|31/03/23 07:34 AM

Todo cambia

Analizando detenidamente la actualidad mundial, podemos sacar conclusiones sobre los varios procesos que se dan en distintos países –como en Francia, Israel y Rusia–, los que parecerían confirmar que todo se va dando en ciclos que se repiten

31 de marzo, 2023 - 08:38

Cambia lo superficial

Cambia también lo profundo

Cambia el modo de pensar

Cambia todo en este mundo

Todo cambia es una canción compuesta por el autor chileno Julio Numhauser en 1982, que fue popularizada por nuestra Mercedes Sosa. Pero es cierto que todo cambia. Al respecto –más filosóficamente– Anaximandro (610-546 a. C.) se preguntaba si la realidad se desarrolla en forma lineal o en círculos que se repiten eternamente. Nos preguntamos por qué hay varios procesos en distintos países que parecerían confirmar que todo se va dando en ciclos que se repiten. A saber:

  1. Francia parece estar volviendo a los tiempos de la Revolución Francesa.
  2. Israel a los del Reino de Israel. 
  3. Rusia a la época de los zares. Veamos uno por uno.

 

Francia

Todo comenzó con el fallido intento del presidente Emmanuel Macron de modificar las leyes jubilatorias de su país, el que se cree que podría conducir, incluso, al fin de la Vª República. Todo comenzó cuando la Asamblea Nacional Francesa convalidó el pasado jueves 16 la decisión del gobierno de introducir por decreto la reforma del sistema previsional. Tras la decisión legislativa, el movimiento antigubernamental fue aumentado con aportes provenientes, tanto de la Izquierda como de la Derecha.

Cientos de miles de franceses se dieron cita en las calles de París y en otras ciudades de Francia. Al margen de los desmanes habituales, en estas protestas –que ya habían comenzado algunos años atrás con las protestas de los denominados ‘chalecos amarillos’– lo que llama la atención esta vez es la unión espiritual de manifestantes tan diversos, sean de izquierdas o de derechas, viejos o jóvenes. Todos entonan las pegadizas estrofas de On lâche rien (No tenemos nada que perder), del cantor de protesta Kaddour Hadad, que evocan la lucha por los viejos principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad que llevaron a la toma de la Bastilla.

Una nota de color se produjo tras una entrevista televisada en la que Macrón se quitaba, disimuladamente, un costoso reloj pulsera, recordando la anécdota de las joyas de María Antonieta, la esposa de Luis XVI, que en su momento enfureció a las plebes de la época acelerando los tiempos de la revolución. Por el momento esto sólo llevó a violentos enfrentamientos que ya contabilizan centenares de heridos y de detenidos. Pero nunca se sabe cómo pueden terminar estas cosas.

 

Israel

Por su parte, en el Estado de Israel todo estalló con el plan del primer ministro Benjamin Netanyahu para rehacer el sistema judicial, lo que ha desencadenado el malestar social más generalizado en décadas. El plan, que le daría al gobierno mayor poder para elegir jueces, incluidos los que presidirían el juicio por corrupción de Netanyahu, ha dividido al país, enfrentando especialmente a los israelíes liberales y seculares contra las facciones religiosamente conservadoras.

Netanyahu anunció el lunes pasado que retrasaría el plan, sugiriendo que se necesitaba un compromiso para evitar “una guerra civil”. Sin embargo, los analistas prefieren hablar de un profundo divorcio social que lleva varios años en maceración y que algunos no niegan que pueda ser comienzo de cuestiones más graves. Argumentan que desde su fundación en 1948 y hasta los años 70, en Israel mandaban los ashkenazim, es decir los judíos de origen centroeuropeo, más bien ateos, laicos y socialdemócratas.

Pero desde los años 90 fue creciendo en el gobierno y en los mandos de las FF.AA. y en los servicios de inteligencia y de seguridad la influencia de los judíos sefardíes de origen local, que tienen una postura decididamente más religiosa y propensa a una línea dura contra los palestinos. Todo se complicó cuando este sector fue adquiriendo peso político y se constituyó en la base electoral que permitió la permanencia en el gobierno a halcones como Arik Sharon y, ahora, de Benjamin Netanyahu, bajo la consigna de reconstituir el mítico Reino de David.

Por otro lado están aquellos que no comparten estas ideas de radicalización religiosa y quieren mantener al Israel de sus orígenes laicos, que venía presentándose al mundo como la única democracia de Medio Oriente, plural y abierta incluso a las minorías LGTB.

 

Rusia

Finalmente, tenemos en Rusia el regreso del Imperio de los Zares. Por estas tierras los analistas están seguros de que Putin invadió Ucrania únicamente por razones geopolíticas, estratégicas o económicas, pero se olvidan de un factor fundamental de la política rusa contemporánea: la religión. Esto se traduce en su proyecto de recrear un Estado imperial cristiano según el modelo de los antiguos zares: una entidad estatal que reúna el poder temporal y el espiritual.

Esta visión la encarna hoy su presidente, Vladimir Putin, y se basa en un retorno a las formas más tradicionalistas de la ortodoxia rusa, en oposición al secularismo decadente del mundo occidental tal como lo vislumbraba el politólogo estadounidense Samuel Huntington en su libro Choque de Civilizaciones.

En lo político, Putin se ha apoyado en los preceptos de la Cuarta Teoría Política del filósofo Alexandr Dugin, con lo que en los últimos años ha visto crecer su popularidad como referente moral de este mundo. Pero se ha topado con la resistencia de la Iglesia ortodoxa ucraniana de reconocerlo como un líder único de todos los pueblos eslavos.

En el año 980 de nuestra era, el príncipe Vladimir el Grande unificó las actuales Rusia, Bielorrusia y Ucrania en un solo reino. Mirando a Constantinopla, Vladimir decidió convertirse al cristianismo, casándose con una de las princesas imperiales y sometiendo a todo su reino a la Iglesia bizantina. A partir de entonces, Kiev se convirtió en un centro neurálgico del Imperio bizantino.

Algunos siglos después, se produjo una profunda tensión entre la sede patriarcal de Moscú y la Iglesia ucraniana que duró hasta la caída de la URSS. Con la disolución del bloque soviético, comenzaron las conocidas tensiones étnicas que condujeron a la aparición de tendencias autonomistas entre las minorías rusas, como por ejemplo en Crimea y en el Donbás. En 2018, por ejemplo, la Iglesia ortodoxa ucraniana unificada se independizó completamente de la de Moscú, reactivando la antigua sede patriarcal en Kiev como sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

Putin y las autoridades religiosas rusas protestaron enérgicamente y trataron de imponer su primacía apropiándose de la figura de Vladimir el Grande, llegando a negar la independencia ucraniana. Para colmo de males, la OTAN metió la cuchara incentivando las contradicciones tratando de llevar a Ucrania a su rebaño europeísta anti ruso. Por lo que para el presidente ruso no le quedó otra salida posible que apelar a la reconstrucción del Imperio de los Zares cuya primera capital había estado en Kiev.

Por todo ello, para Putin y para la Iglesia de Moscú la invasión a Ucrania se ha convertido en una parte indispensable de la cruzada para recuperar la tierra santa de la ortodoxia, en la que Kiev viene a ser como segunda Jerusalén. Esto también explica las cercanías de sus contactos con Israel (por Jerusalén), con Turquía (por Constantinopla) y con Italia (por Roma).

Todo muy interesante hasta aquí, pero respecto de nuestra Argentina ¿qué es lo que podemos decir? Esa es otra historia, querido lector, la que trataremos de contar en otra oportunidad.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.