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Yevgeny Prigozhin, el último samurái

La marcha del jefe del temido Grupo Wagner hacia Moscú dejó especulaciones sobre si se trató de uno de los desafíos más graves a la autoridad de Putin o si el posterior desplazamiento del ‘rebelde’ a Bielorrusia podría ser utilizado realmente para un ataque a Ucrania desde ese país, teniendo en cuenta que se ha concentrado a sólo 100 kilómetros de Kiev

07 de julio, 2023 - 07:51

Creo que todos recordamos la película protagonizada por Tom Cruise El último samurái, en la cual el famoso actor de acción interpreta a un capitán del 7º Regimiento de Caballería de los Estados Unidos, cuyos conflictos personales lo ponen en contacto con guerreros samuráis del Japón cuando éstos se integran a la Rebelión de Satsuma de 1877, liderada por Saigo Takamori, contra la occidentalización promovida por la denominada Restauración Meiji.

La Rebelión de Satsuma fue una revuelta de un grupo de ronin, es decir de guerreros samuráis sin un amo a quien servir y obedecer. Como tal, fue la última y más importante de una serie de levantamientos armados contra el nuevo gobierno que trataba de imponer una serie de cambios en la estructura de la política y social de Japón en el período comprendido entre 1868 y 1912, que abarcaba parte del período Edo denominado Shogunato Tokugawa tardío y el comienzo de la Era Meiji.

El éxito de la misma significó, prácticamente, la desaparición de los samuráis. Empezó con ello la era Meiji, época en que quedaron abolidos sus privilegios especiales y se le dieron derechos civiles a la población del común. En realidad, los poderes retirados a los samuráis pasaron a una oligarquía de daimios, una suerte de señores de la guerra feudales.

Tal descripción puede sernos útil para entender qué ha pasado en Rusia con el publicitado motín del más famoso de sus samuráis, Yevgeny Prigozhin, un poderoso oligarca amigo del propio presidente Vladimir Putin y CEO de la compañía militar civil Wagner, a la sazón una fuerza bélica temible, famosa tanto por su bravura como por su incontinencia verbal.

Prigozhin es jefe del temible grupo de mercenarios al servicio de Putin, pero ahora habría caído en desgracia frente al presidente ruso

 

La movida del Kremlin

Dejando de lado la Historia y pasando a las cosas concretas de estos días, sabemos por intermedio de la cadena estadounidense global CNN, que publicó el domingo pasado la historia de que los servicios de inteligencia estadounidenses y occidentales estaban al tanto del fallido intento de golpe de Estado (en realidad un motín) del viernes por la noche por parte de Prigozhin, “durante bastante tiempo y haciendo los preparativos para tal movimiento, incluso acumulando armas y municiones”.

Lo que no sabemos es en qué momento la inteligencia rusa se enteró de lo mismo o si en realidad todo se trató todo de un montaje común para desinformar a sus adversarios occidentales, ya que el Kremlin actuó con contundencia, decisión y previsión en tiempo real para frustrar al motín en cuestión de horas.

Por ejemplo, el sábado por la noche, el jefe de inteligencia exterior, Sergey Narishkin, anunció que el intento había fracasado y las autoridades rusas estaban esperando que Prigozhin se rindiera.

Es más que obvio que no habría escapado a la atención de los analistas de inteligencia rusos los desvaríos verbales de Prigozhin desde Donetsk durante el otoño y el invierno pasados, que comenzaron, originalmente, como una crítica a los aspectos operativos del frente de guerra de Bahamut en el oblast de Donetsk y habían pasado a adquirir connotaciones políticas muy peligrosas y rayanas con la insubordinación.

El sábado, las dudas se despejaron cuando el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, emitió un duro mensaje acusando a los amotinados de traición a la Patria y desplegando un plan de acción para aplastar, literalmente, a los amotinados. Uno que incluía confrontarlos con las temibles milicias chechenas y con todo el peso de la maquinaria bélica estatal.

Finalmente, como todos sabemos, la sangre no llegó al río y tras un frustrado intento de marchar hacia Moscú, se llegó a un acuerdo con Prigozhin, quien no sería procesado sino que simplemente debía exiliarse. ¿Y dónde más podría organizarse mejor su exilio que en Bielorrusia, bajo la mirada benévola del presidente Alexander Lukashenko?

Como vemos, el Kremlin ha adoptado una estrategia muy reflexiva. Según los detalles disponibles hasta el momento, tiene los siguientes cinco elementos clave, a saber:

1º) La mayor prioridad es evitar el derramamiento de sangre rusa para que la vida siga adelante y el enfoque en la guerra en Ucrania, que está en un punto de inflexión, no sufra contratiempos indeseables.

2º) En términos inmediatos, lograr que los pocos combatientes renegados de Wagner y Prigozhin abandonen Rostov-on- Don y regresen a sus campamentos en Lugansk.

3º) Separar clínicamente a Prigozhin del resto del Grupo Wagner (de hecho, ni un solo comandante u oficial de Wagner se unió a su revuelta).

4º) Ofrecer inmunidad al grueso del Grupo Wagner —excepto a los amotinados— y facilitar su integración formal en el Ministerio de Defensa.

5º) Lograr que Prigozhin se vaya a Bielorrusia, bajo la protección de Lukashenko, lo que plantea toda una nueva rama de especulaciones sobre cómo puede seguir evolucionando la situación del exsamurái.

 

Alerta en Ucrania

El último elemento es absolutamente fascinante. Esta movida del Kremlin coloca una espada de dos filos sobre las cabezas de los líderes de la OTAN, especialmente de su protegido Zelenski, pues los músicos sobrevivientes de Prigozhin pasan a estar muy cerca de Kiev, mucho más cerca que desde la sureña ciudad de Bahamut. Esto, sumado a la entrega hecha por Rusia de una importante cantidad de sistemas de armas a Minsk, que incluyen armas nucleares tácticas.

De hecho, el general inglés Lord Dannatt ha lanzado el alerta de que muchos elementos del supuesto levantamiento de Prigozhin “no cuadran” y que su extraño exilio en Bielorrusia lo sitúa a sólo 100 kilómetros de Kiev, desde donde un ataque podría generar la caída de la capital ucraniana.

Sin duda, ahora que el complot de la CIA con Prigozhin ha fracasado, de sus escombros nacerán nuevas narrativas occidentales como un ave fénix de las cenizas. Y las MCS adictas, como la CNN, repetirán esa narrativa.

Pero no por mucho. Porque lo que se avecina es la manifestación de la férrea resolución del Kremlin —y del propio presidente de Rusia— de buscar una solución militar total a la crisis de Ucrania.

En este sentido Putin declaró la semana pasada, muy probablemente anticipándose a la tormenta que se avecinaba en el horizonte, que la guerra terminará cuando no quede ningún ejército ucraniano ni armas de la OTAN en el campo de batalla.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.