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Por el chori y el porrón

“Era fanfarrón el vago y se estaba comiendo las palabras y perdiendo la apuesta. Eran los objetivos primarios de ese córner, achicar el camino a la apuesta. Y ahí fue, le clavó un zurdazo fuerte, combado al primer palo. El arquero infructuosamente trató de llegar...”

03 de marzo, 2020 - 17:01

Leyendo hace unos días crónicas sin cronos de redondas ‘entierradas’, pero no enterradas. De las milongas populares de cuero y choripán, en cualquier domingo bendito de sol, lluvia, frío o un calor insostenible. 

De este terruño mendocino que nos apaña la vida, como así también y seguramente en otros lugares de canchas duras e ilusiones de domingos que nos abren los poros de la piel sudada y el cuero curtido de trabajos pesados, y alegrías voladoras...   

Andando un poco con la imaginación, yendo por esos ‘potreros’, recordando monumentales empedrados y bomboneras de polvo suelto hasta la ceguera, de nuestra Liga FeMeFa (la Cacique, Godoicruceña, Lasherina, etcétera) fue inevitable que se vinieran a la mente algunos cracks increíbles que uno vio y disfrutó. 

Algunos que pasaron por las filas del Chapa, Almafuerte, Liberal, Minotto, Ecuador, Águilas Negras, el mismísimo Peñarol de nuestro querido Bermejo y siempre nos preguntamos ¿adónde está el medidor de felicidad y gozo por la redonda…?   

Acomodó la pelota en el ángulo invisible de tierra y cal de la esquina derecha del ataque propio y mientras esperaba la señal del ‘referí’, se cruzaron pensamientos como “al primer palo fuerte y no la agarra” y “y si la tiro al segundo es mejor gol aunque menos posibilidades de que vaya al arco”. Pero también se acordó del chori y el porrón que le apostó a uno de los amigos/hinchas del ‘clú’, si hacía más de un gol y no había hecho ninguno todavía, las risas y cargadas le llovían desde la orilla de la cancha, porque era fanfarrón el vago y se estaba comiendo las palabras y perdiendo la apuesta. Eran los objetivos primarios de ese córner, achicar el camino a la apuesta. Y ahí fue, le clavó un zurdazo fuerte, combado, al primer palo. El arquero infructuosamente trató de llegar pero lo único que logró hacer fue darle un carazo furibundo al poste y escuchar el grito de “¡¡goooolll!!” .

¿Qué hizo que los termómetros de la gloria sean ‘iespien’ o ‘directiví’ o ‘focespor’? ¿O que esa gloria esté en la tapa de alguna revista, en la era digital y muy poco papel, como aquellos históricos retratos de Rojitas, Bernao, el Charro Moreno, Veira o el Bocha Maschio, que venían cada lunes en las portadas de antaño?

¿Adónde está escrito que esa es la gloria y no la del abrazo de gol, con olor a barro y sudor de la feria o de la obra, con el amigo del tinto y el porrón de cada domingo? 

Y fíjese usted, como serán de amateurs y nobles y fieles a una estirpe y consecuentes estos muchachos que siguen jugando los domingos, sin transar con nadie esas horas de protagonismo, sin estar sacando cuentas por los derechos de televisación ni contratos pornográficos con las cadenas (sí CADENAS) deportivas que pagan el show-bussines manejando de manera obscena y sepultando para siempre la inocente, pura y sentimental esencia del fútbol.

No señor, ellos no transan, viven sus vidas de ilusiones semanales y champions domingueras, en el más perfecto de lo que, nosotros o los exitistas, le llamamos anonimato y que para ellos es su motivo de orgullo, charla y fanfarroneo tomando un café con tortitas antes de llegar al laburo.

Cracks de sangre, sudor y lágrimas, que la vida te los pone en la cama de al lado y quizá ni los viste… Cracks del patear, abrazarse, tomarse un vino y ser más felices que la puta que lo parió, un domingo cualquiera, en un pueblo cualquiera, en una cancha cualquiera, de un barrio cualquiera y donde quizá y seguramente, gracias a Dios, la televisión nunca llegó ni llegará. Siquiera cuando, dinero de por medio, busquen historias de cracks pobres e intrascendentes (para ellos) y lograr hacer efecto en las pantallas sensibleras pero poco sensibles de sus televidentes.

La lamentable TV jamás entenderá por dónde va la pasión de esa gente, como vos y como yo, o por dónde va el calvario feliz de cada pelota dividida, el posterior polvaredal; donde se deja cuerpo y alma en serio. Porque acá no hay guita, es solo el orgullo y la dignidad nomás. Los dueños de las balanzas pasionales no entenderán nunca, que la felicidad pasa por una número 5 bien cascada, un porrón en la orilla de la acequia y la vuelta olímpica alrededor de la señora de los choris y el marido que los arma y te los da chorreando chimichurri laborioso y con sabor a ternura y alegría por los manguitos que entran a ese hogar jubilado y con bajas esperanzas. 

La felicidad es volverse a casa a pata o en bici, tomándote ese tiempo de libertad de imaginar como vas a terminar cada jugada el domingo que viene, sin que ningún irrespetuoso e irreverente micrófono quiera exprimirte las palabras, para sacarte la frase jugosa del titular de mañana.

Mientras le decía a los de la orilla: “vieron giles, aprendan a patear un córner” se sonreía de costado abrazado por sus compañeros, sabía que había hecho un golazo y que estaba yendo “a por el del chori y la cerveza”. Terminaba ya el partido y tiro libre para ellos al costado del área, lo iba a patear él pero llamó al 10 y le dijo al oído “tiralo a la media luna”. El 10 ya tenía el arco entre ceja y ceja, porque además le pegaba muy bien a la pelota y se tenía fe, pero cuando vio que el 11 se metió al área chica y le señaló la media luna con el índice, no dudó y se la tiró ahí, iba algo fuerte, pensó: “¡que cagada!”

La paró de pecho, de costado al arco, se le fue larga (la idea prima era cabecear al segundo palo para la entrada del 2 o del 6), pero antes que cayera al piso la tomó a media altura, media tijera al primer palo, otra vez, y a cobrar el chori y el porrón. En vez de festejar se fue a la orilla y lo mandó al tipo de la apuesta a la parrilla de donde venía el humo grasiento y sabroso.

Esa vuelta a casa es como tocar el cielo con las manos, es la gloria de un domingo de gloria, en la cancha de tu club, en el barrio, donde el lunes el arquero atiende el almacén, el 2 vende choclos y el 9 acarrea bolsas de papas. El resto, la mayoría, anda con olor a ladrillo y ‘porlan’ y las manos curtidas, pero donde el humo de los choris a la orilla de la cancha y la sed interminable muchas veces hasta que ya no quedan ni los mosquitos, es tu copa libertadores y tu mundial secreto.

¿Salir campeón y ganar guita? Quizá eso sea para los que de a poco se olvidaron que las canchas de fútbol más nobles y bellas son de tierra, piedras y algo de chipica, no de césped sintético…