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El régimen talibán de Afganistán cumple un año en el poder

La Junta que dirige el país no ha cumplido con la moderación prometida y reforzó las restricciones sobre mujeres y niños

15 de agosto, 2022 - 21:58

El 15 de agosto de 2021 la mirada internacional observaba como el entonces presidente Ashraf Ghani huía apresuradamente de Kabul mientras las milicias talibanes rodeaban la ciudad.

En ese momento y tras 20 años de estar bajo el control y sostén político-militar de Estados Unidos; los jefes militares de Washington informaron al nuevo inquilino de la Casa Blanca que los efectivos del ejército regular afgano se encontraban preparados para contrarrestar el ímpetu de combate de los "extremistas". El demócrata Joe Biden, que hacía poco meses tomaba las riendas de la oficina oval y se encontraba presionado por una opinión pública que le exigía una rápida solución que condujera a la salida de las tropas estadounidenses del país de Asia central; decidió que era el contexto propicio para emprender una retirada masiva de las unidades desplegadas en ese país, con fecha límite de ejecución el 30 de agosto. 

El avance vertiginoso de las milicias insurgentes mostraron una situación claramente contraria a las proyecciones de los "altos mandos" del Pentágono y pese a todo el apoyo brindado en recursos bélicos  a las fuerzas del presidente Ghani, las mismas no pudieron hacer frente a los cuadros insurgentes que, en un escaso margen de tiempo, se apropiaron de los principales centros urbanos y sitiaron la capital.

 

 

Ese 15 de agosto y ante la apresurada salida del mandatario, la inacción o pavor reinante entre los funcionarios que pudieran sucederle y el desmoronamiento de los servicios de seguridad, sanitarios y financieros empezaron a fragmentarse rápidamente ante el anhelado proyecto occidental de la democracia afgana. El pánico cundía en la ciudadanía que buscó refugiarse en Kabul, mientras helicópteros de rescate y transporte sobrevolaban el centro de la ciudad para acelerar la evacuación de los funcionarios de la embajada de Estados Unidos y legaciones diplomáticas europeas. Desde ese momento, hasta el fin de mes fatídico, las imágenes de las que el mundo era testigo, nos recordaban el clima de terror de la retirada de Saigón en 1975 ante el avance del "vietcong".   

Muchos temían que las radicales reglas que caracterizaron el último Gobierno Talibán, de 1996 a 2001, volvieran a suscitarse y al transcurrir un año, los peores vaticinios parecen encontrar su lugar.

 

La vulnerabilidad de las mujeres afganas pasa por su momento más crítico 

La pérdida de derechos entre las mujeres se ha traducido en un marcado retroceso sociocultural. La imposición de nuevas leyes del actual gobierno, ha devenido en que cientos de miles de adolescentes afganas están privadas de recibir educación secundaria y todavía menos universitaria.

 

 

Se les prohíbe ejercer cualquier profesión excepto ser maestras y enfermeras; tampoco pueden trasladarse solas por el territorio del país, ejercer actividad en la administración pública y con una especial exigencia a no exhibir alguna parte de su cuerpo en público, por lo que la obligación de cubrirse con el tradicional "burka" es una de las determinaciones que el Consejo presidido por el Emir Hibatullah Akhundzada decretó tras apropiarse del poder. 

 

Terrorismo de por medio

A todo este desalentador panorama, se suman las disputas con facciones de corte terrorista por pronunciadas diferencias ideológicas y bajo distintos objetivos.

El ISIS-K, (Provincia del Estado Islámico del Gran Khorasán), es una de las que más complejidad presenta y es una rama activa perteneciente al autodenominado Estado Islámico, conocido como ISIS. Esta facción extremista se muestra muy activa en la zona de (Pakistán fronteriza a Afganistán), por lo que los enfrentamientos armados entre ambas facciones son muy frecuentes. 

 

 

En tanto, no hay que olvidar la reciente muerte de Aymán Al Zawahiri, líder de Al Qaeda, el pasado 30 de julio en Kabul por medio de un ataque con drones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Este panorama, muestra a ciencia cierta que el país sigue siendo epicentro de terroristas y contradice uno de los compromisos asumidos por el consejo de Jefes Talibanes en los Acuerdos de Doha de febrero de 2020 que aceptaron "no permitir que Afganistán se convirtiera en una emisor internacional de grupos y células extremistas ”.

Las sanciones internacionales, el no reconocimiento de la comunidad mundial al gobierno de Akhundzada; el desmoronamiento económico, educativo y sanitario, más la aplicación de una férrea "Sharia",(Ley islámica), sobre las mujeres y niños solo hace sucumbir todavía más en la pobreza y sufrimiento a una ciudadanía afgana, que desde hace 70 años solo saber convivir con la opresión de sus derechos.