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El entusiasmo de la Casa Rosada ante el triunfo de Lula

El gobierno de Alberto Fernández ve el ascenso del líder del PT como un beneficio directo. Se debe analizar con criterio las posibilidades reales de una "alianza renovada"

01 de noviembre, 2022 - 08:22

Finalizaron la espera y los temores, Lula da Silva se consagró como presidente del gigante sudamericano para un tercer ejercicio que dará comienzo el 1 de enero de 2023. Si bien, toda Latinoamérica se encontraba expectante por el resultado del sufragio, para Argentina significó una connotación particular.

La Casa Rosada no demoró en mostrar su entusiasmo ante el desenlace electoral, a tal punto que Alberto Fernández viajó a São Paulo para ser el primer mandatario en reunirse con el próximo residente de la Alvorada, en un contexto donde el líder del Partido de los Trabajadores y el “Albertismo” necesitan emparejarse para dar empuje a una alianza regional que les sirva de contrapeso ante panoramas domésticos inciertos.

El desafío de Lula

Cuando asuma su tercer período de gobierno, “Luiz Inácio”, estará condicionado por un panorama presupuestario que no favorecerá el gasto público, en consecuencia, tendrá que elaborar un esquema equilibrado entre el orden fiscal y las partidas de fomento social.

La administración bolsonarista incrementó porcentualmente las partidas de “Auxilio Brasil”, (programa de asistencia a los estratos más vulnerables de la sociedad), lógicamente para sumar votos en busca de la reelección, situación que dejó la caja del Estado en números delicados.

Tras lo dicho, otro frente complejo para las aspiraciones “petistas” es un escenario internacional adverso con suba de tasas de interés global a causa de una espiral inflacionaria y la amenaza latente de una recesión ecuménica.

 

Pese a una actualidad donde la recaudación, finanzas y exportaciones brasileras se recuperaron considerablemente, el gasto de la “derecha” en el poder y un termómetro internacional que no muestra una mejoría clara en su comportamiento febril, crea un marco donde la tercera presidencia de Lula no es la más auspiciosa y dista de reunir las condiciones análogas que le permitieron encabezar una visión integral de su país y la región, tal cual se suscitara a principios del siglo XXI.

El congreso, donde el líder populista no goza de la mayoría, será otro campo de batalla en caso de que la administración entrante no logré acuerdos legislativos con las bancadas de centro derecha más moderadas, dando así chances reales a la promulgación de leyes, consolidación de acuerdos sectoriales y diálogo interpartidario en pos de la gobernabilidad.

Lula se verá envuelto en la premisa de articular una especie de coalición pluralista que supere las obediencias imperantes en la militancia, aceptando la perspectiva de los claustros liberales para contrarrestar los obstáculos que presente el conservadurismo más radical. En síntesis, sin aliados de otras líneas partidarias la gestión federal se transformará en un camino accidentado y con continuos períodos de estancamiento.

La necesidad del oficialismo austral

No quiero recaer en ese diagnóstico que vemos día a día de la realidad nacional. El desánimo de la sociedad argentina repercutirá en la contienda presidencial del 2023. Recuperar la dinámica de “juntos a la par” con su histórico socio comercial y su principal correligionario continental es una apuesta para que una figura de fuste “progresista” mundial, como es Lula, renueve el entusiasmo de seguidores y acerque la confianza de los “escépticos”.

 

Fernández sabe que Brasil bajo la conducción petista dotará de más sustancia a la posición de Buenos Aires en el seno del MERCOSUR, dándole un nuevo hálito al alicaído bloque, haciendo un fuerte contrapeso a los “intentos escapistas” uruguayos y, especialmente, dándole una rejuvenecida posibilidad al postergado Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, el cual, depende mucho del aperturismo de Brasilia ante los reclamos medioambientales del viejo continente por la Amazonia.

Lula da Silva tiene mucho por resolver en su ámbito doméstico, mientras la Argentina está inquieta por subirse a los beneficios por asociación. Todo está por verse, desde el próximo 1 de enero y no se puede especular con las dádivas del “hermano mayor”. Arranquemos ahora porque se debe aprender a caminar solo.