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Es la seguridad, estúpido

Ante el ejemplo del pasado fin de semana, cuando no se pudo evitar que un grupo de barrabravas provocara la suspensión de un partido de fútbol, es lícito hacernos la pregunta de si ante la presencia de manifestantes antiglobalización, piqueteros y anarquistas se puede garantizar la seguridad de las personalidades que asisten al G-20

30 de noviembre, 2018 - 16:26

Desde hace, más o menos, medio siglo el mundo vive una crisis de seguridad. Todo comenzó con la finalización de la 2da GM, cuando los Estados comenzaron a perder aquello por lo que habían sido creados 300 años antes. Vale decir, el monopolio en el uso legítimo de la fuerza.

Hasta allí todo venía bien. Pero la invención del arma nuclear, por un lado, y por el otro la proliferación de los conflictos intraestatales, tornaron obsoletos los sistemas de defensa estatales.

Si antes se podía escarmentar a un Estado díscolo con una invasión formal, con bloqueos o con sanciones económicas, ya no. Ya sea porque este Estado disponía de armas nucleares, como es el caso de Corea del Norte, pero también de Pakistán, la India e Israel, o porque estaba en condiciones de librar guerras asimétricas, irregulares, no convencionales contra ese invasor, como fue el caso notorio de Vietnam en los 70 o lo es de Irak y Afganistán en la actualidad. 

Como si esto fuera poco, esa situación general de debilidad geopolítica de los Estados nación más poderosos, hizo posible el surgimiento de actores no estatales, especialmente en el seno de los menos poderosos. 

Concretamente, el crimen organizado, que siempre había existido en negocios ilegales como el contrabando y la trata de personas, encontró en el tráfico de drogas una poderosa herramienta económica.

Fue, con esta herramienta, comprando y penetrando casi todos los sectores de la vida social de los territorios que iba ocupando. Pero puso especial énfasis en captar al mundo del espectáculo y del deporte, en los que echó raíces profundas.

Lo dicho hasta acá bien podría servir como telón de fondo y explicación de por qué un pequeño grupo de inadaptados (barrabravas) crearon un serio problema de seguridad e impidieron con sus actos violentos al realización del partido del superclásico de la Copa Libertadores de América. 

No es el objeto de esta nota discutir el tema de la seguridad de clásicos deportivos, ya que ha sido extensamente tratado por varios colegas. Sino, tratar de analizar, en este contexto, la seguridad que la Ciudad de Buenos Aires puede ofrecerles a los jefes de los Estados más poderosos del planeta en el desarrollo de la Cumbre del G-20.

Siendo todas las comparaciones odiosas, no son pocas las enseñanzas que se pueden extraer. Antes de llegar a ellas, vemos que no solo el contexto –la presencia de actores no estatales– es la misma para ambos eventos. También, que los decisores políticos estatales y los responsables las tareas de seguridad son los mismos. 

Lo que sí es distinto es la magnitud de los eventos. El de la Cumbre del G-20 es mucho mayor dada la cantidad de objetivos a proteger (veinte jefes de Estado y sus respectivas delegaciones), además de su mayor duración y complejidad al desarrollarse en una variada gama de escenarios y no solamente en un estadio de fútbol. 

Sin embargo, pongamos el foco tanto en los responsables políticos como en las fuerzas ejecutoras de la seguridad. 

Sin control profesional

Empezando por los primeros, vemos que no se trata de especialistas en la materia. Ni la señora Patricia Bullrich al nivel nacional ni el señor Daniel Santilli a nivel municipal, lo son. Sin negar el necesario control civil sobre esas fuerzas, no implica que sostengamos que sería conveniente que los responsables directos de ejercer ese control fueran personas formadas, previamente, en la materia. 

En este sentido, veríamos como positivo que se incorporaran a la conducción y en los staff de los respectivos ministerios –de Defensa y de Seguridad– a gente idónea. No solo por su lealtad política, sino especialmente, por sus conocimientos técnico-profesionales en la materia.

Pasando a las fuerzas del orden, siempre hemos sostenido que una fuerza se compone de tres elementos básicos. A saber: los profesionales que la integran, su doctrina de empleo y su equipamiento.

En los últimos tiempos hemos visto que algo se ha hecho y se está haciendo, especialmente con las de seguridad, para dotarlas de un equipamiento moderno y acorde a su función. Pero es muy poco lo que se ha hecho en relación a sus doctrinas de empleo, y casi podemos afirmar que poco ha cambiado la actitud política hacia ellas. 

Sus doctrinas de empleo, ya lo hemos dicho, se basan en el plexo legal que regula a la Defensa y a la Seguridad. Algo se ha avanzado con la derogación del Decreto 727 que confinaba la Defensa al conjuro de amenazas externas a cargo de fuerzas militares convencionales. 

Pero no alcanza, ya que hay que seguir buscando el consenso político para la aprobación parlamentaria de una ley de Defensa que permita enfrentar todas las amenazas, sean estas viejas o nuevas. 

Finalmente, si bien el Presidente de la Nación ha tenido algunos gestos esporádicos de apoyo hacia el personal que integran sus FF.AA., de Seguridad y policiales, no ha demostrado, hasta el momento, un verdadero interés por ellas. A las que, creemos, las percibe como un gasto y no como una herramienta útil para su Gobierno.

He aquí la incógnita

Como conclusión de este breve análisis, nos deberíamos contestar el interrogante sobre si este sistema que no pudo garantizar que el Superclásico (lo menos) se jugara por la presencia de actores no estatales (barrabravas), podrá garantizar la seguridad de la Cumbre del G-20 (lo más) frente a la presencia combinada de manifestantes antiglobalización, piqueteros y, eventualmente, anarquistas. No lo sabemos. 

Simplemente hemos señalado nuestras debilidades, que como vemos son varias y variadas. Para que se conviertan en vulnerabilidades, es decir que puedan ser aprovechables por nuestros enemigos, oponentes u opositores, habría que conocer sus intenciones y sus planes. 

Espero, para el beneficio de todos, que las autoridades de Gobierno hayan aprendido las lecciones que les dejó el Superclásico, ya que en la Cumbre del G-20 no podemos ni debemos fallar.

El Doctor Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.