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Sí, se puede ganar con los valores que queremos ¡Gracias Selección!

Aman la camiseta, aman su unión, aman al que se para a su lado en la cancha y también a cada uno de los que vistieron la camiseta en este ciclo

19 de diciembre, 2022 - 10:24

Si te postran diez veces,

te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas:

no han de ser tus caídas tan violentas,

ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas asimilan el humus avarientas, deglutiendo el rencor de las afrentas se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte, nada más necesita la criatura, y en cualquier infeliz se me figura que se mellan los garfios de la suerte…

Hace más de cien años que Almafuerte escribió esos versos, pero parecen haber sido escritos frente a un televisor por estos días. Un espíritu inclaudicable e inalienable regó los campos de juego, plantando cara a la adversidad de principio a fin, hasta despertando la admiración reconocida de sus ocasionales rivales.

Denostados por muchos que los caracterizaron como un grupo de pibes millonarios que viven como reyes, quedó claro su hambre por la victoria, por la gloria, el amor propio… mostraron que aquello que verdaderamente los mueve es el espíritu amateur.

Sí. Estos súper profesionales son amateurs, porque son los que aman, y solo se puede defender tanto un deseo cuando se ama. No hay otra fuerza que pueda sacar del alma tanto temple. Aman la camiseta, aman su unión, aman al que se para a su lado en la cancha y también a cada uno de los que vistieron la camiseta en este ciclo.

Pero vale detenerse en lo que más emociona de este equipo, que son los valores. La unión, el juego limpio, la entrega solidaria, el respaldo permanente de uno a otro, que vienen a mostrarnos que hay un modo de conducirse, de comportarse, que es virtuoso y además efectivo.

Se puede ganar siendo del equipo de los buenos.

La trampa no entró en ningún momento por la ventana en este desempeño coronado con la gloria. La viveza criolla, los recursos arteros, son todos elementos que no están en el manual de la Scaloneta, ni desde los dirigidos ni desde el cuerpo técnico.

No olvidemos un detalle central: el momento de más escándalo para el equipo en la Copa del Mundo, ese sufrido triunfo frente a Países Bajos, tuvo sus broncas y sus desplantes porque los muchachos se rebelaron contra esas armas otrora tan nuestras: el “picudeo” (dicho en mendocino) y el menosprecio, que sacaron el único momento cuestionable en un grupo de conducta perfecta. Messi y compañía se enojaron en nombre del espíritu deportivo, de la nobleza, y eso no tiene parangón.

Tal vez los unió y fortaleció el menosprecio. En la hora del triunfo todos se habrán travestido en hinchas de la primera hora, pero las que se bancaron muchos de estos jugadores debe haber sido un dolor insoportable para tipos tan dignos. Desde los sabios que llamaban pecho frío a Messi, los que insultaban a coro a Di María o el mismísimo Maradona que dijo que Scaloni no podía dirigir ni el tránsito, o que iba a ir de técnico al mundial de motociclismo, casi nadie alentó en las difíciles.

Recordemos que Messi en algún momento decidió no vestir más la camiseta nacional, cansado y frustrado por la saña de las críticas. Que un enorme jugador que dio las hurras este año, como el Pipita Higuaín, fue ferozmente atacado en la cloaca de las redes, y aún lo siguen haciendo, al punto de no querer volver a radicarse en su país.

No puedo meterme, ni por asomo –no me da la imaginación- en las cosas que deben haberse juramentado estos jugadores para forjar una unión tan grande y tan indestructible que les permitió superar tantas adversidades futbolísticas y anímicas. Si hasta aquellos que razonablemente deben haberse sentido muy mal por quedar fuera de la lista se sumaron a ese sitio del que se sienten parte, aun sin estar. El propio Kun Agüero, ya retirado por un problema de salud, celebró en la cancha como parte del equipo, y nadie le quitará que lo es, porque el lazo espiritual y afectivo sin duda viene desde otras honduras, y no solo la de jugar.

Me animaría a decir que los valores que construyeron esta enorme Selección campeona del mundo son, precisamente, los valores que no nos representan. Apostaron enteramente por las virtudes de la condición humana: respeto, solidaridad, unión, espíritu de equipo, todo aquello que parecemos haber perdido, si vemos cómo nos estamos manejando como sociedad.

Repaso mentalmente cada partido de los que no me perdí detalle. No recuerdo un solo momento donde un jugador reproche otro por algún error. No vi la típica de los arqueros gritándole a los defensores porque se equivocaron en algo. Esas nimiedades, tan comunes, dan una pista clara de cómo abroquelaron voluntades de una manera casi sobrehumana.

Entonces, esto toma otra dimensión: la del ejemplo a imitar. ¿Si hacemos algo inspirados por esos valores? ¿Si los ponemos en el centro de la exigencia para quienes nos dirigen o representan? No puede ser tan difícil.

Un viejo periodista explicaba el fútbol con una sarcástica frase: “se juega como se vive”. Argentina jugó con mejores armas y mejores valores que aquellos con que vivimos. No se jugó como se vive, se jugó mejor y con más nobleza.

Otra vez: no puede ser tan difícil.