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Divorciado de la realidad

Otra vez, Alberto Fernández eligió una agenda absolutamente desconectada de la crisis que atraviesa a los argentinos

22 de julio, 2022 - 14:59

En un contexto absolutamente adverso para los vientos de la política y, particularmente, de su gestión, el presidente Alberto Fernández volvió a cargar contra enemigos externos y volvió a mostrarse inconexo y poco empático con la realidad que vive una importante porción de la sociedad. Desde el museo del Bicentenario y en el marco del programa Federal Equipar Ciencia.

Fernández comenzó, advirtiendo su propia falta de contexto, para anunciar inversiones por $9900 millones en obras de infraestructura científica y tecnología. El anuncio per se no debería de tener ateos. En un mundo donde la economía del conocimiento es el presente y futuro del capital que puede contar una nación. 

El problema es el momento en que elige hacerlo y lo que continuo diciendo. Mientras que el presidente celebraba esta inversión, el dólar paralelo seguía con su descontrolada escalada y cotizaba a $345. Ayer se conoció que una familia tipo necesita más de $104 mil para no ser pobre. Más del 50% de la población percibe ingresos muy por debajo de esa cifra, consiguiendo así que gente que tiene empleo formal este por debajo de la línea de pobreza.

La pandemia, la crisis generada por la invasión de Rusia a Ucrania, la deuda heredada de la gestión anterior y el campo que no líquida más de 20 mil millones de dólares son los responsables de una Argentina que lejos está de ponerse de pie, como prometía uno de sus eslogan de campaña. La autocrítica de la gestión no paso por el museo del Bicentenario y los propios y, no tanto que acompañaron al presidente, devolvieron a un discurso que termino encendido desde el atril, con aplausos tibios.

La horadada imagen presidencial, sobre todo por su compañera de fórmula. Sus contradicciones permanentes que funcionan como un autoboicot permanente. Las irascibles respuestas de su portavoz y los funcionarios que no funcionan, más la crisis económica institucional en la que está inmersa la gestión, y el constante bombardeo mediático, constituyen un coctel explosivo para un presidente que carece de autoridad y que se muestra absolutamente divorciado de los intereses y pesares del ciudadano de a pie. 

En fin, el mercado responde, otra vez, a la falta de certidumbres de un presidente que conserva el honorífico título, pero que desde hace un tiempo parece dejo de ser tal. El interrogante es duro, pero cada vez más latente. ¿El presidente dejó de ser presidente? O lo que es peor, ¿el presidente alguna vez fue el presidente?