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¿Cómo recuperaremos las Malvinas?

La soberanía sobre las islas, las demás dependencias del Atlántico Sur y sus aguas adyacentes debe ser un objetivo nacional permanente e irrenunciable

05 de abril, 2024 - 11:40

Antes de empezar es conveniente enfatizar, para los que no lo sepan, que la Cláusula Primera Transitoria de nuestra Constitución nacional modificada en 1994 establece lo siguiente respecto a nuestras Islas Malvinas: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional.

“La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.

Como se deduce de su lectura, la recuperación de la soberanía sobre Malvinas, las demás dependencias del Atlántico Sur y sus aguas adyacentes es un objetivo nacional permanente e irrenunciable.

Ya tenemos el qué de lo que debería ser nuestra política exterior, pero nos falta definir el cómo, del que nadie habla, por lo que no existe ninguna estrategia definida. Lo que hemos visto hasta el momento por parte de las distintas administraciones nacionales son actitudes que han oscilado entre una seducción hacia los kelpers sin contraprestación alguna a una postura patotera de confrontación con Londres. Como sabemos, ambas no han conducido a ningún avance o mejora de algún tipo en la solución del problema.

Por su parte, el Gobierno británico ha sido muy coherente y se ha limitado a repetir o incluso reforzar su mensaje de que la soberanía no se discute. A la par, ha ido ganando pequeñas o no tan pequeñas ventajas territoriales, en temas como la pesca o la explotación petrolera destinadas a fortalecer su usurpación.

Antes de continuar es necesario que nos aboquemos a entender el dónde, es decir, las consecuencias geográficas, económicas y geopolíticas de nuestras Islas Malvinas y demás dependencias.

Como sabemos, somos un país muy extenso (3.761.274 km2), lo que nos convierte en la octava superficie mundial. Pero si le restamos los territorios usurpados por Gran Bretaña (las islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sándwich del Sur), ese total baja a 2.780.000 km2, ya que ocupan 981.274 Km2. O en valores sencillos, la extensión, por ejemplo, de países como Venezuela o Pakistán. Cabe destacar que todas estas cuentas han sido realizadas sin considerar las aguas asociadas ni las reclamaciones británicas sobre el Continente Antártico.

Más allá de los datos que nos aporta la geografía política, hay que remarcar que dentro de este amplio espacio se encuentra uno muy particular, como es la Cuenca Marina Austral, dentro de la cual existe una meseta sumergida denominada Banco Namuncurá/Burdwood, a unos 150 kilómetros al Este de la Isla de los Estados.

El mismo ya fue estudiado por el profesor de Geología de la Universidad británica de Birmingham, Donald Griffiths, entre los años 1971 y 1974,  determinando una reserva potencial de hidrocarburos de 20 mil millones de metros cúbicos, lo que en términos prácticos la colocaría entre las mayores del mundo.

Posteriormente, la misión oficial británica de exploración Lord Shackleton, en 1975, confirmó la presencia submarina de diez cuencas sedimentarias transversales a la costa entre Malvinas y la Patagonia, similares a las existentes frente a las de Nigeria y de Gabón, ambas muy ricas en petróleo.

Al tomar conocimiento de estos hallazgos, el diario londinense  Sunday Telegraph los calificó como superiores a los yacimientos en explotación del Mar del Norte. Posteriormente, la revista estadounidense asociada al Pentágono US and World Report los comparó con “otro Kuwait”.

Con estos datos en mente, veamos los tres escenarios que han gobernado la política y la estrategia del Reino Unido para con Malvinas.

Inicialmente y hasta mediados de la década de los años 70, se barajó la posibilidad del escenario Hong Kong. Concretamente, los laboristas británicos que conducían el gobierno de Su Majestad estaban dispuestos a entregarnos la soberanía nominal de las islas a cambio de un arrendamiento por 99 años.

La misma, según Rodolfo Terragno, le fue comunicada al gobierno de Juan D. Perón durante su tercera presidencia. Se proponía que los recursos petroleros sospechados, pero no confirmados, podrían ser explotados por la empresa British Petroleum, propiedad del Almirantazgo y de la Corona británica, asociada con la Exxon de los EE.UU., y hasta por la filial argentina de Shell Argentina y por la argentina Bridas.

Con la confirmación de las grandes reservas descubiertas luego de las expediciones de Griffiths y de la misión Shackleton se comienza a hablar de la posibilidad del escenario Belize, consistente en unas Malvinas independientes, pero asociadas política y económicamente al Reino Unido. Con esta propuesta quedaban fuera de la misma las compañías estadounidenses y argentinas, lo que no cayó muy bien en esos países.

Con la llegada de los conservadores encabezados por Margaret Thatcher al poder, y ante el disgusto del Primer Lord del Almirantazgo Sir Henry Leach y del canciller Lord Carrington, se decidió pasar al escenario Fortaleza. Al efecto, el grupo Coalite compró en 1978 la mayoría del paquete accionario de la Falkland Island Company, inicialmente dedicada a la cría de ovejas pero ahora a cargo de la explotación de hidrocarburos offshore en el Mar del Norte. No parece ser un detalle menor que el esposo de Margaret Thatcher fuera, precisamente, el presidente de esa corporación.

Estas son las cartas sobre la mesa. Los británicos querían mantener la soberanía total sobre el archipiélago, ya que  las ganancias pintaban fabulosas. El problema pasó a ser cómo justificar ante los votantes británicos los odiosos costos de mantener una colonia tan distante, justo cuando todos los organismos internacionales hablan de descolonización. Hacía falta fabricar un incidente, o mejor aún, una guerra que lo justifique.

Por su parte, en la Argentina gobierna de facto Fortunato Galtieri, quien disfruta de excelentes relaciones con los EE.UU. Ya había sido catalogado como un “general majestuoso” por el secretario de Seguridad, Richard Allem durante su visita a Washington. Es más, aparentemente, otro general estadounidense, Vernon Walters, le ha susurrado al oído que en caso de una recuperación incruenta de las Malvinas, su país adoptaría una posición de neutralidad.

Presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri

Ya en la Argentina, y al frente de un gobierno cada vez más impopular, Galtieri decidió la recuperación de Malvinas según un plan elaborado por la Armada. Al efecto se lanzó el 2 de abril de 1982 una operación militar impecable en la que ningún súbdito de Su Majestad resultó herido y sólo muere en combate el capitán Pedro Giachino.

Posteriormente, se inicia un frenético proceso de negociaciones en las que se van a destacar el enviado del presidente de los EE.UU. Ronald Reagan, general Alexander Haig, y las gestiones de paz de dos peruanos, el presidente Belaunde Terry y el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar.

Dramática imagen del hundimiento del ARA general Belgrano.

Luego, el  2 de mayo, con el hundimiento del crucero ARA Gral. Belgrano y a los pocos días del destructor británico HMS Sheffield, las negociaciones se irán a pique y se iniciará una breve y cruenta guerra. El resto es historia conocida.

Continuará…

Nota: Para la redacción de este artículo se han tenido en cuenta los libros El peón de la guerra, de Virginia Gamba; Malvinas la trama secreta, de Ricardo Kirschbaum, Eduardo Van Der Kooy y Oscar Raúl Cardoso, y Silent Missions, de Vernon Walters, además de varios artículos periodísticos aparecidos en el diario La Prensa con la firma de Jesús Iglesias Rouco y Manfred Shoenfeld.

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.