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Elogio de la locura

Hoy los Tombinos celebran el día del hincha en honor al natalicio de Julio Roque Pérez, su emblemático simpatizante. El escritor mendocino Gaby Jiménez dedicó un bello texto al Loco Julio que aquí compartimos

21 de febrero, 2024 - 17:54

La noción de monstruo viene a nombrar lo extraño, lo ajeno, lo desconocido. Lo que está fuera de la norma. Nombrar es poner las cosas en su lugar, poner orden, categorizar.

Aristóteles, que no era amigo de los monstruos, inventó el principio de no contradicción. Ahí dice que una cosa no puede ser y no ser, en el mismo tiempo y en el mismo sentido.

Entonces cuando decimos que algo es tal cosa, justamente en ese momento no es todo el resto de las cosas. O algo así, al griego le gustaba ordenar, es decir, patrullar la otredad.

Pero para esto es necesario nombrar, ponerle una categoría a todo lo que conocemos. ¿Y qué hacemos con lo que desconocemos? Inventamos zoológicos, loqueros, cárceles y demás hospicios que justifiquen el orden, o sea, el encierro.

Los monstruos son, principalmente eso, desconocidos.

El único lugar donde son protagonistas es en las historias de terror. Solitarios, raros, feos, tenebrosos, malos, peligrosos, locos...

La historia del Loco Julio ya es leyenda. El mote le comió el nombre y le dio lugar en murales, banderas, canciones y cualquier otro espacio de la memoria popular. Y en una popular también, la tribuna del estadio del Tomba que lleva su nombre.

Los hinchas le hicieron una escultura y hay un boulevard que se llama como él. Las luces del estadio también llevan su sello ya que se compraron con el dinero que el loco le donó al club cuando se ganó la lotería.

Cómo no lo van a tratar de loco, si en realidad lo que están diciendo es que no lo entienden. No pueden entender el azar ni la generosidad.

¿Cómo alguien en lugar de invertir en lo seguro va a apostar el poco dinero que tiene? y si gana… ¿Cómo lo va a regalar?

Lo tildaron de loco porque les explotaba la cabeza, la lógica, el orden.

Los locos desordenan. Quizás por eso incluso cuando murió siguió haciendo de las suyas y en plena cuarentena armó un quilombo bárbaro con miles de hinchas a los que no les importó nada y fueron a despedirlo en caravana.

Ese miércoles tuvo que intervenir la justicia pero la locura ya era epidemia por las calles de Godoy Cruz