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¡Atención! Peronistas a gusto y paladar del electorado

17 de junio, 2019 - 07:10

La conformación de las duplas de los precandidatos presidenciales les muestra a los argentinos que el justicialismo ha creado un complejo esquema político de dirigentes que se han ramificado estratégicamente en la vida institucional de la Nación.

El líder natural del Movimiento Nacional Justicialista se podría sentir plenamente satisfecho porque su planificación política a modo militar, con despliegue en todo campo que implique batallar, alcanzó sus objetivos a través del tiempo.

Juan Domingo Perón lo hizo, su partido parió dirigentes de todos los perfiles, colores y tendencias. Desde los honestos hasta los deshonestos, desde los que tienden a la izquierda hasta los que se van para la derecha. Desde los que sirven a la patria, hasta los que se sirven de la patria. En la bolsa caen hasta el fondo todos, absolutamente. Desde dirigentes sociales, barriales y gremiales hasta, por supuesto, políticos.

El año electoral 2019 lleva una vez más, en la historia democrática de Argentina, a que la gente elija a un peronista en los lugares de importantes decisiones políticas del país y administre sus bienes.

La única excepción es la izquierda, que presenta un acuerdo entre sus dos representativos polos, el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MTS) y el Partido Obrero (PO). Sus precandidatos, Nicolás del Caño y Romina Del Pla, sintetizan el acuerdo y son los jóvenes dirigentes los que irán por la Casa Rosada.

Las fórmulas Mauricio Macri – Miguel Pichetto, Roberto Lavagna – Juan Manuel Urtubey y Alberto Fernández – Cristina Fernández, son ese muestreo donde la gente que compone el electorado a lo largo y ancho del país deberá elegir.

Cada una con sus bemoles, sus historias y perfiles que le imprimen quienes la componen. Con el presidente Macri que, más allá de su osadía de entrar en terreno peronista eligiendo a su compañero de fórmula a un hombre que tiene ganado el respeto de toda la dirigencia política por su conducta en el senado.

El primer mandatario no se puede desprender de los puntos negativos de una gestión en la que se empeoró la situación de vida de los argentinos.

Roberto Lavagna, con una presea dorada a su favor, por haber trabajado laboriosamente en la recuperación argentina tras la crisis del 2001. Y haber renunciado a ese importante cargo de ministro de Economía de la Nación cuando se iniciaba ese camino de corrupción que taladró el dinero de los argentinos.

Mientras, Alberto Fernández, de ser aquel dirigente vilipendiado y proscripto por el kirchernismo, pasó a ser el hombre clave para sostenerlo con su osamenta política.

Lo seguro, o casi seguro, es que un peronista estará nuevamente en los lugares de decisión del país. Dependerá entonces que el ciudadano utilice su memoria, conciencia y sentido común para que ese peronista que llegue a ese lugar no cargue con esos archivos que hoy todos niegan, aunque ellos saben que existieron y por eso la Justicia investiga.

Por lo que se tomará sus tiempo para juzgarlos, con o sin fueros, con o sin acompañamiento político. Solo con la única esperanza que tiene la sensatez generalizada de la gente de que Argentina de una vez por todas sea considerada una nación seria, responsable, creíble y respetada.