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Ni los mejores ni los peores del mundo

El panorama internacional cambia rotundamente y no debe ser fácil ubicarse correctamente, pero algo debe ayudar si se mantiene la coherencia y se tienen claro los intereses nacionales

29 de mayo, 2022 - 09:07

La República Argentina tuvo una rica historia diplomática de éxitos y también fracasos, además de un comportamiento coherente con respecto a su relación con el resto del mundo y principalmente con las potencias hegemónicas de cada época. El concepto de relaciones exteriores se tuvo en cuenta desde el inicio de la vida institucional una vez que el país comenzó a separarse de la tutela colonial de España.

Dentro del eje de pensamiento democrático, todos los países han privilegiado la forma de mantener vínculos con el exterior por estrictas razones de intereses comunes con otros países como la defensa y la protección mutua, a través de pactos y tratados, y también mediante acuerdos económicos para sacar el mejor partido posible a los recursos y a las capacidades de las partes.


El intento de definir las relaciones con el mundo puede parecer fácil en la teoría, pero en el mundo real las cosas se complican, y el mundo real de la Argentina de estos días está impregnado deconceptos y prejuicios ideológicos obsoletos, históricamente inviables pero muy arraigados. Al manejarse con estos términos las relaciones internacionales se manejan pensando o que somos mejores que los demás, o que todos están en contra nuestra y debemos protegernos, o que solo vale la pena mantener contacto con los que podrían tener los mismos valores y visiones del mundo.

Esa es la forma en que se han comportado los gobiernos peronistas desde la recuperación de la democracia: Menem y sus relaciones carnales con el Primer Mundo, el kirchnerismo con un anacrónico discurso “anti imperialista” más constantes gestos de descortesía y malos modales combinados con un proceder sinuoso e imprevisible. 

El expresidente Duhalde tuvo muy poco tiempo para demostrar sus aptitudes diplomáticas, salvo el recordado caso de los dichos del ex mandatario uruguayo Jorge Batlle quien dijo que “todos los argentinos son unos ladrones del primero al último”. Comentario por el que luego le pidió disculpas a Duhalde, per que tal vez nos tenga que hacer reflexionar a los de la margen oeste del río de la Plata.

Ahora bien, en esto de describir culpas y desaciertos hay que reconocer que tanto despropósito diplomático ha generado una postura simplista y excesivamente crítica desde el costado supuestamente opuesto del esquema ideológico estableciendo una condición maniquea, intolerante y excluyente que conduce a un estricto alineamiento que no permite matices. 

Tales posturas deben tener en cuenta que, si bien las dictaduras y la persecución en un Estado deben ser condenadas desde los principios éticos universales y jamás compartir ni aprobar esos procedimientos también es cierto que se convive en un vecindario en el que algunos han cometido y siguen cometiendo crímenes de lesa humanidad.

Está muy bien condenar en los foros los excesos de Rusia, China, Corea del Norte, hay que hacerlo desde una posición de Estado soberano y con principios, pero no cerrar todos los vínculos que pueden ser útiles a los pueblos al margen de los gobiernos. Estados Unidos, por ejemplo, bien hace en marcar las políticas opresivas y antidemocráticas de los países señalados, pero guarda silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en uno de sus socios preferidos como es Arabia Saudita y tolera por razones estratégicas, ahora no muy claras las, ínfulas pretensiones y hegemónicas de Turquía, un país que carga culpas por el genocidio armenio y la persecución de la minoría kurda.

En cuanto a lo ideológico, ahora también sería condenada la política exterior del excanciller Dante Caputo que incluyó a la Argentina en el Movimiento de los Países No Alineados a mediados de los ’80y también la actitud de Raúl Alfonsín cuando le reprochó a Ronald Reagan en la Casa Blanca sus políticas antidemocráticas en Centroamérica.

En pocos años o en meses el panorama internacional cambia rotundamente y no debe ser fácil ubicarse correctamente, pero algo debe ayudar cuando en política exterior si se mantiene la coherencia y se tienen claro los intereses nacionales y los principios de justicia y convivencia acordados por casi todos los países del mundo.

El gobierno actualmente en el poder, ha hecho perder a la Argentina gran parte del respeto internacional por manejar las relaciones exteriores con mucha ignorancia, un gran desconocimiento de las formas que en diplomacia tienen gran importancia, además de considerarse intérpretes exclusivos de la voluntad de los pueblos.

A días de iniciar la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, el continente se encuentra en manos de gobernantes de evidente mediocridad que no avanzan hacia la confección de mínimos puntos de acuerdo para que la región alguna vez pueda desplegar todo su potencial humano y material. En lugar de eso, el anfitrión no invita a tres países con gobiernos execrables, pero que son una realidad concreta en el concierto americano; mientras que desde los gobiernos afines a éstos últimos se cranea una “contracumbre” convocando a la CELAC en la misma ciudad y en la que sí participarían Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Cuando la dictadura de Videla asolaba a la Argentina, el ex presidente de EE.UU. Jimmy Carter invitó al genocida argentino a la firma del tratado con el panameño Omar Torrijos en el que se cedía la soberanía del canal interocéanico. Ese acto no significó que se evitaran las investigaciones ni la condena por las violaciones a los derechos humanos.