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Frente a los cuernos de un dilema

Rumbo al balotaje de este domingo, todavía son muchos los argentinos que no se han decidido por un candidato presidencial que satisfaga mejor sus coincidencias, ya que ninguno de ellos les merece un nivel de confianza aceptable

17 de noviembre, 2023 - 08:54

No cabe duda de que la Argentina es un país excepcional. Entre otras cosas, porque es imposible aburrirse, simplemente, porque nos viven pasando cosas. Por ejemplo, este año los mendocinos habremos votado seis veces y presenciado tres debates presidenciales y uno a cargo de sus respectivos vices. Pero lo mejor es que nos falta aun lo más importante, la elección de presidente.

Pese a todo esto y a los acontecimientos que se desarrollaron entre estos hitos, como campañas sucias, carpetazos, denuncias, acusaciones cruzadas y anuncios espectaculares, entre otras tantas que podrían mencionarse, son muchos los argentinos que, pese a todo, no pueden decidirse por el candidato presidencial que satisfaga mejor sus coincidencias.

En otras palabras, nos encontramos ante los cuernos de un dilema y esa es la peor de las situaciones. Aunque nosotros no estamos para dar consejos electorales ni el lector para recibirlos, sí podemos tratar de razonar juntos este problema.

Para empezar, hay que admitir que cuando el volumen de las noticias aumenta, nuestra capacidad para juzgar su contenido de verdad, disminuye. Por eso les pido que nos concentremos en algunos principios básicos.

El primero y más importante es que el bonum faciendum, malum vitandum, es decir, hacer el bien y evitar el mal, es la más importante regla del obrar humano. Pero, como vemos en la situación que nos atañe, no está claramente determinado dónde está o cuál es el bien, ya que ninguno de los candidatos presidenciales nos merecen un nivel de confianza aceptable en ese sentido.

Por lo expresado, parecería que más bien nos deberíamos inclinar a seguir los principios de una teoría considerada como la del mal menor. Un principio que explica que el obrar humano no siempre opta entre la claridad de lo blanco o la oscuridad de lo negro, sino en una complicada gama de grises. Es decir, que cuando uno en su acción evita un mal mayor realiza una acción buena, pero cuando su actuar realiza un bien menor del esperado su resultado es malo.

 

Consecuencias de las decisiones

Este no es un tema nuevo ni uno que no haya merecido la atención de diversos pensadores. Por ejemplo, la filósofa británica Philippa Foot lo planteó en los términos de un dilema ferroviario. Veamos:

Un tren corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas atadas a la vía por un ferroviario malvado. Afortunadamente, es posible accionar una palanca que encaminará a la locomotora por una vía diferente, por desgracia, hay otra persona atada a esta. ¿Debería accionarse la palanca?

Por un lado, tenemos a la posición deontológica, cuyo mayor representante es el filósofo alemán de la escuela idealista Immanuel Kant y que creía que existe una ley moral universal dada por la razón de los seres humanos, sin importar el tiempo o cualquier otra circunstancia en particular.

Por lo que para él, la moral está por encima de las posibles consecuencias y hasta de la felicidad personal. Por otro lado, en cambio, está la postura del consecuencialismo, sostenido –entre otros– por los filósofos británicos Jeremy Bentham y John Stuart Milly, que se basa en si las consecuencias de los actos son positivas o no. Si lo son, el acto es moral.

Las decisiones correctas son aquellas que hacen que suceda la mejor situación posible. Por lo que en las circunstancias del dilema ferroviario, elige accionar la palanca para que se salve la mayor cantidad de gente y muera sólo una.

Entre medio de ambas posturas, tenemos la ética de la virtud, impulsada ya desde la Antigua Grecia por grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles. Esta vertiente es la elegida por la propia Philippa Foot y propugna que los actos morales lo son cuando sirven para conducir al hombre hacia la virtud o son un resultado de esto. Lo que determina la rectitud de una acción, es la bondad de las motivaciones de quien toma la decisión.

Finalmente, existe otra postura. La variante de la esperanza, que es una versión del problema elaborada por otros pensadores más recientes.

Para ellos, el tren descontrolado se dirige hacia las cinco personas atadas a las vías, pero ahora el decisor dispone no de una, sino de dos palancas.

La primera sirve para cambiar de raíl del tren hacia una vía en la que matará a una persona. La segunda permite descarrilar el tren. Como consecuencia de esta acción, con la segunda palanca obtenemos un 50% de posibilidades de matar a todas las personas y un 50% de salvarlas a todas. ¿Cómo debería actuar el decisor?

El filósofo español neodarwinista Jonás Barnaby opina que es moralmente ético descarrilar el tren, ya que el decisor no es el responsable de la seguridad del tren, sino la compañía ferroviaria. Ergo, puede asumir que si todo sale bien el tren no causará víctimas al descarrilar, pues no tiene motivo para dudar de la confiabilidad de la empresa ferroviaria.

Posición deontológica, utilitarista, virtuosa o esperanzada. ¿Por cuál optar para poder elegir a quién votar en esta elección presidencial?

Tal vez sirva recordar que el mal puede hacerse de muchas maneras, pero el bien, como afirma el filósofo argentino Alberto Buela, sólo se puede hacer de una sola: bien.

Por ejemplo, cuando uno hace un asado puede sacarlo crudo, quemado, sancochado, demasiado cocido, arrebatado, pero bien solo lo saca cuando lo cocina bien. Es decir, cuando todas sus partes están perfectas y armónicas.

 

El Doctor Emilio Luis Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.