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Regó de gloria este suelo...

El mediodía del 25 de noviembre de 2020 ya no pasará desapercibido. Tendrá una referencia ineludible. Será marcado como el momento en que el superhéroe pasó a la eternidad, el día que el fútbol lloró a su D10S, el cual batalló mientras pudo hasta que decidió descansar en paz

Por Franco Ballabriga

25 Noviembre de 2020 - 17:52

Diego-mural
Diego-mural

“Hoy su cara está en todas remeras, es un muerto que no para de nacer...”. La letra de La Bersuit se anticipó, aunque en realidad no estuvo destinada a él. El 25 de noviembre de 2020 será recordado como el día de su partida, el día que la persona se fue para siempre, el día que el mito pasó a la inmortalidad.

Cada uno de nosotros hoy vio morir un pedacito de su ser. Es que todos en algún momento deseamos ser él, aunque otros cargados de hipocresía y tomando una postura justiciera lo señalan por algunas de sus conductas sin tener la más mínima idea de lo que sería estar en sus zapatos.

“Yo nací en Fiorito, me pegaron una patada en el culo y me llevaron a la cima del mundo”. Claro, como si fuese tan fácil llegar a ser un mismísimo Dios sobre la tierra, sin siquiera tener la más mínima idea que podías generar milagros.

Diego Armando Maradona representó como nadie el gen argentino. Es el pibe con sueños enormes y platos escasos en su mesa que salió del barro y durmió en el oro. 

Es el que embanderó la revancha en el '86 mientras todavía llorábamos la pérdida de la Guerra de Malvinas, pero por el sólo hecho de ser derrotados, no por la muerte de tantos chicos argentinos que habían dejado su vida allí.

Es el que levantó la Copa del Mundo y nos hizo invencibles, reyes del mundo mientras vivíamos en un país que veía cada vez deteriorada su economía y a la vez el vaciamiento cultural empezaba a mostrar sus garras para llegar a lo que somos hoy.

Es el que hizo llorar al Norte de la Italia rica, desplegando de su zurda tanta magia que nunca en su vida los napolitanos pudieron imaginar. 

Es ese mismo que en el '90 se les plantó a los tanos y mirándolos a “todos” los puteó mientras silbaban el himno argentino en la previa de la final con Alemania.

Es el que fue víctima de mil patadas, el que lloró como nadie el subcampeonato, el que no se rindió ante el poder, incluso ninguneándolo, el que años después y ya casi retirado volvió para dar una mano y llevarnos al Mundial de Estados Unidos, en el cual tuvo una rápida despedida producto de un doping positivo.

Pero por supuesto que también es el que cargo con su adicción a la cocaina, con sus dramas familiares, con sus contradicciones políticas, con sus problemas con la ley y tandas cosas más.

El que últimamente y después de un prologando periplo por distintos lugares del mundo había decidido volver a la Argentina para estar más cerca de los suyos mientras cada vez se deterioraba más su salud y el vínculo con la gente que realmente lo quería.

En Gimnasia La Plata parecía haber encontrado su lugar en el mundo. Estaba feliz desde su lugar de líder y, como en la mayoría de su vida, significaba un producto inmejorable para el negocio, el cual explotaban de manera magistral varios carroñeros.

El mediodía del 25 de noviembre de 2020 ya no pasará desapercibido. Tendrá una referencia ineludible. Será marcado como el momento en que el superhéroe pasó a la eternidad, el día que el fútbol lloró a su D10S, el cual batalló mientras pudo hasta que decidió descansar en paz.

Él se equivocó y pagó, pero su obra no se mancha. Gracias eternas Diego Armando Maradona, por ser argentino y por regar de gloria este suelo...