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Cherquis Bialo a Ciudadano News: "El más grande de todos fue Muhammad Alí"

Uno de los emblemas vivos del periodismo deportivo, desplegó toda su sabiduría en una extensa charla boxística, pasando por Ringo Bonavena (y su serie), Carlos Monzón y Nicolino Locche, entre otras glorias

04 de mayo, 2023 - 22:02

Seguramente la famosa Inteligencia artificial se debe muchos cafés y horas de consulta con Ernesto Cherquis Bialo. Y cómo no.

Con ciber voz cavernosa y gutural, Don IA puede llegar a aprender y mucho del legendario Cherquis, ese oráculo del periodismo deportivo que atesora momentos y personas y los describe con una memoria cuasi fotográfica.

Uno de los emblemas de la inolvidable Revista El Gráfico, a la que ingresó como cadete desde muy joven y dejó en los comienzos de los 90’, el uruguayo de nacimiento pero aquerenciado en la Argentina en su adolescencia, es un testigo privilegiado de muy buena parte de los acontecimientos deportivos del Siglo XX y XXI. Mucha de esa data puede verse a través de YouTube, en las que Cherquis los cuenta en primera persona. 

Hace poco se estrenó la miniserie ´Ringo, gloria y muerte´. Buen puntapié para desandar una charla sobre boxeo, uno de los deportes que más cubrió en su extensa profesión. Pero la conversación nos llevó por distintos sitios geográficos del mundo de los puños.

 -¿Vio la serie ´Ringo Gloria y Muerte´? ¿Le consultaron en algo para armar el guión?

-No me consultaron, pero claramente se han nutrido de los archivos y los más enriquecedores son los de la revista El Gráfico. Hemos seguido la vida de Ringo de punta a punta y particularmente a mí me ha tocado el privilegio de haberle cubierto casi todas las peleas en cualquier parte del mundo.

Vi algunos capítulos, tiene imprecisiones bajo el amparo de la ficción poco explicables. El hermano que lo acompaña a EEUU desde el kilómetro cero es José no Vicente, quien era futbolista. Después Lectoure no tenía preferencia por Peralta, como se insinúa, todo lo contrario. Tito era antiperonista; diría un gorila sin disimulos, y Peralta era peronista.

Me consta que luego de los primeros combates de Ringo en EEUU le puso a Rodolfo Díaz para testearlo, que había sido campeón argentino y había hecho una dilatada campaña allá. La gente esa noche se retiró muy satisfecha pero muy sorprendida porque no estaba acostumbrada a ver a boxeadores pesados de esa envergadura física, con otra estética con respecto a los pesados argentinos: Corletti, Miteff, Firpo, el pobrecito Lavorante. Lectoure vio que había una mina recaudatoria en Bonavena y tal como había ocurrido con Gatica, la gente se había dividido. La noche que fuimos a comer, tras la firma del contrato de la pelea, Lectoure le dijo medio en chiste y medio en serio a Ringo: “Espero que le arranques la cabeza”. En la serie aparece Lectoure desconfiando de él y desafiante, cuando en realidad el Luna Park vivía del aporte recaudatorio y del aforo del público. Y el que traía la gente era Ringo, en la línea de otros grandes que llenaron el Luna Park como el Mono Gatica, Lausse-Selpa o Locche por excelencia.

Ali vs Ringo

-¿A Lectoure le molestaban los planteos empresariales de Ringo?

-Eso fue después. Cuando Bonavena ya estaba ungido e instalado por Crónica, Radio Colonia y la Revista Si, todos de Héctor Ricardo García, muy querido por Bonavena, a punto que era el padrino de su hijo Ringuito. Ringo empezó a tener envidia a quienes consideraba protegidos de Tito. Le  tenía envidia a Monzón y mucho más a Nicolino Locche, de quien se burlaba permanentemente y trataba de convencerlo de que boxeo era el suyo y no el de Locche.

A Nicolino le costó un triunfo meterse en el público de Buenos Aires. Unas cinco o seis peleas, desde silbidos hasta el reconocimiento y el aplauso. Y Monzón que nunca llenó el Luna se le tenía un enorme respeto por su imbatibilidad, pero no era boxeador de espectáculo. Bonavena entonces le reclamaba a Lectoure que iba a todas las peleas de ambos y muy pocas veces lo acompañaba a él. Sin embargo, las gestiones para pelear en EEUU se las debe a Lectoure. Al patrocinio y garantía en tiempos que la palabra bastaba para garantizar un acuerdo a la distancia. Fue quien lo ayudó a instalarse allá.

- ¿Cómo Ringo termina vinculándose con el mafioso Conforte?

-El que le vendió el contrato a Conforte fue un chanta de apellido Joe Montano, un puertorriqueño que vio a Bonavena ante Gorosito (la última pelea de Ringo en Argentina) cuando ya había agotado todas las instancias en la elite de EEUU. Ringo quería una revancha con Ali, porque a igualdad de riesgo, multiplicación de bolsa.

Para que iba a pelear con un frilo (un tonto), si la guita estaba en una revancha con Alí, que además merecía porque había hecho una gran pelea. Aquella velada, si hubiera sido a 12 rounds como es la actual reglamentación, hubiera terminado por puntos, pero en los 15 se produjo el nocaut justo en el último round.

Era tanta la admiración por Alí que lo único que quería era subirse al ring con él. Y se subió e hizo una gran pelea, la actitud propia de un buen partner, que lo estaba ayudando a Ali a regresar al boxeo. Hizo de esa derrota una épica y quiso repetir la épica que le costó la vida, porque le firmó el contrato a Montano quien se lo vendió a Conforte. Un segunda línea de una familia mafiosa, de Nueva Jersey radicado en Reno. El contrato lo termina firmando su esposa (Sally) porque Conforte estaba interdicto y disfrutaba de una libertad condicional por un proceso de proxenetismo. Era dueño de un prostíbulo.

Bonavena se fue con la ilusión de pelear con Ali y se encontró con que Conforte no tenía como llegar a los altos contactos del boxeo empresarial y empezó a hacer todos los dislates posibles para romper unilateralmente el contrato. Con la mafia esas cosas tienen precio.

El gran Ringo Bonavena

- ¿En ese tiempo usted mantenía diálogo con Ringo?

-Sí, nunca dejamos de hacerlo. Teníamos interrupciones parciales cuando no le gustaban cosas que se decían en El Gráfico, como también me pasaba con Locche o Monzón. Ellos confundían el rol del periodista, pero cuando se retiraron del boxeo lo reasumieron. Acompañé a los tres hasta sus últimos momentos.

15 días antes de su asesinato, Bonavena me llamó. Él quería que en El Gráfico publicáramos este conflicto. Justo me iba a la pelea de Víctor Galíndez con Ritchi Kates en Sudáfrica. Le propuse que cuando volviera, iría a Reno. “Pero me tenés que dar una buena nota, porque para ir a Reno y hacer sanata, no”, le dije. “Venite que te doy una buena nota”, me aseguró.

No pudo ser, el 22 de mayo de 1976, una bala Remington 90 obturada por un tal Ross Brymer, le destrozó el corazón.

- ¿Es verdad que a Galíndez no le avisaron del asesinato de Bonavena para que no se desconcentrara de su combate contra Kates?

-Sí, es verdad. Fue la única vez que tres argentinos pudieron mantener un secreto. Y además no había redes sociales. De enterarse antes, posiblemente no hubiera subido a pelear porque lo admiraba profundamente.

- Fue testigo de la escuela mendocina de boxeo. ¿Qué recuerdos tiene de ella?

-¡Una maravilla! Reivindicó el arte del boxeo; el arte de pegar y no dejarse pegar. Nosotros podemos generar buenos boxeadores si tenemos quién les enseñe. Y Mendoza tenía grandes profesores, especialmente Paco Bermúdez con su Mocoroa Boxing Club de la calle Estrada.

La contrafigura era Diego Corrientes, con muy buenos púgiles. Lamentablemente la relación entre los dos no fue buena y hubo algunos chicos que arrancaron en un gimnasio y pasaron al otro. Pero entre los dos tejieron una gran historia, con una gran preeminencia de Paco que le dio al boxeo argentino púgiles de la talla de Cirilo Gil, Raúl Vargas, Nicolino Locche, Carlos Aro, Jorge Aconcagua Ahumada, Juan Mendoza Aguilar y Gustavo Ballas. Diego aportó lo suyo y construyó un muy buen campeón de peso mediano como Héctor Mora, que luego fue profesor.

Nicolino Locche

-Hubo otro nombre emblemático en Mendoza: Manuel Cholo González…

-¡Sí! Yo vi dos robos escandalosos en mi vida. Y hablo por lo que vi. Uno fue el de Jorge Aconcagua Ahumada con Bob Foster y luego el primer combate de González con Mashashi Kudo. Era un boxeador tremendo, robado miserablemente. Lamentablemente la historia suele ser injusta con algunos muchachos a los que se les registra el resultado y no la actuación. Luego tuvo una revancha, que fue diferente.

Respecto de Ahumada, en El Gráfico titulamos: “Arriba las manos, esto es un asalto. Así Foster retuvo la corona”.

-Un viejo maestro de periodismo decía que una nota por más excelente que sea, pasa desapercibida sino tiene un buen título.

-Exactamente. Ahora estamos viviendo el escarnio del título que no condice con el contenido de la nota. La web nos trajo como nueva cultura, inaceptable, títulos espectaculares sin contenido. El otro día leí: “Ruggeri se retira de algo muy valioso de su vida”. Cuando lo leí pensé: ¿Se retirará del periodismo, de la comunicación, de la televisión para beneplácito de todos los televidentes? No, se retiró de comer carne. Una falacia.

Es falaz un título que no coincide con el contenido y es falaz la búsqueda del título como única excusa de una entrevista, una opinión, de una interpretación, de una descripción. Las dos. Hay periodistas que buscan títulos y no le dan bola al contenido y hay otros periodistas que empiezan por el valor del contenido de donde surgirá el título.

-¿Cómo fue la historia de la revancha entre Locche y Kid Pambelé que implicó la despedida de Nicolino?

-Ramiro Machado, el promotor, llevó la pelea a Maracay, Venezuela, a unos 80 kilómetros de Caracas. Fue una revancha con condiciones cambiadas. Kid Pambelé era campeón y le dio la oportunidad a Locche, quien le había dado la chance en el Luna Park unos años antes. Hubo mucho sadismo y revanchismo en esa pelea. Pambelé era mejor persona que los que lo manejaban, quienes habían hecho la novela de que habían sido robados en Buenos Aires, que Nicolino no era boxeador.

Locche le pegó un baile en el Luna Park, se le paraba enfrente, le acercaba el rostro, hacia ducking con la cintura, se le ponía a 50 centímetros y Pambelé le tiraba golpes rectos, Nicolino movía la cabeza pendularmente y los golpes pasaban lateralmente por al lado de las orejas. La gente disfrutaba mucho de eso, pero ellos no lo podían entender.

Luego sucede que Locche pierde con Alfonso Peppermint Frazer y éste es derrotado por Kid Pambelé. Así se hace la pelea.

Nicolino ya estaba grande y se le abrió una herida como un fruto que revienta en la ceja izquierda, que requirió cirugía plástica luego. Yo le rogaba al médico de la pelea de apellido Zabala, que estaba al lado mío, que parara la pelea.  El médico no quería pararla. Hasta que Lectoure se le puso enfrente y junto a Osvaldo Cavillón (ya no estaba Paco Bermúdez) no lo dejaron salir y arrojaron la toalla. El referí no quería parar la pelea; pretendían que Nico perdiera y si era por nocaut mejor, no estaban dispuestos a salvarlo ni a aplicar el reglamento.

Carlos Monzón

-Luego hubo un episodio casi policial en el hotel con Monzón, del que usted también presenció ¿no?

-Inolvidable. Estábamos en un hotel tipo colonial de descanso a 80 kilómetros de Caracas. Lectoure le había pedido a Brusa que Monzón fuera a la pelea porque prestigiaba el ring y motivaba a Nicolino. Ellos tenían buen feeling, por eso es inexplicable que en la serie de Monzón haya una escena entre los dos en el baño de un cabaret en el que supuestamente Carlos le dice algo así a Nicolino como que lo suyo no era boxeo. La verdad es que se respetaban fuertemente y admiraban mutuamente.

Estábamos afuera del hotel con Carlos y el doctor Paladino, lamentando lo sucedido con Nicolino y pasan unos señores en un auto y empiezan a gritarle cosas a Carlos: ‘Monzón maricón, pelucón que no le das una chance a Mantequilla’. ‘¿Me están hablando a mí?’, preguntó Monzón.

‘Nooo, están jodiendo, no les des bola’, le dije para que se tranquilizara. Pero los tipos la siguieron: ‘Monzón cobarde, porque no le peleas a Mantequilla Nápoles´.

Monzón se dio cuenta que el asunto era con él y se fue hasta el auto. Los tipos se bajaron y como en las películas de Los Intocables de los años 30´, uno tenía una ametralladora y otro un revólver. Por supuesto nosotros nos fuimos detrás de los arbustos, los maceteros, no quedó nadie, salvo Monzón.

Cuando vio que desenfundaban los fierros, Carlos se abrió una camisa blanca que estaba adentro de un pantalón ajustada negro y se fue al lado de los tipos y les dijo: “tiren, tiren, pero acierten porque si no les arranco la cabeza” y avanzaba. Como sería la actitud de Monzón que se metieron en el auto y se fueron. Los tipos tenían aspecto de servicios de inteligencia, de policía encubierta.

Monzón entró al lobby del hotel, los curiosos lo rodearon para escuchar el relato de lo sucedido. Carlos, asombrado, perplejo, cuasi confundido reflexionó: ‘sacaron y no tiraron’ lo que para el código de vida de Monzón, sacar y no tirar, era inconcebible.

-Usted ha visto a muchos, pero ¿cuál es el  ranking de los mejores pugilistas desde su óptica?

-Disfruté a Nicolino, Gustavo Ballas, Uby Sacco, Pascual Pérez, Horacio Acavallo; de aquel cuarteto Ray Sugar Leonard, Tommy Hearns, Marvin Hagler y Mano de Piedra Durán. Pero el más grande de todos es el incomparable Muhammad Alí. Dios ha sido muy generoso conmigo y la profesión también, conviví con él en Kinshasa antes de la pelea con Foreman, en Baltimore con Evangelista. Tuve el gusto y placer de atenderlo en 1979 cuando vino a Buenos Aires para los 60 años de El Grafico. Estuve 48 horas en Buenos Aires con él, cubrí muchas de sus peleas, lo disfruté personal, profesionalmente y humanamente.

Muhammad Ali