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Armas, intriga y dinero: la oscura trama del Triunvirato

La sombra de la corrupción en la Argentina no es un fenómeno reciente, ya que se remonta a los primeros momentos de su historia antes de la Independencia

15 de enero, 2024 - 09:50

La sombra de la corrupción en la Argentina no es un fenómeno reciente, sino que se remonta a los primeros compases de su historia antes de la Independencia, específicamente desde la conformación de la Primera Junta Provisional Gubernativa el 25 de mayo de 1810.

Desde ese momento crucial, la escena de aquella época experimentó una dinámica política y militar sorprendente, transitando rápidamente de una Junta Grande a la creación de un sistema de gobierno conocido como el Triunvirato.

Durante este período tumultuoso se produjo la compra de armas al extranjero, etapa liderada por algunos funcionarios prominentes, respaldados por figuras de segunda línea. La situación llegó a su punto de ebullición a mediados de 1812, generando malestar en una fracción de los "patriotas".

En octubre de ese mismo año se sucedieron varios hechos que produjeron malestar y el clima perfecto para llegar a un golpe de Estado que dio origen al segundo Triunvirato y a la posterior creación de la Asamblea General Constituyente, más conocida como la Asamblea del Año XIII.

Este episodio turbulento marcó uno de los primeros hitos en la historia, dejando una marca indeleble de corrupción y conflictos políticos que persistirían a lo largo de los años.

El tejido gubernativo del país se vio sacudido por tensiones internas y desafíos éticos, sentando las bases para la persistencia de prácticas cuestionables en el ámbito gubernamental. La corrupción, lejos de ser un fenómeno contemporáneo, se arraigó en los cimientos de la vida política argentina desde sus primeros días de independencia

Las balas de la discordia

El 12 de marzo de 1812 marcó un hito en la historia cuando Juan José Passo, con visión estratégica, firmó un trascendental contrato con José Corry. Este acuerdo no solo representó una transacción económica, sino un paso crucial en la construcción del poder militar durante aquellos momentos en las incipientes Provincias Unidas del Río de la Plata.

La firma del convenio, valuado en la abultada cifra de 400.000 pesos fuertes –una verdadera fortuna– tuvo como objetivo principal abastecer al ejército con armamento esencial. Los protagonistas del contrato eran los renombrados fusiles Brown-Bess, posiblemente pertenecientes al modelo India Pattern de fabricación británica.

Estas armas, con su reconocida eficacia y durabilidad, eran tan emblemáticas que se certificaban en la prestigiosa Torre de Londres, en el Reino Unido, simbolizando así la calidad y confiabilidad que se buscaba para las fuerzas militares rioplatenses.

La elección de estos fusiles no solo respondía a su reputación mundial, sino también a la necesidad imperante de contar con armamento de alto calibre. Passo, en su papel estratégico, comprendió la importancia de esta inversión para el futuro de la Independencia.

Los fusiles Brown-Bess, con sus bayonetas correspondientes, se convirtieron así en los aliados silenciosos, pero poderosos de las fuerzas que luchaban en el Norte y Este del territorio del ex virreinato. Cada uno de estos instrumentos representaba un eslabón en la cadena que uniría el destino de un país en formación.

Un reporte presentado por Paso el 4 de septiembre de 1812 supuso un punto de inflexión trascendental. No obstante, este episodio no estuvo exento de tensiones y desencuentros políticos entre los protagonistas. Las discrepancias entre Francisco Passo y su hermano Juan José y sus camaradas Peña y Jonte, generaron fricciones que iban más allá de las diferencias de pensamiento. La relación entre estos líderes, que en un principio compartían un objetivo común, se volvió cada vez más tirante y compleja.

La disputa alcanzó su punto álgido en torno a la convocatoria a una asamblea, donde las divergencias de opinión sobre su momento y propósito agitaron las aguas políticas.

Mientras Passo abogaba por postergar el evento, la Gran Logia de Buenos Aires, liderada por Carlos María de Alvear, insistía en llevarla a cabo, revelando así profundas brechas en cuanto a la visión y dirección del camino a seguir.

Passo, con su postura de mantenerse al margen de las presiones de algunos comerciantes británicos que se encontraban en Buenos Aires, interesados en vender armas, chocaba directamente con la mayoría de los miembros de la logia liderada por Alvear, que abogaba por una postura más cautelosa frente a los vaivenes internacionales.

El conflicto interno no solo reflejaba diferencias políticas, sino también la lucha por definir los principios y valores que guiarían el curso del incipiente gobierno.

Desavenencias de los fusiles

En medio de estas tensiones internas, la situación escaló a un punto más álgido y conflictivo cuando Juan Larrea –el recordado vocal de la Primera Junta de 1810– le propuso al gobierno la adquisición de 20.000 fusiles a Estados Unidos a través del enviado a ese país llamado Pedro Aguirre.

Este nuevo negociado introdujo más complejidades a la ya delicada situación política de la época.

La propuesta de Larrea, que proponía como proveedor al comerciante de origen estadounidense Guillermo Pío White, quien vivía en Buenos Aires, generó fricciones dentro de la coalición dirigente.

Las condiciones del contrato, que permitían la importación de mercancías y la exportación de plata sellada sin aranceles aduaneros, despertaron preocupación y descontento entre los líderes, incluyendo a Passo.

A pesar de las objeciones expresadas éste, el contrato fue sorprendentemente aprobado y ratificado. Este hecho, más allá de su impacto práctico, se convirtió en un símbolo del descontento que se incubaba en el seno de la coalición gobernante.

La aprobación de un contrato con condiciones tan favorables para el proveedor despertó suspicacias y exacerbó las tensiones políticas que ya se palpaban en el ambiente interno.

El episodio reveló no solo diferencias de opinión sobre cuestiones estratégicas y económicas, sino también la lucha subyacente por el control y la dirección de los destinos de esta Provincias Unidas.

Las internas, alimentadas por intereses divergentes, comenzaban a socavar la unidad aparente del Triunvirato, dejando entrever las grietas que amenazarían la estabilidad política de esos momentos por intereses y favoritismos personales.

El misterioso trasfondo de la adquisición

A pesar de la cancelación del contrato, se destapó un asunto de gran relevancia: la entrega de setenta mil pesos a un comerciante de origen británico con el propósito de adquirir armas. Este acontecimiento no solo arrojó luz sobre la gestión de fondos en el gobierno, sino que también avivó las llamas de la desconfianza y suscitó señalamientos de irregularidades que resquebrajaron aún más la confianza pública.

El testimonio del ciudadano José Belvis, vertido durante un juicio de residencia de 1813, hizo que se conocieran los oscuros manejos que rodeaban la administración de los recursos financieros por el gobierno, lo que generó en una gran tensión política y militar, ya que estaban en juego y toda esta desagradable situación quedó al descubierto, revelando desacuerdo, creando malentendidos y además incentivaban a que muchos disidentes del gobierno porteño, se volcaran a favorecer a los enemigos.

Este hecho de corrupción amenazaba indudablemente la estabilidad y la cohesión del liderazgo de aquel gobierno.

 La falta de transparencia en el manejo de los recursos para la compra de armas, con preferencias para algunos comerciantes que iban a ser favorecidos, no solo minó la confianza pública, sino que también exacerbó las divisiones internas, cuestionando la integridad y la eficacia del gobierno en un momento crucial de la historia.

Pero como era de esperar y suele ocurrir desde hace tantos años en estos hechos de corrupción, Passo y otros funcionarios fueron a la Justicia y quedaron impunes en las causas.