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La pandemia que vivió Mendoza

En 1918, casi 500 mendocinos murieron  y varios miles se contagiaron de una grave enfermedad, conocida como “gripe española”

16 de marzo, 2020 - 14:03

El mundo está en un estado de pandemia al extenderse en más de 115 países el virus denominado COVID-19 –o coronavirus– que se originó hace unos meses en China y se propagó rápidamente en gran parte del mundo con consecuencias mortales para la población.  

Varios países están tomando o ya tomaron medidas acertadas, en donde cerraron fronteras, suspendieron espectáculos públicos, las clases y en muchos casos se recomendó no concurrir a trabajar para no producir el contagio masivo. También se equiparon los hospitales y clínicas con los elementos y equipos de prevención a su personal. 

En  nuestro país entramos ya en un estado de gran alerta con dos muertos y más de cuarenta casos confirmados. 

Algo similar ocurrió, hace más de cien años, aunque entonces por negligencia o desconocimiento las autoridades se acordaron muy tarde de tomar medidas y al menos casi 500  mendocinos murieron y varios miles se contagiaron de la llamada “gripe española”.

El mundo afiebrado

Corría 1918 y la Primera Guerra Mundial estaba a punto de finalizar, pero comenzaba una nueva batalla; ahora contra el virus H1N1. Esta epidemia, mal llamada “gripe española”, tuvo su primer caso en Kansas, Estados Unidos, el 4 de marzo de ese año. Por entonces el virus solo causaba una dolencia respiratoria leve, aunque muy contagiosa, como cualquier gripe. En abril ya se había propagado por toda Norteamérica y había cruzado el Atlántico para instalarse en Europa con las tropas americanas.

En Francia, el mismo virus se extendió principalmente en la ciudad de Brest. Ya se sabía que causaba neumonía con rapidez y, a menudo, la muerte solo dos días después de los primeros síntomas. Luego pasó a España y las autoridades de ese país no tomaron ninguna medida sanitaria y por esa causa se contagiaron millones de personas. 

Aquella pandemia era imparable. Los brotes se extendieron a casi todas las partes habitadas del mundo, empezando por los puertos y propagándose por las carreteras principales. Solo en India hubo 12 millones de muertos. Argentina no escapó del flagelo: en nuestro país se registraron más de 4.000 muertos.

Al finalizar la primera guerra (1914-1918) murieron nueve millones de personas, mientras que la gripe española de ese mismo año acabó con la vida de 40 millones. Fue la peor de las tres epidemias mundiales de gripe del siglo XX (1918, 1957 y 1968) y, de hecho, la peor de cualquier tipo registrada en la historia.

También Mendoza quedó infectada

Desde el extranjero, varios individuos llegaron a la provincia de Mendoza y se alojaron en la casa de unos parientes españoles que vivían en la ciudad. A los pocos días, los viajeros comenzaron a sentir síntomas de decaimiento, fiebre muy alta y mucha tos. Con el correr del tiempo, la situación de los enfermos era cada vez más grave. Este cuadro virósico se extendió a los vecinos y la enfermedad comenzó a propagarse con rapidez entre los habitantes. 

Los diarios informaban que existía una epidemia en España y que había cobrado gran cantidad de víctimas.

El gobierno de la provincia tomó medidas sanitarias pero un poco tarde, aunque llamó a los mejores facultativos para detectar cuáles eran las causas de la epidemia.

Desde el ente de salud señalaron que se trataba de un virus denominado influenza H1N1 y que si no se tomaban acciones profilácticas inmediatas podría causar la muerte de gran parte de la población.

Los vecinos de nuestra ciudad y algunos departamentos empezaban a enfermarse de esta “grippe”–como se escribía en aquel tiempo– contagiándose súbitamente, pero la respuesta de las autoridades sanitarias de la provincia fue inmediata y muy eficiente. 

Es factible pensar que estaban no muy lejanos los ingratos recuerdos de la epidemia del cólera producida a fines del siglo XIX.

Sin embargo, las autoridades nacionales no habían tomado ninguna decisión para atacar esta pandemia, ya que el gobierno estaba pensando en los próximos comicios electorales, lo que causó el desagrado de los funcionarios locales.

Todos los días, más y más personas se enfermaban y la asistencia pública no daba abasto con los enfermos que llegaban para internarse. Los más graves eran trasladados a las llamadas “casas de aislamiento”, en las que se los asistía intensivamente.

Los focos de mayor infección se habían ubicado en las calles Chile, General Paz, Godoy Cruz y hasta Barcala. También se tenían noticias de que en los departamentos de Luján y General Alvear la epidemia se había cobrado gran cantidad de vidas.

Calles desiertas en la ciudad

Fue tal el contagio masivo que hasta los principales miembros del gobierno estaban enfermos, pero no por eso dejaron de ejecutar acciones para frenar la “gripe española”. En la ciudadanía cundió el pánico pero, inmediatamente, el entonces director de salud, doctor Eduardo Teseire, ordenó el cierre de la frontera con Chile y formar un cordón sanitario en la localidad de Las Cuevas. 

También se decretó la suspensión de las actividades escolares por varias semanas. Se suprimieron las actividades recreativas y públicas, ordenándose el cierre de teatros, confiterías y cines. Por ordenanza municipal se tomaron las precauciones para que los vendedores de carnes, verdura y otros alimentos, cumplieran al máximo con la higiene. Además se desinfectaron los templos de la ciudad y se pidió a los fieles que no concurrieran masivamente a las iglesias por el contagio de la enfermedad. Hasta se suspendieron los partidos de fútbol, que en aquel momento comenzaban a ser una pasión para los mendocinos.

Las calles de la ciudad estaban desiertas, no había tranvías, los negocios estaban cerrados y se veía muy pocos carros transitando las avenidas.

El azúcar, el mejor antibiótico

En aquel momento no existían los barbijos, ni guantes de látex, ni gel para prevenir este virus. Tampoco había antibióticos y otros medicamentos que pudieran curar la enfermedad.

La población no tenía la cultura por la higiene corporal como la tenemos hoy en día, lo que motivó raudamente la propagación del virus. Tampoco había un medicamento que pudiera curar la enfermedad. Solamente los facultativos recetaban un medicamento a base de esencia de canela y alcohol que debían dar al paciente, en una cucharita, disuelto en agua azucarada cada tres horas. Habían otras pócimas salvadoras que vendían las boticas -como se denominaban a las actuales farmacias- de la ciudad.

Como toda epidemia, con las medidas tomadas y con el tiempo, fue decreciendo, y poco a poco, la población comenzó a recuperarse de aquella gripe. Lo que no se publicó entonces –como es costumbre en los argentinos– fue que, al menos, casi 500 mendocinos fallecieron.