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Denuncian por abuso sexual a un cardenal canadiense

El papa Francisco protegió a una autoridad del Vaticano acusado de acosar a una mujer cuando era  obispo de Quebec

18 de agosto, 2022 - 23:01

Semanas después del denominado "viaje penitencial" del papa Francisco a Canadá, donde el pontífice pidió perdón por los abusos cometidos dentro de la iglesia católica a lo largo del siglo 20, vulnerando los derechos y la integridad de miles de niños y adolescentes nativos del país de américa del norte, quedan a consideración un par de disparadores. 

Un primer interrogante sobre el histórico "nunca más" pronunciado por Francisco con respecto a los crímenes de abuso sexual queda abierto al plano de esas promesas difíciles de cumplir. El reciente escándalo que vincula al cardenal canadiense Marc Ouellet con una posible agresión hacia una feligresa, entre 2008 y 2010, mientras ejercía como arzobispo de Quebec, vuelve a generar el rechazo de la opinión púbica de la nación canadiense y de la comunidad internacional.

La denunciante, una empleada administrativa de la pastoral en el momento de los acontecimientos, es una "anotación" más de una infinidad de denuncias acumuladas que se mantienen en la órbita del silencio o en el de la complicidad ligada a la "protección discreta"; pese a la mayor atención que está, aparentemente, queriendo darle la "Santa Sede" ante la opinión pública y las reformas procedimentales que ha impulsado Bergoglio.

 

 

El papa Francisco y los abusos de la iglesia

Parece una oración que no comulga en su integración, no termina de amalgamarse como el "agua y el aceite". El "santo padre" como se le suele llamar en el círculo del clero, ha tomado la cruzada de "las disculpas" pero no de las acciones preventivas como puede ser: "separar de su cargo a un eclesiástico que se encuentre sospechado de haber infringido la confianza de un miembro de su congregación". 

Tampoco se volcó a acciones punitivas contra muchos integrantes del sacerdocio, como así también personal contratado para institutos educativos, hogares infantiles, hospicios, etc...mostrando un cambio de timón radical y con la firmeza suficiente para insinuar un giro en la mirada de los fieles y de la sociedad global en su conjunto. Ouellet debería ser cesanteado de su cargo actual hasta resolver la investigación, pero Francisco lo excuso de toda implicancia por falta de mérito en la acusación. 

Otra cuestión que merece comienzo y final con signos de interrogación es el doble juego entre "autoridad moral"  y "guía espiritual". La iglesia tiene que reforzar su imagen como bálsamo y señalizador de un camino que involucre contención y se preocupe por reconfortar a unos seguidores descreídos del marco institucional, que asevera representarlos y que tienen gran incertidumbre por la condición de un mundo en crisis.

 

 

¿Doble estándar?

El Vaticano ya no puede emitir "juicio moral" sobre nada, el derrotero de sus actos y situaciones que le exponen, le arrebataron cualquier pergamino de formadora de opinión en materia de identidad y elección sexual, de pobreza, de abandono, de acumulación de riqueza, de educación y hasta en lo referente a juzgar tan livianamente, si es peor el aborto que los abusos cometidos por la curia del papa Francisco...

El rol del Sumo Pontífice se debe circunscribir a dos aspectos: decidir sobre las cuestiones de gobernanza del Estado Vaticano y ver como la "iglesia de Pedro" se adapta y responde a las necesidades de una Fe renovada que claman muchos de sus seguidores.

Para los problemas de la situación física y racional de la ciudadanía, es necesario un manejo laicista y crítico, para separar lo que debe juzgarse como tal y no como lo que puede parecer ante los ojos de los que se esconden en el argumento: "Dios juzgará".