|18/10/21 09:12 AM

Alejandro Santa María Conill, un escritor injustamente olvidado

Aunque nunca dejó su trabajo en el Correo Central, el legado de una importante cantidad de obras hizo que fuera reconocido como un novelista prolífico de una enorme calidad literaria

18 de octubre, 2021 - 09:12

Desde muy joven, la gran pasión de Alejandro Santa María Conill fue la literatura. Una pasión que llevó hasta su muerte y que combinó con su empleo en el Correo Central.

Fue, sin lugar a dudas, uno de los escritores mendocinos más destacados e influyentes del siglo XX, pero a pesar de su gran trayectoria es poco conocido en nuestra provincia y, tal vez por diferentes motivos, no tuvo el lugar que se merece en la literatura cuyana.

Su pluma fue grande y prolífica y editó una interesante cantidad de obras, además de ser el creador de la frase “Mendoza, ciudad de barro”.

 

Una ciudad de barro

Santa María Conill nació en Mendoza el 28 de marzo de 1894, aunque algunos de sus biógrafos afirman que su nacimiento fue realmente en 1896. Su padre se llamaba Arístides Santa María, oriundo de La Paz (Mendoza), y su madre Máxima de las Mercedes Conill.

Cursó estudios primarios y en 1910, con solo 14 años, comenzó a trabajar en el correo como cartero.

La Mendoza del Centenario estaba gobernada por Rufino Ortega (hijo) y vivía momentos de gran opulencia; su industria vitivinícola estaba en su mejor momento, había cientos de bodegas y las más importantes importaban sus vinos al continente europeo.

En tanto, la ciudad iba creciendo con nuevos edificios que la embellecían, además del Parque del Oeste, el lugar en donde la alta sociedad mendocina se reunía todos los domingos.

Por sus calles adoquinadas comenzaban a transitar los primeros automóviles y el tranvía a caballo circulaba por las arterias principales, como la avenida San Martín y Las Heras. También, miles de inmigrantes italianos, españoles, británicos, franceses, alemanes, rusos, polacos, libaneses y suizos se establecieron en esta tierra con el sueño de prosperar económicamente y tener un mejor pasar de vida.

 

Amor por las letras

En aquellos tiempos, Alejandro trabajaba repartiendo cartas por las calles de aquella aldea cosmopolita.

El joven abrazó la afición por la literatura y el periodismo escribiendo algunos ensayos desde los años 20. Su labor como cartero le permitió sostenerse económicamente y al mismo tiempo seguir escribiendo y hacerse conocer.

 

Antiguo correo de la ciudad en donde trabajó el reconocido autor local.

 

En 1925 comenzó a publicar su primera columna periodística denominada El valor de la novela. Un año después editó un tratado específicamente hecho para el correo, llamado Enseñanza rápida y metódica de la telegrafía y radiotelegrafía, y tiempo después salió a la luz otro libro, denominado Formación moral e intelectual de los empleados de Correos y Telecomunicaciones.

Posteriormente, el escritor colaboró en diferentes medios de la prensa escrita local, destacándose en su columna llamada Perfiles de nuestra ciudad, que atrajo la atención de miles de lectores.

Verdadero autodidacta, fue uno de los más comprometidos en propulsar la educación primaria a través de una revista denominada Instrucción Pública que contenía algunos cuentos, como Los nietos del Martín Fierro.

En 1939 ejerció la secretaría general del Círculo de Periodistas junto a su amigo Ricardo Tudela, quien ocupó el lugar de vicepresidente, una función que se prolongó por varios años.

A pesar de su gran actividad literaria, nunca dejó su trabajo como empleado de correos y llegó a destacarse como jefe del Octavo Distrito de Mendoza, cargo con el cual se jubiló.

Durante la década de los 30, y como muchos intelectuales de la época, Santa María Conill perteneció a la masonería como miembro activo de la Logia Lautaro de Mendoza, en la que ocupó varios cargos.

Fue por los años cincuenta cuando fue presidente del Centro de Jubilados y Pensionados Nacionales, secretario del Instituto Argentino- Chileno de Cultura, secretario relator de la Intendencia Municipal de Mendoza y presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, desempeñándose además como jurado en importantes certámenes literarios.

Entre otras actividades cabe destacar que fue el libretista de la Vendimia de la Ciudad de Mendoza realizada el 17 de marzo de 1953.

La tradición cuenta que, en aquellos tiempos todos los sábados Santa María Conill y sus amigos se reunían en un café ubicado en la avenida San Martín, frente a la Compañía de Jesús, para charlar sobre temas vinculados al arte de la escritura. Aquella mesa estaba integrada por Tudela, Juan Draghi Lucero, Vicente Nacarato, Reinaldo Bianchini, Alberto Ciriguano, Humberto Crimi y Américo Calí.

Tras una breve enfermedad, Santa María Conill falleció el 1 de noviembre de 1956. Aquel día, Sus amigos lloraron su ausencia y la literatura mendocina estuvo de luto. Se pudo sentir su pesar en la mayoría de los ámbitos culturales de aquel tiempo.

Se casó con Ana María Aubone y tuvo tres hijos. Hoy sus restos descansan en el Cementerio de la Ciudad de Mendoza.

 

Flechas de papel

Entre sus trabajos publicados podemos mencionar El vuelo sumiso, novela que apareció en 1934. Con esa obra de ambiente provinciano sentó su reputación como novelista y obtuvo una mención especial en el concurso de la Municipalidad de Mendoza en 1938.

Después, con La ciudad de barro, una de sus mejores novelas, obtuvo el Premio Regional de la Comisión Nacional de Cultura en 1941 y fue reeditada en 1991, al cumplirse el 50º aniversario de la primera edición.

Le siguieron Flechas de papel, (prosa festiva) publicada en 1953; el ensayo crítico Ubicación de Luisa Manienhoff y la novela El nudo ciego. De sus obras inéditas figuran Motivos de la ciudad y La bestia hermosa, una novela policial.

Durante su presidencia de la Sociedad Mendocina de Escritores fue el artífice de Tierra viva, una revista literaria muy destacada que alcanzó en un breve tiempo una amplia resonancia en los círculos literarios del país y del extranjero.