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Los ‘fierros’ son ‘fierros’

La producción bélica de la Argentina está prácticamente abandonada en comparación con la época de oro en la que se fabricaban aviones, tanques y armas. Parece que vamos a contramano de lo que pasa en el mundo y seguimos aplicando una política de defensa inadecuada y contraria a nuestros intereses territoriales

06 de marzo, 2023 - 07:55

Lo hemos sostenido siempre y lo repetimos: hay que empezar por entender que toda fuerza armada es ante todo una organización compleja conformada por una trilogía de hombres, ideas y ‘fierros’. Lo que nos lleva a asumir que lo más importante es su componente humano, seguido por su cultura organizacional (ideas) y su equipamiento (fierros).

Por este camino podremos arribar a un diagnóstico correcto que nos permita elaborar una propuesta adecuada para su necesaria transformación y puesta en valor para la sociedad que las cobija.

Comenzando por las ideas, podemos decir que ellas conforman su doctrina de empleo, vale decir la forma cómo los hombres de las fuerza militares emplearán sus medios materiales para cumplir con sus distintas misiones.

En este sentido, no sería lo mismo tener una doctrina estratégica naval ofensiva que nos obligue, por ejemplo, a disponer de un portaaviones, a otra defensiva que se base en el uso de submarinos de ataque.

A diferencia de los ‘fierros’. Las ideas no se pueden comprar llave en mano. Ellas exigen primero una elaboración previa y segundo, que las mismas sean aprehendidas por el grupo de hombres que las deberá emplear en caso de guerra o de conflicto. Lo que no es un proceso sencillo y que demanda, por lo general, años de educación y de adiestramiento.

Finalmente, tenemos a los hombres como la pata más importante de esta trilogía. En este sentido, afirmamos, junto con el experto Martin van Creveld, que las guerras no las libran las armas, sino los hombres. Y estos vienen en una gran variedad.

¿Quién puede negar el efecto multiplicador de una persona educada, ni qué hablar de un genio sobre una organización determinada? También, por carácter transitivo, no son lo mismo fuerzas armadas conformadas por una masa de semianalfabetos que otras integradas con gente instruida.

Hombres, ideas, fierros. Esta es la trilogía y en este orden. En estos años hemos asistido al deterioro sostenido de las tres variables, pero el de los fierros es quizás el más evidente. No tenemos aviones que vuelen, buques que naveguen ni tanques que tiren y peguen.

En cuanto al deterioro de las ideas no es tan claro, pero existe. Hoy nuestras Fuerzas Armadas tienen una doctrina y un marco legal totalmente desactualizados, en función de las nuevas amenazas que tienen que enfrentar.

Ya hemos hablado lo suficiente sobre los hombres y sobre la doctrina de empleo de una fuerza militar. Ahora es el turno de hablar de los ‘fierros’. La ocurrencia no es casual ni banal, sino una de las enseñanzas que nos deja la guerra, aún en desarrollo, entre la Federación Rusa y la OTAN.

Hollywood mediante, veníamos acostumbrados a guerras cortas, en las que la superpotencia estadounidense reducía a la Edad de Piedra a un grupo de tribus con banderas.

Pero este no parece ser el caso de la referida guerra, una más típica de las grandes conflagraciones industriales típicas del Siglo XX que de la guerra tipo videojuego del Siglo XXI.

Una vez lanzadas las ofensivas, las contraofensivas correspondientes y de vuelta a las ofensivas en un año de idas y vueltas, queda claro que las guerras se ganan con los restos. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial las fuerzas armadas de Alemania destruyeron los tanques soviéticos a un ritmo fenomenal. Pero aunque el Ejército Rojo perdió 80.000 de ellos, el poderío industrial de la Unión Soviética le permitió terminar la guerra con más tanques de los que tenía cuando comenzó el conflicto.

Hoy aumentar la producción es más difícil. Los componentes electrónicos de los tanques modernos (para la visión nocturna, los sistemas de puntería y muchas otras funciones) son muy sofisticados. Y a Rusia solo le queda una fábrica de tanques, por lo que necesitará reforzar su industria bélica si espera conservar el territorio que ha ganado. Ni qué hablar de los países de la OTAN, entre los cuales sólo unos pocos todavía mantienen la capacidad de fabricar sus propios tanques y municiones

 

“Pon las barbas en remojo...”

Nuestro país supo tener en el pasado lejano –a mediados del Siglo XX– fábricas que producían cientos de aviones, y en uno más cercano –a fines del Siglo XX– otras que llegaron a poner en línea cientos de tanques. Hoy por hoy carece de esas capacidades y sólo está produciendo alrededor de tres aviones Pampa por año y ha encarado un plan de modernización para sus viejos tanques TAM. Aún más crítico es si se analiza el tema de las municiones, pues todos los sistemas de armas consumen muchas de algún tipo.

Volviendo al conflicto de marras, se sabe que Ucrania necesita, por ejemplo, de unos 50 mil proyectiles de artillería por día. Y si la guerra lleva ya un año, estos son 365 días, saque usted la cuenta de la munición consumida.

La Argentina, a través de Fabricaciones Militares (FM), también supo tener en el pasado su producción propia de munición, la que iba desde las que usan las armas portátiles hasta la necesaria para alimentar las bocas de fuego de tanques y cañones. Es más, FM pudo no sólo producir municiones, sino sus componentes básicos, tales como pólvora, explosivos y fulminantes. Con ello no sólo podía satisfacer las necesidades de las FF.AA. argentinas, ya que los excedentes eran exportados a terceros países.

Si se analiza el tema industrial que subyace al problema de la producción bélica la cuestión es mucho más compleja, pues es mucho más fácil reconvertir la industria de una economía manufacturera que la de una de servicios.

Tal es el caso de los EE.UU., un país que supo ser denominado el ‘Arsenal de la Democracia’ y que hoy ha perdido esa capacidad de producir armamentos y munición en cantidades suficientes como para enfrentar un conflicto como el de marras.

Aún peor es nuestra situación con una economía que podríamos caracterizar de mayoritariamente agroexportadora, si bien todavía se dispone de la memoria de las épocas de oro en la que se producían tanques y aviones propios y existen los restos de una gran industria automotriz. Una que, por ejemplo, está en condiciones de producir los motores y las cajas de cambios para una futura compra de los blindados 6x6 a rueda de origen brasileño Guaraní.

Por eso, y como nos recordaban nuestras abuelas, “si ves las barbas de otros en seco cortar, pon las tuyas a remojar”.

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.