|14/12/22 10:57 PM

Constitución de Chile: mismo escenario, diferente estrategia

Ante el fracaso de la primera campaña por una nueva Ley suprema, Boric busca la vinculación de todos los actores relevantes en una iniciativa de asociativismo gubernamental  

14 de diciembre, 2022 - 23:06

Gabriel Boric todavía no llega a su primer año al frente de la Casa de la Moneda, aunque, es prácticamente innegable que su corta estancia en la primera magistratura del país no se mostró exenta de hechos cargados de polémica y tensión.

Los alzamientos violentos de las comunidades mapuches, una desaprobación creciente de algunos sectores sociales a la gestión de su Gabinete y el fracaso del proyecto constitucional votado mediante plebiscito el pasado 4 de setiembre, el cual fue rechazado con un contundente 62% del electorado trasandino, son los ejemplos más sobresalientes.

El afán por una nueva Constitución

Un capítulo particular fue la nueva Carta Magna, la misma se edificó como la “nave insignia” de una coalición de izquierda que, tras ganar las elecciones, se encontraba asediada por el legado casi mítico del derrocado Salvador Allende y la promesa postergada, durante décadas, de construir una sociedad más equitativa en lo concerniente a la distribución de la riqueza.

El clamor por acceder a mejores beneficios sociales fue el camino que abonó un enfrentamiento abierto de un porcentaje muy significativo de la ciudadanía ante un Estado negado a ceder sus postulados de inserción internacional y ejemplo de orden financiero. Esta puja tuvo como desenlace la llegada de Boric, pero su arribo debía traer “el pan bajo el brazo” para esa masa de electores expectantes por rápidos y contundentes cambios.

La asamblea constituyente fue la ofrenda para esa sociedad, lo que generó una gran expectativa pero adoleció, a medida que pasaban los meses de elaboración de la nueva Ley máxima, de la practicidad y contundencia solicitada.

 

Fracaso de la propuesta

El borrador apuntó a transformar la naturaleza misma de una nación que se resiste a soltar su impronta caracterizada por un Estado occidental, liberal, republicano y conservador. Los artículos crecieron en sus líneas, languidecieron de claridad, se mostraron confusos, hasta contradictorios y no supo garantizar los intereses de una elite política, económica e institucional (iglesia y fuerzas armadas) que, guste o no, siguen determinando el pulso del quehacer cotidiano.

En consecuencia, los temores y preocupaciones de los que en un principio confiaban fueron en aumento. Cambio de porcentuales del “Si” por el “No” e historia conocida: Proyecto Constitucional desestimado.

Tras el resultado, la incertidumbre se apoderó del Gobierno hasta el punto de generar un cúmulo de especulaciones sobre su continuidad y fortaleza para enfrentar las problemáticas de la cuestión pública.  

Replanteo de estrategia

Boric y sus allegados, entendieron que renunciar al estandarte constitucional es dar rúbrica sin atenuantes de la derrota de un modelo que pretende ser transformador. Es capitular ante un “statu quo” que se erigió como el legado de la era bajo el yugo pinochetista, es mostrar una impronta de fracaso ante los millones de connacionales que apostaron al cambio de roles.

El joven presidente comprendió que llevar adelante un segundo intento de proceso constituyente debe gozar de representatividad e identificación.

Cada fuerza política, o al menos la mayoría, deben sentirse hacedoras de este proyecto. Es así, que este pacto incipiente entre los poderes del Estado (¡Perú dar acuso de recibo!), busca ser aglutinador de todos los actores relevantes y del más amplio espectro del entramado ciudadano.

 

El foro popular de los 155 asambleístas cede la posta ante una Comisión Constituyente de 50 futuros elegidos, previa confección general por parte de 24 expertos, heraldos del abanico de fuerzas con banca en el Congreso. Es destacable que los 12 puntos basales del llamado Acuerdo por Chile serán el eje rector que mantendrá el Norte y las prospecciones inmunizadas de cualquier interés o deseo de ventajismo.

Institucionalidad signo de madurez

Todo está por verse, como suele decirse, pero celebro cuando se construyen reglas para los márgenes de acción de una suma de leyes que dictará el devenir a corto y mediano plazo de Chile, pese a lo que demanda el imperio de la necesidad y la mezquindad de los privilegios hechos carne.

Porque es así que se sientan bases de real cooperación y, en el fondo, se resignifica la institucionalidad, dándole una potestad soberana, alejándose de los extremos de izquierda o de derecha, confluyendo en el centro, que equilibra y, me parece, esa es la esencia de una Ley.

Ojalá este concilio de la clase política de Chile generara u contagio por nuestros lares, pero eso es “agua de otro pozo”.