletas y monopatines eléctricos.

Las alcaldías deben alentar a los empleados de sus propias dependencias y exhortar a las compañías privadas a que concurran a sus puestos de trabajo en rodados sustentables, estableciendo incentivos en las remuneraciones o premiaciones de algún tipo y, sin duda, generando una disminución de estados de ansiedad en pos de un beneficio del desenvolvimiento laboral.  

La multiplicación de ciclovías, accesos rápidos de entrada y salida para particulares, viaductos de alta velocidad, centros de carga, descarga y distribución de mercaderías ubicados a la vera de circunvalaciones con señalización inteligente deben convertirse en componentes estratégicos de la obra pública.

Megalópolis seguras

Un gran problema es la delincuencia y el vandalismo. La policía debe contar con herramientas adecuadas y el respaldo jurídico que les permita prevenir y suprimir actos delictivos que atenten contra la seguridad de los ciudadanos y sus bienes, de lo contrario todo esfuerzo de remodelación urbanística se verá mermado.

 

El vandalismo contra la propiedad pública tiene que ser penado de acuerdo a su gravedad y la protesta social, que es un derecho, no debe paralizar el funcionamiento de las ciudades porque, insisto, desarticularía todo un delicado entramado que requiere de una aceitada coordinación.

Paz social y hábitats sustentables

Este aspecto, me parece, requiere peculiar atención dado que las corrientes migratorias son cada vez más crecientes desde pequeños centros urbanos hacia las ciudades más pobladas. La falta de inserción laboral y social de mucho de estos ciudadanos genera enclaves de segregación colindantes a los núcleos de las polis (favelas, villas vulnerables), cargados de hacinamiento, sin servicios básicos o deficientes de agua, luz, cloacas, erosionando el ecosistema de convivencia social y creando un foco de resentimiento en estado latente de estos sectores que son y se ven como los más precarizados dentro de la estructura poblacional.

 

Este hecho puede terminar decantando en fuertes y violentos estallidos sociales, por lo tanto, la acción coordinada del gobierno local y de los órganos estaduales superiores debe ser contundente, buscando solucionar estos problemas de cohabitabilidad.

En la próxima entrega cerramos con lo que me transmitieron las ciudades del viejo continente y Asia.