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Desvarío, mentiras y autoindulgencia: Argentina según Cristina

La ex presidente reapareció en la escena con un largo escrito donde la culpa siempre la tienen otros

15 de febrero, 2024 - 07:19

La reaparición de la ex presidente y vicepresidente, con una perorata de 33 páginas y un curioso acápite –cita a Juan Bautista Alberdi cuando ha mostrado histórico desprecio por las ideas liberales- nos trae nuevamente su anclaje en una Argentina que solo está en su cabeza, donde ella se erige en una constructora de un gran país, cuando la realidad la desmiente por todos lados, a apenas dos meses de haber dejado el poder.

Sus palabras producen una mezcla de tristeza e indignación: la primera por ver lo que ha dejado, la segunda por su impunidad casi ofensiva, creyéndose capaz de repartir culpas con argumentos tan endebles.

Es que el saldo de sus largas décadas manejando la Argentina no solo es misérrimo en lo económico; es peor aún en la degradación de la convivencia, en la violencia social, en la guerra entre pobres, en la destrucción de la educación, en una calidad institucional que merece lágrimas.

Su proyecto, al que llamó pomposamente “Modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social”, terminó en empobrecimiento diversificado con exclusión social, y la prueba más tangible la ofrecen los datos duros de pobreza, indigencia y trabajo informal; lo único que creció fue el empleo público y los millones viviendo de míseras dádivas del Estado.

 

Cuando se refiere a la economía, la llama bimonetaria, término que un montón de loritos repiten, sin pensar que desde que se instituyeron los cepos dejó de existir el acceso a otras divisas, con lo cual está claro que miente.

Nadie puede acceder libremente al dólar, salvo su familia y amigos, pensando en los ahorros que declaran o encanutan en cajas de seguridad, y no es posible una economía bimonetaria sin acceso a divisas.

Por otro lado, vuelve a negar que el déficit fiscal y la emisión sean causa de la inflación, como la ciencia sostiene. Insiste con lo que repitieron hasta el hartazgo, de que es multicausal, aunque nunca explicitaron las causas, y lo que es peor, nunca las atacaron, al menos con eficacia.

Lo cierto es que, desde que asumió en 2007 su primera presidencia, la inflación siempre fue en ascenso hasta hoy mismo. Heredera del sistema de superávits gemelos (fiscal y de balanza comercial) de Roberto Lavagna, que permitió la bonanza que entronizó al matrimonio a un largo reinado en el país, los destruyó sin miramientos, entregando déficits gemelos cuando se fue del Gobierno sin entregar los atributos del mando.

Así, desaprovechó una oportunidad notable para un desarrollo en serio, e implementó un populismo oportunista y empobrecedor, responsable de la actual decadencia.

Otra de sus permanentes mentiras tiene que ver con la deuda y el “problema” FMI. En rigor, los números muestran (y se puede ver en el cuadro adjunto de datos oficiales) si hubo un leve desendeudamiento en el Gobierno de su marido –bajó de 192 a 154 mil millones de dólares, en tiempos de la soja voladora y superávits gemelos-, está claro por los números que no “pagaron la deuda” ni mucho menos. Luego, con ella en la Rosada siempre creció el endeudamiento, salvo en el último año de Macri que bajó levemente.

 

Pero el discurso de deuda tiene otras inexactitudes, mucho más flagrantes. Odiar al FMI tiene que ver con preferir a otros acreedores, que en tren de comparaciones significa preferir pedirle dinero caro a un usurero y no a un banco de línea. El problema es que el Fondo, como un banco de línea, pide al deudor el estado de sus cuentas, que es lo que el kirchnerismo no quiere mostrar.

Así, el pavoroso endeudamiento de los últimos kirchnerismos fue con Chávez, el oscuro swap con China, y en el fondo con todos los argentinos, ya que al final del gobierno del personero Fernández cada peso nuestro, en rigor, lo había tomado el Estado.

La famosa “bola de leliqs” de que tanto se habló significa en lenguaje simple que el Gobierno se apropió de cada uno de nuestros pesos. Cuando un argentino recibía su salario en su banco, y hasta cuando los beneficiarios de planes recibían sus montos, el Estado tomaba ese dinero y le daba a cambios estos famosos papelitos a las entidades, con lo cual todos le prestamos lo nuestro al Gobierno, se endeudó también con todos nosotros, licuando esos fondos con el impuesto inflacionario.

No es la finalidad de estas líneas analizar las 33 páginas de inexactitudes, mentiras y autoindulgencia, solo marcar algunos detalles, como los citados anteriormente, y sobre todo destacar la enorme falta de autocrítica.

Cuando la intenta, marca como error “haber reconocido la deuda ilegal de Macri”, es decir, no se siente responsable de la absoluta ruina que causó en el país. Y no solo en lo económico: tomó un país que estaba en un momento propicio para mejorar sustancialmente, y el saldo es un país degradado como nunca se ha visto.

El país que dejó no funciona por ninguno de sus lados. En el colmo de la inoperancia, los sectores que protegió para transformarlos en industrias competitivas, en lugar de hacerlo se convirtieron en negociados raros.

Por ejemplo, los armadores de tecnología de Tierra del Fuego nos venden celulares antiguos, caros, todo el mercado se distorsionó –por el exclusivo que usa ella piden cinco millones de pesos, más o menos- y no hay competitividad ni desarrollo, solo negocios protegidos.

Otro tanto se podría decir de la industria automotriz, cuando los mendocinos miramos con envidia el parque automotor chileno, a décadas del nuestro, y nos agarramos la cabeza cuando sabemos que los pagan a la mitad que nuestros modelos viejos y atrasados.

Las 33 páginas de la señora muestran su pobreza intelectual, su extravío y en cierto modo su ocaso, incapaz de entender lo que pase. Lo triste es que millones la consideren palabra santa, mostrando ser hijos cabales de la degradación.