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El peronismo, tras los pasos de Romeo y Julieta

18 de marzo, 2018 - 23:35

Especial de NA, por Emiliano Rodríguez*

Una de las principales atracciones turísticas de la ciudad de Verona, ubicada en el norte de Italia y considerada patrimonio cultural de la humanidad, es la llamada Casa de Julieta.

Año tras año, una multitud de visitantes del mundo entero se acerca hasta esa residencia, en la Vía Cappello número 23, para alimentar y mantener viva la leyenda de Romeo y Julieta, inspirada en una de las historias de amor más populares de la literatura internacional.

Si bien es el día de hoy que se sigue discutiendo sobre la existencia o no, en la vida real, de ambos protagonistas de la obra concebida por William Shakespeare, suman decenas de miles los mensajes románticos que se acumulan en paredes de la casa y nadie que pase por allí quiere marcharse sin antes tomarse una fotografía junto al famoso "balón de Julieta", por más que solo haya sido instalado durante una de las refacciones llevadas a cabo entre 1936 y 1940.

En definitiva, no es un dato certero, no es un acontecimiento histórico extraído de una biografía certificada el que moviliza al conglomerado de turistas que viajan hasta Verona fascinados por el relato mágico del dramaturgo nacido en Inglaterra en mediados del siglo XVI. Sino que se trata básicamente de la esperanza... La esperanza, el deseo y esa satisfacción visceral que suele provocar en muchos la creencia de que todo aquello pudo haber sido realidad.
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Unidos por el espanto

Nadie mejor que un dirigente político conoce de la importancia de generar esperanza. Lo saben las autoridades de Verona que lucran con la leyenda trágica de los Montesco y Capuleto, y también los funcionarios del Gobierno de Mauricio Macri, que aseguran una y otra vez que "lo peor ya pasó", de igual modo que los líderes de la oposición que aspiran a seducir al electorado con vistas a los comicios del año próximo.

De la "venta" de la esperanza vive en gran medida el político, tanto para lograr su supervivencia en el Poder como para intentar destronar a quien lo ostenta.

La ilusión, la esperanza de un cambio de rumbo se constituyó en uno de los principales combustibles que motorizaron la victoria de la alianza Cambiemos en 2015 y en la actualidad, casi dos años y medio después de la asunción de Macri como Presidente, es el Partido Justicialista (PJ) el que se esfuerza por sostener y divulgar un mensaje sumamente crítico, aunque "esperanzador" en busca de fortalecerse camino a las urnas.

"Hay 2019" es la frase de ocasión elegida por quienes intentan lograr el resurgimiento del peronismo, por más que dé la sensación de que los une más el espanto que los ideales y/o las convicciones que puedan llegar a compartir.

Claramente 2018 no será un año de transición en la Argentina, sino que en los meses que se avecinan comenzarán a definirse las candidaturas con miras a las próximas elecciones.

Por un lado, el Gobierno trabaja en pos de revalidar los cargos de su trío estelar: Macri en la Presidencia, María Eugenia Vidal en la estratégica provincia de Buenos Aires y Horario Rodríguez Larreta en la Capital Federal.

Por el otro, la oposición, y en especial el justicialismo, debe primero terminar de diseñar su estrategia, no tanto comunicacional, sino de campaña, lo que implica establecer roles y liderazgos, para finalmente ungir a sus postulantes. Mientras tanto, el PJ sigue enfrascado en su ambicioso desafío de lograr la unidad, un objetivo que hasta parece ir a contramano de su propia esencia como movimiento político populoso y heterogéneo.

Pero el peronismo lo intenta, sabe que viene de sufrir tres derrotas significativas en las urnas en elecciones nacionales y que si continúa dividido y prisionero del juego de la "grieta" que propone el Gobierno, muy probablemente vuelva a

Por lo general, al votante medio argentino no le preocupa tanto la macroeconomía a la hora de concurrir a las urnas: puede estar en desacuerdo o no con el incremento del déficit fiscal, con el exponencial endeudamiento externo que ha impulsado el macrismo y con la apertura de importaciones que dañan la producción y el mercado doméstico, pero cuando llega el momento de decidir, lo que más le interesa es poder mantener encendida la esperanza de estar mejor y de que se convierta en realidad aquello que desea.
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El "piantavotos"

Gobernadores justicialistas con aspiraciones de competir con éxito en las grandes ligas de la política nacional por ahora miran de reojo los denodados intentos de unificación que lideran referentes del PJ, mientras el "renovador" Sergio Massa se reúne con Florencio Randazzo y el senador Miguel Pichetto se consolida como un líder dentro del peronismo no kirchneristas.

La cumbre del Partido Justicialista en La Pedrera, San Luis, si bien logró instalar la idea de que "Hay 2019", se convirtió en noticia tanto por las presencias como por las ausencias.

Llamó la atención el coqueteo entre la agrupación ultra-K La Cámpora, por intermedio de su adalid Héctor Cuervo Larroque, y el caudillo gremial Hugo Moyano.

De igual modo, no pasó inadvertida la decisión de aquellos que ostentan real poder dentro del PJ, por ejemplo, mandatarios, de bajarle el pulgar al convite.

Ahora para Larroque, Moyano es "parte importante" en la tarea de conseguir la unidad del peronismo. Consideró incluso que resulta "necesario un acercamiento" con el líder camionero -al que la Justicia investiga por presunta asociación ilícita y lavado de dinero- y con "todos los dirigentes sindicales, para ponerle un freno a la reforma laboral".

"Con Hugo dejamos de lado las contradicciones secundarias para poder mirar las cosas que le importan a la gente", sostuvo el Cuervo sobre Moyano, un líder del movimiento obrero calificado en su momento como "piantavotos" por Juan Manuel Urtubey.

El gobernador de Salta, dicho sea de paso, indudablemente está más cerca de Massa y de Randazzo que de los promotores de una unidad del peronismo que incluya a la "jefa" Cristina Kirchner en un rol estratégico con vistas a 2019.

En este contexto, es evidente que el PJ tiene que lidiar con su propia "grieta", con su propia refriega entre Montescos y Capuletos, por más que su finalidad común sea ofrecer a los votantes un discurso motivador: "Nosotros podemos hacerlo mejor que el macrismo si nos dan la oportunidad".

Con el pragmatismo no le ha ido bien a quienes actualmente ocupan el rol de opositores. La estrategia de "el candidato es el proyecto" no funcionó. Tampoco ha demostrado el Gobierno disponer de una habilidad superior en cuanto al manejo de la comunicación institucional.

Es más, la reforma en el sistema de jubilaciones ha establecido un antes y en después en lo que se refiere a las mediciones de imagen de Macri. Incluso, aceleró la puesta en marcha nuevamente de los "timbreos", a los efectos de recuperar el terreno perdido en las encuestas.

De un lado y del otro del universo político doméstico, queda mucho trabajo aún por realizar este año para satisfacer esa necesidad de creer que tiene la gente, esa necesidad de mantenerse movilizada por detrás de una esperanza, de una ilusión, incluso sabiendo que probablemente ni Romeo ni Julieta hayan existido por fuera de la imaginación de un poeta inglés.

(*) - Secretario general de redacción de la agencia Noticias Argentinas (NA); [email protected]; @erodriguez012