Sobrebolicción
El Atlético Argentino de San José tiene quien le escriba. Una de las poetas más destacadas de la provincia, guaymallina e hincha de la Academia le dedicó estos versos que compartimos con nuestros lectores.
Interceptados
por la misma escena
que triunfa de otro tiempo,
dibuja la esquina
una plaza de estación,
una pensión atiborrada,
un juego de toque y toque
en la Babilonia cuyana.
Con el andén por el sur
y una Mitre atolondrada
hacia el oeste
marchan
los ríos,
las angustias
y las sonrisas.
Heridos por la altitud
de la adultez,
los pibes
trepan paredes,
atraviesan zaguanes.
Anuncian
la Platea preferencial
las sillas en una terraza.
Se abren los paños.
Se reinventa la siesta.
Se induce a los perros
al ladrido artificial.
Se inicia un jolgorio
de desentendidos
de la razón.
Planean trompetas
por la popular y,
secretamente
se agobian
dioses
de todas las religiones
por un resultado.
Con el patente recuerdo
de los goles gritados
con sabor a mandarina
o a chori,
da lo mismo,
tocamos el alambrado
con la cara
siguiendo al línea
hasta el abismo.
Asumimos
la extensión
del abrazo a un extraño.
Deducimos
los minutos
que faltan.
O los que sobran.
Amenazamos
con balearnos
la cabeza
si no convierte.
Un San José infinito
necesita sólo once.
Batiendo avalanchas.
Llevándola a la red.
Estallando la barrera
de la luz
Y del sonido.
Despeinando.
Dibujando el arte
del aliento
y del primer hincha
que nos enseñó todo.
Detrás de una estación
herida de muerte
aún se respira.
¿Quién precisa
de un Quijote
en estos días?