|14/05/23 10:25 AM

La esperanza contra la política del grito y de la furia

A medida que se agudiza la situación social y económica el enfrentamiento preelectoral saca a la luz las peores cualidades de los actuales y futuros protagonistas

14 de mayo, 2023 - 10:26

La decadencia de la calidad del discurso político como también de la idoneidad de quienes detentan o aspiran a futuros cargos electivos contribuye cada vez más a la peligrosa indiferencia de los ciudadanos, que, no por ser los principales afectados de las crisis, deben dejar el gobierno que vanga en manos de ineptos comprobados o advenedizos.

El susto provocado por la disparada inflacionaria puso al gobierno de cabeza a buscar una salida para la cual no tiene condiciones técnicas y mucho menos políticas. Han fracasado todas las medidas con que intentaron frenar el aumento de los precios, pero no atinan por lo menos a preguntar qué y cómo hicieron en los países que superaron circunstancias parecidas.

Mientras tanto el discurso político de los opositores que pudieran estar más cerca de ser gobierno a partir de las elecciones de octubre, propone como su misión principal a desalojar, vencer, reducir o extinguir al kirchnerismo antes que cualquier otro proyecto.

 

 

Es cierto que ese fenómeno político-social que engendró el propio peronismo con Néstor y Cristina fue el resultado del vacío que se produjo en la idea de poder tras la debacle de Fernando De la Rúa. En realidad, con el ex presidente radical caía el menemismo económico que había prometido modernizar al país.

La Argentina privatizada alcanzó cierta cuota de modernidad, pero con un inmenso costo social que todavía se está pagando. El advenimiento K ilusionó a la sociedad con que se iba a recuperar la industria y el trabajo, y por ende el progreso, que se podía “vivir con lo nuestro”, pero ya era imposible en un mundo distinto.

Será tarea de los historiadores, los sociólogos y a lo mejor de los psicólogos demostrar si las aparentes buenas intenciones del principio fueron frustradas por la realidad; o si solo se trataba de desmedidas ambiciones de poder que cabalgaron sobre el ideologismo que dejó tantos heridos que creyeron que el progreso venía por el lado de la revolución, aquella que enamoró a muchos jóvenes en la década de los 70.

Los cierto es que una pseudo izquierda, un antiimperialismo de pacotilla y una “liberación” ya anacrónica fue remplazando al corto período de crecimiento inicial. Y detrás del eso se cooptaron los antiguos protagonistas de la defensa de los derechos humanos, los auténticos propulsores de la recuperación de la democracia, que pasaron a ser apéndices el kirchnerismo.

 

 

Resultado: una derechización de la sociedad que repudia el relato ideológico porque lo percibe como encubridor de evidentes actos de corrupción. Además, lo que hoy se simplifica como grieta abarca una dolorosa segmentación de clases en la que va predominando una Argentina cada vez más pobre, marginada y urgida por la dádiva gubernamental, frente a otra que solo se percibe como clase media porque no se quiere reconocer como pobre.

Y en el viejo afán de reducir las explicaciones se profundizan las explicaciones facilistas tildándolos a todos de: buenos o malos; morales o inmorales; vagos o trabajadores, con lo que se fue retornando a lo que creíamos superado, peronismo o antiperonismo.

Ahora parece que el diálogo es imposible, el piso se abre bajo nuestros pies y la consigna de las alianzas opositoras es eliminar al contrincante, no solamente vencerlo. A su vez la actitud del poder político reinante es desconocer a la ley, considerar que la Justicia y la Constitución son un escollo para su proyecto de ya no se sabe qué.

Entonces empezó a surgir el grito, la amenaza y la promesa de desalojar con espadas flamígeras al que piense diferente.