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La IA, ¿es inteligente?

Muchos se preguntan si a la Inteligencia Artificial se la debe tomar en serio o si en realidad se trata de otra “cabeza de bronce” fallida como la que creó el monje Bacon cientos de años atrás

06 de abril, 2023 - 08:02

Para hacer corta y divertida una historia larga, digamos que en 1984, cuando se estrenó la película The Terminator –basada en la historia del cyborg T-800, encarnado en el cuerpo de Arnold Schwarzenegger, que llegaba del futuro para asesinar a quien sería la madre del líder rebelde de una lucha de los hombres contra la dictadura de las máquinas– la computadora personal más potente era la Commodore 64, que tenía una capacidad de procesamiento de 8 bits, es decir, podía manejar en lenguaje binario 28 bytes de información (256) posibilidades. Hoy, al chip que la equipaba lo podemos encontrar en artefactos tan simples como una cafetera o un lavarropas.

Por otro lado, una computadora personal actual tiene capacidades de procesamiento superiores de 1 a 2 GHz, es decir unos 109 (1.000 M) de posibilidades. Para poner otro ejemplo, en nuestros Smartphones hay más capacidad de procesamiento que en la computadora que ayudó a aterrizar en la Luna al módulo de la Apolo 11.

Para acortar aún más la historia, hace unos pocos días el tecnócrata y megamillonario Elon Musk publicó una carta firmada en forma conjunta con un centenar de expertos –entre los que se encuentran el historiador israelí Yubal Harari y el cofundador de Apple, Steve Wozniak– pidiendo una pausa en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Argumentan al respecto que “...es una dramática perturbación económica y política (especialmente para la democracia) que causará la IA”.

“En los últimos meses hemos visto cómo los laboratorios de IA se han lanzado a una carrera descontrolada para desarrollar y desplegar cerebros digitales cada vez más potentes que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de manera fiable”, afirman Musk y los expertos. Por su parte, el director de Open AI, que diseñó al ChatGPT, Sam Altman, ha reconocido tener “un poco de miedo” de que su algoritmo se utilice para “desinformación a gran escala o ciberataques”.

Por su parte, las académicas Gebru y Bender aseveraron que el peligro de la IA es “la concentración de poder en manos de gente, la reproducción de sistemas de opresión, el daño al ecosistema informativo”.

Llegado a este punto, que según los expertos en informática parece ser un punto sin retorno, nos preguntamos si una máquina que sólo suma o resta “0” y “1”, “pasa corriente”, “no pasa corriente”, por más rápido que lo haga, puede autoproclamarse inteligente.

Mis experiencias personales con el famoso ChatGPT fueron bastante decepcionantes, a decir verdad.

Empecé preguntándole, por ejemplo, si creía en la existencia de Dios, una pregunta que los humanos nos venimos haciendo hace milenios. Me contestó que el verbo “existir” se podía predicar y entender de varias maneras y que, por lo tanto, no tenía una respuesta clara. Me dije que el sabio Aristóteles había contestado mejor esa pregunta hace 2.500 años.

Luego, para comprobar si había algún tipo de sesgo político en sus respuestas, lo interrogué sobre el descubrimiento de documentos secretos en la casa de Donald Trump, y dijo que era un delito grave y que el expresidente debía ser procesado por ello.

A continuación le hice la misma pregunta respecto del mismo hallazgo en el garaje de la casa de Joe Biden y argumentó que había que analizar si se había cometido un delito y que no tenía certezas al respecto. Grité ¡bingo! y me dediqué a mis tareas habituales.

Unos días después, para mi grata sorpresa, un amigo conocedor de estas cosas me mandó un artículo de quien fuera profesor del famoso historiador fanático del transhumanismo, el ya citado Yubal Harari. Se trata de Martin van Creveld, otro profesor de Historia israelí pero ya un veterano en estas lides de tratar de entender qué nos dice la ciencia de Clío.

Al respecto, no duda en afirmar que eso de hacer hablar a lo que denomina “cabezas de bronce” no es algo nuevo, ya que “Roger Bacon (1220-1292) fue un monje inglés al que se le atribuyó, entre otras cosas, la invención de la pólvora y una serie de otros dispositivos.

"Un romance anónimo en prosa del siglo XVI, The famous historie of Fryer Bacon, describe uno de ellos como una réplica precisa de bronce de una 'cabeza de hombre natural' incluyendo, no menos importante, 'las partes internas'.

"Cuenta cómo Bacon, luchando por darle voz, convocó al Diablo para pedirle consejo. Satanás le anunció que la cabeza hablaría después de unas pocas semanas, siempre que fuera impulsada por 'el humo continuo de los seis simples más calientes', una selección de plantas utilizadas en la medicina alquímica.

"Durante los siguientes siglos, la historia se popularizó y se volvió a contar muchas veces. En 1589, Robert Greene la adaptó para el teatro y la incorporó a The Honorable Historie of Frier Bacon and Frier Bongay, una de las comedias isabelinas más exitosas.

"El Bacon de Greene pasó siete años creando una cabeza de bronce que pronunciaría 'aforismos extraños y toscos' para permitirle rodear Gran Bretaña con un muro de bronce que haría que fuera imposible de conquistar”.

Martin van Creveld concluye su ponencia argumentando que duda que mucha gente viva hoy en día se tome esta historia en serio. Es más, también duda de que lo fuera en los tiempos de Francis Bacon. Aun así, recuerda que actualmente la ciudad irlandesa de Dublín cuenta con un pub llamado The Brazen Head (Cabeza de bronce) que se remonta a 1198.

Por eso nos preguntamos si el hoy famoso y temido ChatGpt puede correr una suerte similar dentro algunos siglos y que algún bar lleve su nombre. Habrá que ver...

 

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.