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De tiempo en tiempo, un país con brillo propio

El brillo de La Scaloneta en Qatar, en un tiempo con tantas dificultades fruto de nuestras propias ineptitudes, le da a la alegría desatada un sabor muy particular, aunque sea breve

19 de diciembre, 2022 - 07:57

Algunos quedamos todavía de los que hemos visto a la Selección argentina ganar tres copas mundiales. En esos 44 años que pasaron desde que Daniel Pasarella levantó la copa en el Monumental aquel 25 de junio de 1978, muchas cosas le pasaron a la Argentina y a la gente. 

O cuando Diego Maradona la besó ante todo el mundo en el Estadio Azteca, en un tiempo de democracia joven y esperanzada, cuando los festejos parecían interminables.

Este domingo todo fue igual, pero, sin embargo, fue distinto. El contexto de haber ganado el campeonato mundial en un tiempo con tantas dificultades, fruto de nuestras propias ineptitudes para conformarnos como una sociedad madura, le da a la alegría desatada un sabor muy particular, aunque sea breve.

Los saltos y los cantos, las bromas, los memes y las cargadas van a ir perdiendo su vigencia seguramente, pero si hay algo que deja este Qatar 2022 y el protagonismo de la escuadra de Leonel Scaloni, es el ejemplo que la actitud mesurada, sin soberbia ni estridencias, que sirve para mostrar el camino para llegar a los objetivos deseados y merecidos.

Las multitudes festejando en las calles sin rivalidades ni rencores, sin otro vínculo que la alegría del triunfo, es un espectáculo que en este país necesitábamos ver. 

Lo que pasó durante este mes en un país tan lejano y tan poco futbolero, y en un mes en el que todos los torneos han terminado, nos está mostrando que el trabajo, el esfuerzo y la solidaridad son una muy buena receta.

El talento de todos los jugadores sumó todo para el triunfo. Sin embargo, no se puede obviar la influencia del director técnico que se hizo cargo de una brasa ardiente después del papelón de Rusia con la malhadada gestión de Sampaoli. 

Un comienzo opaco y muy criticado, pero que no amilanó a Scaloni, por el contrario, al cabo de los primeros triunfos de un paulatino afianzamiento terminó dándole nombre propio al grupo: La Scaloneta.

Haciendo un poco de memoria, los triunfos del 78 y el 86 fueron en la tarde y en la noche, la algarabía duró hasta que el cansancio y la presión del lunes hizo su parte y todos se fueron de a poco a sus casas. 

Pero ayer hubo toda una tarde para que la fiesta fuera interminable. Mientras en las calles de Doha la Selección festejaba “a lo argentino” arriba de un ómnibus recorriendo las calles, pasada la medianoche, multitudes nunca vistas en modo festejo se concentraban en todas las esquinas posibles de la Argentina.

 

 

Por generaciones recordaremos esta jornada triunfal, repetiremos los goles y evocaremos dónde y cómo estábamos sentados y qué nos habíamos puesto. Contaremos que Messi era real y que jugó en un tiempo no muy lejano. Que como el Diego en su época, Lionel nos llenó también de orgullo, ese que nos hacía mirar a los demás con cierta pena porque no tenían esa clase de jugadores.

Sin desmerecer a los mundiales ganados en el pasado, el de Qatar ha sido obtenido por esta enorme Selección sin ningún aditamento, solo con sacrificio y habilidad. Nadie podrá decir que una dictadura militar pudo haber manchado la gloria o que alguien en algún rincón criticara un gol hecho con la mano. 

Nadie nos va a quitar ese sentimiento que nos viene de muy adentro y del fondo de nuestra cultura popular, el de sentir el genuino orgullo de que tenemos otra estrella en el lado izquierdo de la querida camiseta argentina.