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Lealtad, ¿pero a qué?

22 de octubre, 2018 - 12:28

¿Qué es la lealtad? Hay un famoso partido político que la festeja todos los 17 de octubre. Eso sí, con cuatro actos distintos porque no llegan a un acuerdo respecto de a quién hay que serle leal.

Pero no son los únicos. Hay empresarios que dicen ser leales. Por ejemplo, aquellos que –en calidad de arrepentidos- se presentan ante los tribunales que los juzgan por corrupción para salvar a sus subordinados, aunque –en el proceso– tengan que entregar a sus jefes.

Los que sí sabemos que no son leales, son los jugadores de fútbol. A casi todos ellos los vemos cambiarse la camiseta del club de sus amores cuando aparece una buena bolsa, preferentemente, de euros.

Pero, ¿qué es la lealtad?

Empecemos reconociendo, junto con el padre Leonardo Castellani, que: “El hombre es un esencial buscador de cadenas; y no digamos nada de las mujeres. Justamente por eso les gusta tanto oír el ruido de rotas cadenas”.

Tanto es esto así que las buscamos por todos lados. Desde simple juramentos de amor eterno, hasta votos religiosos, pasando por nuestra sujeción a la férrea disciplina militar.

También, apego a nuestra tierra natal, a la palabra empeñada, a un jefe digno, a las leyes justas...

Como náufragos que somos, parece ser que buscamos un mástil para atarnos y que nos defienda de la tempestad.

Lamentablemente, la vida moderna, con su feroz tendencia individualista, nos han hecho olvidar esta natural tendencia a tratar de ser leales a algo que apreciamos superior.

Hoy en día todo esto aparece como anacrónico. Y los que prevalecen son los hombres y las mujeres sin carácter, siempre listos a cambiar de bando según los nuevos vientos de su propio y bajo interés.

En realidad, existe una relación estrecha, como lo explica Julius Evola, entre lealtad y personalidad. Ya que ella, la lealtad, no es algo que se pueda comprar o que se pueda vender. A un jefe o a una ley se lo obedece, a una necesidad uno se acomoda.

Porque esta última puede ser sopesada y ser, en consecuencia, hija de un cálculo ventajero. Pero la primera es siempre un acto libre que surge de un interior noble, pues solo puede mandar y exigir lealtad quien ha aprendido, primero, a obedecer y a ser leal.