CONICET Mendoza

Histórico: Hoy el Niño del Aconcagua emprende su regreso a la montaña que lo albergó por cinco siglos

La momia hallada en el Aconcagua en 1985 será trasladada hoy al museo de Ciencias Naturales que funciona en el Parque General San Martín. Permanecerá allí, sin ser exhibido al público, hasta su traslado a un santuario en la montaña que lo albergó durante cientos de años.

Ciudadano.News

Por Ciudadano.News

8 Noviembre de 2025 - 11:31

El Niño del Aconcagua regresará al Aconcagua marcando un precedente para otros hallazgos similares. — Web

El "Niño del Aconcagua", una de las momias Incas mejor conservadas del mundo, ha emprendido su regreso a la montaña que lo albergó durante cinco siglos. El hecho sucede luego de su hallazgo por un grupo de montañistas en 1985

Este hito histórico y cultural comienza hoy con su traslado desde el Conicet al Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano, como paso previo a su destino final en el Aconcagua. La restitución responde a un reclamo de las comunidades originarias, que consideran al niño un ancestro y no un objeto de estudio, buscando así reparar una deuda histórica y espiritual. 

Un viaje sagrado interrumpido

El hallazgo se produjo el 8 de enero de 1985, cuando un grupo de cinco andinistas mendocinos descubrió el cuerpo momificado a 5.300 metros de altura, en el cerro Pirámide, una estribación del Aconcagua. El niño, de entre 7 y 8 años, había sido sacrificado alrededor del año 1500 D.C. como parte del ritual Inca de la Capacocha. Esta ceremonia, destinada a honrar a los dioses y pedir por el bienestar del imperio, implicaba la ofrenda de niños considerados puros y perfectos.

Las condiciones climáticas del Aconcagua permitieron a los Incas momificar al niño de manera natural.

El pequeño fue trasladado desde Cusco, Perú, en una larga peregrinación hasta el Aconcagua, donde fue adormecido con chicha y depositado en una fosa funeraria junto a un rico ajuar compuesto por estatuillas de oro y plata, textiles finos y sandalias de fibra vegetal. El frío extremo y la sequedad de la altura permitieron su momificación natural, conservando su cuerpo y vestimentas en un estado excepcional durante casi 500 años. Estudios de ADN revelaron que pertenecía a un linaje genético antiguo, con raíces que se remontan a los primeros pobladores de América, hace más de 14.000 años.

De la vitrina al santuario: un cambio de paradigma

Desde su descubrimiento, la momia permaneció bajo custodia científica, primero en la Universidad Nacional de Cuyo y luego en el CCT Conicet Mendoza, donde fue conservada en condiciones controladas de frío y humedad. Sin embargo, las comunidades indígenas nunca dejaron de reclamar su restitución. El actual proceso, fruto del diálogo intercultural, busca equilibrar la preservación patrimonial con el respeto a las creencias ancestrales.

Imágenes tomadas en 1985, tras el hallazgo.

En el Museo Moyano, el niño descansará en una sala especialmente acondicionada, llamada Gualtach Caye, sin ser exhibido al público, hasta que se concrete su traslado definitivo a un santuario en el Aconcagua. Este santuario, de acceso restringido, garantizará su descanso eterno en el entorno sagrado para el que fue destinado originalmente.

Un legado compartido

El caso del Niño del Aconcagua no es único. Otros hallazgos similares, como los Niños de Llullaillaco en Salta, también evidencian la práctica de la Capacocha en las altas cumbres andinas. Sin embargo, la decisión de restituir al niño mendocino a la montaña marca un precedente importante en el tratamiento de restos humanos indígenas, priorizando su valor espiritual y cultural por sobre el mero interés científico.

Otros hallazgos similares evidencian la práctica de la Capacocha en las altas cumbres andinas.

El retorno del Guardián del Aconcagua a su morada ancestral cierra un ciclo de cinco siglos y abre una nueva etapa de respeto y entendimiento entre la ciencia y las cosmovisiones originarias. Su historia nos recuerda la profunda conexión entre los pueblos andinos y sus montañas sagradas, un vínculo que perdura más allá del tiempo y la muerte.