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El futuro ya pasó

La Argentina parece especialista en perder las grandes oportunidades que le da el mundo

26 de junio, 2022 - 10:34

La larga marcha hacia el día de las elecciones presidenciales del año que viene se hace cada vez más ardua e incierta.

La Argentina ha pasado por las más variadas crisis políticas, institucionales y económicas, ninguna igual a otra, pero sí todas peores que las precedentes.

Se podría decir que es inexplicable cómo es que se mantiene en su sitio el Presidente de la Nación, cuando su poder se licua con el paso de las horas.

Ya dijimos en estás líneas que si bien no es anticonstitucional que un presidente renuncie y sea remplazado de acuerdo al orden de sucesión previsto por la Ley de Acefalía, el trauma que le produce al país es inevitable.

La Argentina parece especialista en perder las grandes oportunidades que le da el mundo, o por lo menos eso parece posiblemente desde la segunda mitad del siglo XX.

Alguna falla hay en el espíritu colectivo de nuestra sociedad que cercena las posibilidades de mayor desarrollo con equidad, pues cuando hubo grandes ingresos de recursos genuinos nada se hizo para cristalizarlos en proyectos consistentes y se terminaron dilapidando.

Un ejemplo al pasar, es la deuda externa contraída por la dictadura militar de 1976 - 83, que dejó un enorme agujero que no hizo más que agrandarse y le dio un empujón más a la permanente decadencia argentina.

Mientras, los colegas militares brasileños en la misma época y parecidas circunstancias permitieron que el Brasil se desarrollara en varios sentidos mucho más que la Argentina.

Por supuesto debe quedar claro que en ambos casos las violaciones a los derechos humanos de ninguna manera pueden ser soslayados y la Justicia debe seguir condenando a los culpables.

En desarrollo industrial, tecnología y poder de influencia en la región, hemos quedado casi fuera de competencia.

Otros ejemplos a destacar puede ser el proceso de industrialización del primer Perón, que quedó trunco por el aislamiento internacional de la época y se terminó de frustrar en medio de la represión y las luchas internas de las facciones militares que se disputaban el poder.

La obsesión antiperonista y anticomunista del militarismo obtuso de los ’60 cercenó las posibilidades que propuso un hábil político de mirada amplia e ideas avanzadas como fue Arturo Frondizi.

Hay más casos que demuestran lo antedicho, pero es preferible poner el foco en lo que está sucediendo en estos días.

La eterna disputa entre dos Argentinas, las formas opuestas de concebir el progreso y el desarrollo están paralizando a una nación con recursos y capacidades humanas suficientes para estar en el cúspide de un mundo que en muchos aspectos se desmorona.

Lejos de los grandes conflictos nunca se tuvo la visión necesaria para prever las consecuencias ni para sacar ventajas.

Populismo y liberalismo acá son dos epítetos descalificadores que se lanzan recíprocamente cuando los argumentos para defender posiciones no alcanzan o directamente se carece de ellos.

El último peronismo-kirchnerismo, que es una derivación del precedente peronismo-menemismo, concibe la economía como una estructura moldeable a los intereses, los caprichos y la ideología hegemónica.

En la vereda opuesta una ensalada de conceptos termina aborreciendo la función equilibradora del Estado dejando todo en manos de las “fuerzas del mercado” sin dejar lugar a los matices intermedios.

En el colmo de la simplificación, en las dos márgenes de la grieta se considera a la opuesta como el epítome del mal, y a tal punto han llegado los equívocos y la ignorancia, que desde la oposición global y antiperonista ven al Gobierno en manos de montoneros que llevan al país hacia el comunismo staliniano, mientras que desde el oficialismo movimientista y de neto corte autoritario ven al adversario como una derecha extrema emparentada con la última dictadura y al servicio del imperialismo.

Estamos en serio riesgo de caer en manos de aventureros exaltados o que se afiance el sector más duro del oficialismo y nos lleve por un camino de penuria económica apenas paliada por las dádivas para los más postergados que seguirán siéndolo, pero con el voto cautivo.

Los tiempos económicos casi están agotados y el país está en trayectoria de colapso.

Los tiempos políticos todavía pueden dar un respiro, pero no tanto porque si se reacciona conscientemente podemos alcanzar aunque sea la cola del futuro.